25
Los programas de trabajo avanzaban en el terminal de Honor mientras esta se abría paso entre las montañas de papeleos que habían crecido como pliegues de corteza planetaria en su ausencia. Afortunadamente, Eve Chandler era una primera oficial tan extraordinaria como lo había sido en su cargo de oficial de tácticas. Gran parte de la responsabilidad de Honor se limitaba a autorizar las decisiones que Eve ya había tomado, pero eso seguía implicando una cantidad atroz de datos que leer y, por una vez, Honor se alegró de tener que hacerlo. Le privaba de tiempo libre que probablemente habría dedicado a preocuparse de otros asuntos.
Terminó el informe del que se estaba ocupando en ese momento y se tomó un descanso para picar un poco del queso que MacGuiness le había dejado en un plato. El Nike estaría listo para las pruebas y para volver a entrar en servicio en cuatro semanas, cinco como mucho, y eso despertaba en ella una gran satisfacción, a pesar incluso de su ánimo sombrío. Comenzaban a llegar los primeros informes después de que el Reino Estelar lanzara su ofensiva y ya habían caído media docena de bases repos en manos de Mantícora. El doble de esa cantidad de las naves insignias de los havenitas, tan necesitadas para la Armada, se habían rendido sin sufrir apenas daños y la opinión pública estaba muy contenta por los resultados, pero no era probable que esa situación triunfal durara demasiado. La República Popular de Haven era sencillamente demasiado grande, y el Comité de Seguridad Pública se había asegurado el control de demasiados sistemas centrales y de las principales bases territoriales, por no hablar de los escuadrones de defensa locales. Los repos habían pasado cerca de ocho años-T forjando su ejército; una vez se recuperaran de la rapidez con que el Reino Estelar había reanudado sus operaciones, todavía les quedaría un gran arsenal con que atacar.
Eso significaba que, dada la necesidad eterna de cruceros de batalla de la Flota, la misión del Quinto escuadrón de cruceros de batalla en la Flota Territorial no duraría demasiado. Los cruceros de batalla combinaban mucha potencia de fuego, resistencia y movilidad. Honor podía pensar en cerca de media docena de emplazamientos donde iban a ser necesarios y estaba impaciente por informar de que su nave ya podía entrar en servicio. Sin embargo, por primera vez se debatía entre el entusiasmo profesional y otra necesidad. Ramírez y Livitnikov habían finalizado los preparativos para enfrentarse a Summervale en dos días pero Summervale solo era el primer paso. No tenía intención de dejar que Pavel Young siguiera con vida cuando ella volviera a tomar el mando de su nave, lo que significaba que tendría que encargarse de él antes de que llegaran las órdenes que la llevarían fuera del sistema local. Frunció el ceño al pensar en ello y se recostó sobre su asiento Cruzó las piernas y juntó las manos sobre la rodilla levantada mientras le daba vueltas al asunto. Alzó la vista cuando oyó un leve sonido de la percha que estaba encima de su escritorio.
Una sonrisa desterró su ceño fruncido cuando Nimitz se colgó de la percha con su cola prensil y la observó. Después de atraer su atención comenzó a balancearse de un lado a otro y sus manos auténticas hicieron un amago de agarrar su bandeja de aperitivos. Podía haberla cogido disimuladamente y llevársela sin hacer el más mínimo ruido si hubiese querido, pero eso no era lo que pretendía. Compartía la determinación de Honor de matar a Summervale y al conde de Hollow del Norte y confiaba plenamente en su capacidad para llevarlo a cabo; sin embargo, no estaba dispuesto a que, mientras ese momento llegara ella volviera a inquietarse y cayera de nuevo en esa depresión.
Volvió a balancearse, ahora con más fuerza. Honor sabía lo que pretendía y sus manos salieron disparadas para quitar la bandeja de allí pero ya era demasiado tarde.
