1878

Amor mío:

He recibido tu carta en este preciso instante y ésta me mueve a escribirte de inmediato. Sí, tal como misericordiosamente insinuas, durante estos años me he sentido solo. Y por extraño que pueda parecer, me habría encantado que conocieras a mi mujer, aunque de haber sido eso posible, tú y yo habríamos intimado en las circunstancias apropiadas sin tener que amarnos platónicamente, si me permites la expresión. Todo viudo está destinado a despertar compasión y, sin embargo, yo no he percibido compasión alguna en tu carta, sino únicamente un generoso pesar por mi persona que te honra como amiga.

Tienes razón: lloro su muerte y siempre lo haré, aunque fue la manera en que murió lo que me ha causado la mayor de las angustias, no el mero hecho de que no siga con vida; y de eso no puedo hablar, ni siquiera contigo, por lo menos no todavía. Algún día lo haré, lo prometo.

Asimismo, no intentaré decirte que has llenado este vacío, porque nadie llena la ausencia que deja otra persona; simplemente has hecho que mi corazón vuelva a estar ocupado y por eso te debo más de lo que tu edad y tu experiencia me permitirían explicarte. Aun a riesgo de parecer altivo o incluso arrogante (hallarás el modo de perdonarme), te aseguro que algún día entenderás el consuelo que ha sido para mí amarte. Estoy casi seguro de que crees que es tu amor por mí lo que me reconforta, pero cuando hayas vivido tanto como yo sabrás que es el permiso que me das para amarte, amor mío, lo que ha aliviado el desconsuelo que llevo dentro.

Finalmente, te agradezco que aceptes mi propuesta, tan sólo espero no haber sido demasiado insistente. Y por supuesto que utilizaremos el seudónimo que sugieres; en lo sucesivo, Marie Rivière será mi respetada compañera de profesión, y con suma discreción un servidor le entregará este cuadro al jurado. Mañana lo llevaré yo mismo, puesto que el tiempo apremia.

Con gratitud, ton

O. V.

POSDATA: Gilbert Thomas, el amigo de Yves, pasó por el estudio con su más bien taciturno hermano (creo que también conoces a Armand) para comprar uno de mis paisajes de Fontainebleau, que hace algún tiempo accedí a vender a través de su galería. Quizás él pueda ayudarte, ¿no crees? Alabó sobremanera tu chica de cabellos dorados, aunque naturalmente no dije nada acerca de su verdadero autor; de hecho, comentó una o dos veces que el estilo le resultaba familiar, pero no supo decir por qué. Me temo que no tendrá escrúpulos a la hora de incrementar los precios de los cuadros de su galería, pero que quizá le esté dando excesiva importancia. La admiración que manifestó por tu pincel dice bien de él, aun cuando desconozca quién lo sostiene… si quisieras, algún día podrías venderle alguna obra.