Ma chère:
Te ruego disculpes mi comportamiento inexcusable. No fue premeditado, ni por falta de respeto, créeme, sino más bien por un anhelo que únicamente tú has tenido el poder de despertar en mí en los últimos años. Tal vez algún día entiendas que un hombre que se enfrenta al final de su vida es capaz de perder la cabeza por unos instantes y pensar solamente en la importancia creciente de lo que perderá. No ha sido intención mía deshonrarte, y es preciso que sepas al punto que los motivos que me llevaron a invitarte a ver el cuadro eran puros.
Es una obra extraordinaria; sé que pintarás muchas más, pero te ruego que me des permiso, a modo de expiación y disculpa, para dejar que el jurado vea lo magnífica que es la primera. No creo que se les escape su delicadeza, sutileza y elegancia, y aunque sean tan estúpidos que no acepten el cuadro, aun así lo habrá podido ver alguien, por más que sean tan sólo los miembros del jurado. Haré lo que me ordenes en cuanto a usar tu nombre o un seudónimo. Compláceme en esto para que pueda tener la sensación de haber hecho algo por tu talento y por ti.
Por lo que a mí respecta, he decidido presentar el cuadro de mi joven ahijado, en vista de tu admiración por el mismo, pero eso, naturalmente, lo haré con mi propio nombre y existen aún más posibilidades de que lo rechacen. Debemos estar preparados para ello.
Tu humilde siervo,
O…