Se balanceó una vez más y soltó la cola, dando vueltas por los aires y sus manos auténticas se movieron con una precisión certera mientras se dirigía hacia la bandeja. Agarró un par de ramitas de apio rellenas y sus cuartos traseros absorbieron el impacto cuando aterrizó en el extremo del escritorio. Sus pies auténticos se aferraron al borde del escritorio, giró sobre ellos para dar una voltereta hacia delante y cayó sobre el escritorio con un ruido sordo. Desapareció bajo la mesa de centro escondiéndose tras su pelaje gris crema y Honor escuchó su «blik» exultante de triunfo mientras huía con sus premios.
—Vale, señor Apestoso, me rindo —le dijo y se puso a cuatro patas para mirar por debajo de la mesa. Su ronroneo sonó complaciente y comenzó a roer el apio en su presencia. El relleno de queso se cuajaba en sus bigotes y una de sus manos-zarpa comenzó a limpiarlos mientras Honor le señalaba con el dedo—. Por otro lado —continuó en tono amenazante—, ambos sabemos lo que esto va a hacer con tu apetito a la hora de la cena, así que no me eches luego la culpa si…
Se calló y se incorporó sobresaltada cuando su comunicador sonó. Su cabeza por desgracia, seguía debajo del borde de la mesa y Honor dio un grito cuando se golpeó contra ella. Su coleta absorbió parte del impacto, pero no lo suficiente como para no acabar bruscamente con su trasero en la alfombra.
La señal de atención sonó de nuevo y ella se puso de rodillas frotándose la nuca, cuando en ese momento MacGuiness salió de la despensa sin hacer ruido. El asistente se detuvo y la preocupación perpetua y débil que parecía incapaz de olvidar se desvaneció por un instante. Nimitz y él se conocían desde hacía tiempo y no hacía falta ser un genio para darse cuenta de lo que había estado pasando allí.
Se aclaró la voz y negó con la cabeza antes de acercarse al comunicador. Honor permaneció de rodillas un instante más, sonriendo cariñosamente a sus espaldas, y se puso en pie cuando MacGuiness pulsó la tecla de aceptación.
—Dependencias de la capitana, asistente de primera clase MacGuiness al habla —anunció con otra de sus miradas sufridas hacia su capitana.
—Oficial de comunicaciones de guardia —dijo otra voz—. ¿Está disponible la capitana, asistente? Tengo una solicitud de comunicación de la nave insignia.
—En un momento estará con usted, teniente Hammond —respondió MacGuiness y se echó a un lado cuando Honor llegó, frotándose todavía la nuca. El teniente que estaba en la pantalla la vio y se aclaró la voz.
—Solicitud de comunicación de la nave insignia, patrona. Es el almirante.
—Gracias, Jack. —Honor se colocó unos mechones de pelo y le echó un vistazo rápido a su uniforme. Después se sentó y asintió—. Pásemelo, por favor.
—Sí, señora.
El rostro del teniente desapareció y en su lugar apareció el del almirante de Haven Albo. Honor sonrió.
—Buenas tardes, señor. ¿Qué puedo hacer por usted?
—Capitana. —El almirante de Haven Albo asintió y después miró a MacGuiness, que permanecía en una esquina del campo visual del comunicador. El asistente captó la indirecta y desapareció, y el almirante volvió a prestar atención a Honor.
La observó unos instantes en silencio y lo que vio le agradó y preocupó a partes iguales. Aquel aspecto dolido y descarnado había desaparecido, pero Honor no podía engañarlo con esa calmada atención, pues la verdad se reflejaba en sus ojos; aquellos enormes y expresivos ojos que revelaban sus verdaderos pensamientos a todo aquel que sabía leerlos, por muy impasible que se mostrara su rostro. Había dureza en ellos, un brillo que acechaba debajo de la superficie. Él lo sabía y se preguntó cómo iba a reaccionar ante lo que le tenía decir.
—No me he puesto en contacto con usted por asuntos oficiales lady Honor —dijo. Arqueó una ceja y Honor inclinó la cabeza a un lado. Haven Albo respiró profundamente, esperando que Honor no se hubiese dado cuenta, y prosiguió sin más preámbulos.
