93

1879

Yves se queda media semana, recorre la playa con una mano sobre el hombro de Olivier y besando a Béatrice en la nuca cuando ella agacha la cabeza para sujetarse el pelo con horquillas. Está disfrutando de unas auténticas vacaciones; en privado dice que son una luna de miel. Le encanta contemplar el Canal; le relaja enormemente. Pero lamentándolo mucho, debe regresar, y se disculpa por tener que dejarlos tan pronto. Ella no se atreve a mirar a Olivier durante todo el tiempo que Yves está allí, salvo para pasarle la sal o el pan en la mesa. Le resulta insoportable y, sin embargo, hay momentos en los que ella se mira al espejo o los ve a los dos paseando juntos, y siente que está rodeada de amor, se siente amada por ambos, como si esto fuera lo correcto. Cogen un cabriolé con Yves hasta la estación de Fécamp; Olivier pone reparos, pero Yves insiste en que vaya para que Béatrice no tenga que hacer el trayecto de vuelta sola. El tren silba con estrépito; las ruedas inician su ronco movimiento. Yves se asoma a la ventanilla y saluda con el sombrero en la mano.

Ellos regresan al hotel y se sientan en el mirador a hablar de temas cotidianos. Pintan en la playa y cenan; ahora que el tercer invitado se ha ido, de nuevo son la pareja que eran. En virtud de cierta anuencia mutua, ella no vuelve a poner un pie en la habitación de Olivier, ni él la visita a ella tampoco. Cualquier muro entre ellos ha sido ya derribado, y Béatrice no ansía una repetición. Le basta con compartir este silencioso recuerdo con él. El instante en que él… o el instante en que ella…, o el modo en que las lágrimas de sorpresa y placer de Olivier cayeron sobre el rostro de Béatrice. Ella había creído que después de semejante transgresión él le pertenecería para siempre, pero lo mismo puede decirse a la inversa.

En el tren de regreso a París, cuando están solos, él le sostiene la mano en su gran guante, como si de un pájaro se tratase, y la besa antes de que ella se apee para solicitar su equipaje. Hablan muy poco. Ella sabe, sin necesidad de preguntarlo, que él vendrá a cenar al día siguiente. Juntos le explicarán a papá casi todo sobre sus vacaciones. Empezarán a trabajar conjuntamente en su gran cuadro. Ella lo recordará a él, su cuerpo largo y suave, su pelo plateado, al joven enamorado que lleva dentro, hasta el día de su propia muerte. Siempre lo llevará consigo, será un espíritu del Canal.