»Estoy seguro de que es consciente de que todo el mundo sabe lo de su duelo con Summervale. —La mirada de Honor se endureció aún más y asintió—. Soy consciente de que se supone que los detalles de esos asuntos son confidenciales, pero el reto tuvo lugar de una forma bastante… pública —prosiguió—. Se me ha alertado de que la prensa se ha hecho eco de la noticia y que los periodistas de los medios principales planean asistir.
Honor no dijo nada, pero el almirante pudo ver cómo su mano apretaba fuertemente la mesa mientras él seguía hablando.
»Asimismo, se ha levantado un gran, digamos, revuelo por los comentarios que tuvieron lugar entre ustedes dos en Dempsey, lady Honor. Existe cierta confusión sobre los términos exactos, pero todos se muestran de acuerdo al afirmar que usted le provocó deliberadamente para que él la retara.
Se detuvo y ella volvió a asentir con la cabeza en silencio. El almirante no estaba seguro de si ese gesto indicaba su conformidad o simplemente había asentido sin más, y se frotó una ceja en un gesto nervioso poco habitual en él. Esto iba a ser más difícil de lo que se había temido y su tono de barítono fue menos intenso de lo habitual cuando volvió a hablar.
»Lady Honor, no creo que ninguna persona en su sano juicio pudiera culparle por ello. Tanto la reputación de Summervale como el hecho de que fue él quien incitó al capitán Tankersley para que lo golpeara son hechos de sobra conocidos; aun así, no puedo decir que esto me alegre. Por lo general, no apruebo los duelos y no me hace ninguna gracia pensar que vaya a enfrentarse a un asesino profesional en su propio terreno, pero, a ojos de la ley, esa es su opción. —La mirada de Honor pareció suavizarse un poco y el almirante se preparó para la reacción de la capitana tras sus próximas palabras.
»Por desgracia, algunos de los medios también han recogido sus acusaciones contra el conde de Hollow del Norte. —Se calló y sus ojos invitaron a Honor, más bien exigieron, una respuesta.
—No puedo decir que me sorprenda, señor —dijo. El almirante frunció el ceño y se frotó de nuevo la ceja. Honor sintió la intensidad de su mirada comedida.
—No lo dudo, capitana —dijo tras unos instantes—, pero lo que quiero saber es si quería decir lo que dicen que dijo o no.
Honor lo meditó unos segundos y se encogió de hombros.
—Así es, señor —dijo con tranquilidad.
—¿Por qué? —preguntó el almirante sin rodeos. Su voz sonó seria, tan preocupada como enfadada, pero ella ni siquiera rechistó.
—Porque esas acusaciones son ciertas, señor. Pavel Young contrató a Summervale para que nos matara a Paul Tankersley y a mí. Dio instrucciones precisas de que matara a Paul primero, aparentemente porque le odiaba por «haberle traicionado» al estar conmigo, pero también porque su motivo verdadero era castigarme.
—¿Es consciente de lo que está diciendo, lady Honor? Está acusando a un noble del reino de contratar los servicios de un asesino.
—Sí, señor. Lo soy.
—¿Tiene alguna prueba que demuestre esas acusaciones? —le preguntó.
—Sí. Las tengo, señor —respondió sin emoción aparente y los ojos del almirante se abrieron como platos.
—Entonces, ¿por qué no las ha presentado ante las autoridades?, puede que los duelos sean legales, ¡pero pagar a un duelista profesional para que asesine a tus enemigos no lo es!
—No he acudido a las autoridades porque mis pruebas no serían legalmente admisibles en una acción judicial, señor. —El almirante frunció el ceño y Honor prosiguió—. A pesar de ello, mis pruebas son totalmente concluyentes. Summervale admitió su complicidad delante de testigos.
—¿Qué testigos? —Su voz sonó severa, pero Honor negó con cabeza.
—Lo siento señor, con todos los respetos, debo negarme a contestar esa pregunta.
El almirante la miró entrecerrando los ojos. A Honor le resultaba difícil mantener la expresión tranquila de su rostro bajo el peso de aquella mirada.
—Comprendo —prosiguió tras una pausa breve y embarazosa—. Estas pruebas, asumiendo que sea una grabación de algún tipo, fueron obtenidas en circunstancias cuya legalidad es más que sospechosa y usted está protegiendo a quienquiera que las haya obtenido, ¿estoy en lo cierto?
—Con todos los respetos, señor, me niego a contestar esa pregunta.
El almirante de Haven Albo resopló y abandonó sus presiones. Honor respiró aliviada, pero al instante se puso tensa al ver que el almirante se acercaba al intercomunicador con una expresión glacial en su mirada.
—¿Tiene la intención de retar también al conde de Hollow del Norte, lady Honor?
—Mi intención, mi señor, es que se haga justicia. —Su voz igualmente calma, con el sabor penetrante del frío hielo, y el almirante cerró los ojos unos segundos.
—Quiero… quiero que lo piense detenidamente, capitana. La situación en la Cámara de los Lores sigue siendo extremadamente delicada. El Gobierno ha logrado a duras penas la mayoría suficiente respaldar la declaración, pero esa mayoría sigue siendo muy, muy escasa. El conde de Hollow del Norte desempeñó un papel crucial en la consecución de dicha mayoría. Cualquier escándalo relacionado con su nombre, especialmente uno en el que usted esté implicada, podría tener consecuencias desastrosas.
—Eso no me incumbe, señor —dijo Honor con rotundidad.
—Pues debería incumbiría. Si la oposición…
—Mi señor… —Era la primera vez en su vida que Honor Harrington interrumpía a un almirante, y su voz sonó grave y firme—. La oposición me importa muy poco en este momento. El hombre al que amaba ha sido asesinado por orden de Pavel Young. —El almirante de Haven Albo empezó a hablar de nuevo, pero ella siguió hablando y todo rastro de imparcialidad en su voz desapareció—. Lo sé y creo que usted también lo sabe, pero no puedo probarlo en un tribunal. Eso solo me deja una opción y esa opción, señor, es mi derecho legal como súbdita de este reino. Y es mi intención ejercerlo, independientemente de las consecuencias políticas.
Se detuvo de repente, horrorizada por haber hablado a un almirante (no a un almirante cualquiera, especialmente a este) de esa manera. El revestimiento de su autocontrol era más fino de lo que pensaba y los nervios empezaron a hacer mella en su persona. Aun así, le sostuvo la mirada impávidamente, con sus ojos duros como ágatas.
Un silencio delicado planeó sobre ambos durante unos instantes hasta que, finalmente, el almirante de Haven Albo se puso firme y respiró profundamente.
—Lady Honor, a mí no me preocupa el conde de Hollow del Norte. Ni siquiera el Gobierno o, al menos, no directamente. Me preocupa usted y las consecuencias de cualquier acción que pueda realizar contra él.
—Estoy preparada para asumir las consecuencias, mi señor.
—Bueno ¡pues yo no! —Sus ojos se cerraron de golpe al asomar por primera en la voz del almirante la ira, una ira que iba dirigida directamente hacia ella—. El gobierno del duque de Cromarty sobrevivirá pero si reta a Pavel Young a un duelo (peor, si lo reta y lo mata), la oposición estallará. ¿Le pareció duro lo que vivió antes y durante el consejo de guerra? Bien, capitana, ¡comparado con esto, será mil veces peor! La oposición exigirá su cabeza en una bandeja y el duque no tendrá otra opción que entregársela! ¡¿No puede verlo?!
—No soy una figura política, mi señor. Soy una oficial de la Armada, —Honor no evitó la mirada del almirante, pero había un tono de suplica en su voz que le sorprendió hasta a ella misma. La ira repentina del almirante Haven Albo le había herido en lo más profundo de su ser. De repente era de vital importancia que él la comprendiera y levantó una mano a la pantalla del comunicador en un gesto suplicante—. Sé cual es mi deber y mis responsabilidades como oficial de su majestad, pero ¿acaso el reino no tiene ninguna obligación para conmigo, señor? ¿Acaso Paul Tankersley no se merecía algo más que ser asesinado porque un hombre que me odia, que pagó para que lo hicieran? ¡Maldita sea, señor! —Su voz intensa tembló con pasión cuando lo miró—. ¡Se lo debo a Paul y a mí misma!
El almirante de Haven Albo se estremeció como si sus palabras lo hubiesen golpeado, pero negó lentamente con la cabeza.
—La comprendo, capitana, de veras que sí. Pero en una ocasión le dije que la acción directa no es siempre la mejor respuesta. Si sigue con ello, ¡acabará con usted y con su carrera!
—Entonces, ¿qué sentido tiene? —La ira había desaparecido de su voz y la desesperación había suavizado la dureza de su mirada; aun así, sostuvo su mirada con un orgullo triste que le llegó al alma al almirante—. Lo único que pido a mi reina y a mi reino, lo único que siempre les he pedido, es justicia, mi señor. Es todo lo que tengo derecho a pedir, pero tengo derecho a hacerlo. ¿No se supone que es lo que nos diferencia de los repos? —El almirante hizo una mueca de dolor y ella siguió con el mismo tono suplicante—. No entiendo de política, señor. No entiendo qué le da derecho a Pavel Young a destrozar todo lo que toca y a escudarse tras la importancia del compromiso y el consenso político. Pero entiendo lo que es el sentido del deber y la decencia común. Entiendo lo que es la justicia y, si nadie más puede dármela, entonces solo por esta vez me la tomaré por mi mano, cueste lo que cueste.
—Y eso será el fin de su carrera. —Ahora era el turno de alegaciones del conde de Haven Albo—. Tiene razón: los duelos son legales, y ello no implicará ninguna acusación legal. No será sometida a un consejo de guerra. Pero será relevada de su mando. No importará cuán justificadas sean sus acciones. Si le mata, le quitarán el Nike, Honor. La pondrán en el dique seco y dejarán que se pudra allí, y no habrá nada que yo ni nadie podamos hacer para evitarlo.
Era la primera vez que el almirante usaba su nombre de pila sin ningún otro título y Honor supo, al fin, que los rumores eran ciertos. Desconocía si eso se debía a su amistad con el almirante Courvosier o a que simplemente creía en ella, pero el almirante de Haven Albo había hecho de su carrera militar su proyecto personal. Quizá eso implicara que le debía una explicación, o al menos pensar detenidamente en argumentos que le había esgrimido, pero esta vez (solo esta vez) era más de lo que podía dar.
—Lo siento, señor —dijo con los ojos suplicantes, casi contra su voluntad, para que aceptara sus disculpas—. Si mi carrera es el precio que tengo que pagar por ello, entonces lo pagaré. No tengo más opción y esta vez alguien va a pedirle cuentas a Pavel Young.
—No puedo dejar que lo haga, capitana. —La voz del conde era más grave y severa que nunca, y la ira refulgía en sus ojos—. Quizá sea demasiado terca para darse cuenta, ¡pero su carrera importa más que una docena de Pavel Young! El hecho de que estemos superando ahora a los repos no quiere decir que vaya a ser así para siempre, ¡y usted lo sabe tan bien como yo! Estamos inmersos en una guerra por la supervivencia de este reino y la Armada ha invertido treinta años en usted. Usted es un recurso, capitana Harrington, un arma, y no tiene ningún derecho a echarlo por la borda. ¿Habla usted de deber y obligaciones, capitana? Bien, ¡su deber es para con la reina, no con usted!
Honor se echó hacia atrás con la cara pálida y demacrada. Fue a hablar, pero la voz furiosa del almirante la arrolló como si de un huracán se tratase.
—La Armada la necesita. El reino la necesita. Usted ha demostrado que cada vez que se deja guiar por la llamada del deber, ¡logra realizar uno de sus malditos milagros! No tiene derecho a darnos la espalda a todos nosotros para perseguir su venganza personal, ¡independientemente de lo que le haya hecho Pavel Young! —Se acercó aún más a su intercomunicador, con la mirada fría y dura como una piedra—. El hecho de que no sea capaz de verlo no hace que sea menos cierto, capitana. ¡Le ordeno, como su oficial superior, que no rete al conde de Hollow del Norte a un duelo!