Capítulo V

De 0 a 18 meses. Etapa de las molestias incomprendidas

El amor es para el niño lo que el sol para las flores. No le basta pan: necesita caricias para ser bueno y para ser fuerte.

Concepción Arenal

Recomendación

Si usted tiene un hijo de 2 años, quizás no le interesará leer por el momento el capítulo dedicado a los niños de 8 a 12. Pero si su hijo pasa de los 12 meses, lea también el capítulo siguiente, puesto que, como cada niño tiene un ritmo diferente, las clasificaciones no se adaptan a cada uno. Un niño de 18 meses puede presentar características del periodo siguiente, y uno de 26 meses quizá tenga características del periodo anterior. No se limite a este capítulo, sobre todo si su hijo sobrepasa el primer año de edad.

¿Qué es la etapa de las molestias incomprendidas?

El bebé se siente morir sin la presencia de un cuidador.

Michel Odent

Es una etapa que se da entre los 0 y los 18-20 meses, sobre todo. Puede ser el caso de un niño que nota una molestia en el pañal (por ejemplo) y lo comunica con el único lenguaje que tiene: el llanto y la queja. No es una rabieta, no es un problema de comportamiento: es una molestia para él y quiere que se la solucionemos, pues él no puede. Nunca en estas edades su comportamiento obedece a una maldad por parte del niño, puesto que el mecanismo que hace que el niño tenga razonamiento y pueda adquirir el concepto de maldad no se «desarrolla» hasta los 3-4 años.

Carlos, de 2 meses de edad, había pasado el día muy irritable y lloraba. Sus padres habían intentado darle de comer, cambiarle el pañal, ponerle a dormir, ofrecerle el chupete a ver si se calmaba… y no obtenían resultado alguno. Alguien les dijo que si no tenía nada evidente es que tan sólo lo hacía para tomar el pelo a sus padres y para que estuvieran con él. Que lo mejor en estos casos era dejarle llorar para que aprendiera a llorar por cosas importantes. Al acostarlo por la noche y cambiarle su ropita, los padres advirtieron cómo la etiqueta de la camisita que había llevado durante el día había irritado su nuca y la tenía muy roja. Desde entonces saben que siempre que se queja su hijo debe de ser por algo aunque ellos no lo vean[13].

El problema es que a veces los adultos no sabemos por qué llora el niño, o no lo adivinamos y creemos que el niño pretende tomarnos el pelo o que es un niño «rabietudo».

«¿Qué es rabietudo?», se preguntará. Este concepto lo oí en boca de los padres de un recién nacido para «explicar» que su hijo sería un niño tendente a las rabietas de mayor porque, como lloraba mucho sin saberse el porqué, así lo habían augurado todos en la familia. Lo triste es que, como les había salido «rabietudo», debían marcarle muy de cerca porque si no de mayor sería terrible. No sabe lo difícil que era para mí imaginarme la situación de aquel bebé, que debía de tener alguna molestia (hambre, el calcetín enganchado en un piececito, la etiqueta de la ropa rozándole la nuca), y con sus padres sin atenderlo porque pensaban que era «rabietudo».

Vea estos casos[14].

CASO 1: Carlos es un hermoso bebé de 7 meses. Su padre se dispone a cambiarle el pañal y al niño no le hace gracia. Su padre le obliga, lo acuesta en el cambiador e inicia la maniobra con la oposición del menor. Cuando consigue terminar, comenta con su pareja lo mal que se ha portado el niño.

Carlos tan sólo es un niño al que el pañal le molesta, ya que es más cómodo ir sin pañal (pruebe usted, si quiere, en pleno verano; hay pañales para adultos). El pañal es algo que ponemos los padres para nuestra comodidad, pero los niños se criarían mejor sin él. Carlos no es malo, no quiere tomarle el pelo a su padre, ni es rabietudo, simplemente sufre una molestia incomprendida. Si su padre lo supiera, seguramente le hubiera distraído para que no llorara o hubiera esperado un poco más a ponerle el pañal.

CASO 2: Bea, una encantadora niña de 12 meses, se niega hoy a terminar el plato de puré que le ha preparado su abuela, mientras que todos los días se lo come sin dificultad. Cuando llegan sus padres, la abuela les recrimina el comportamiento de la niña y les insta a que la eduquen mejor.

Por mucho que un niño pueda tomar cada día una determinada cantidad de comida, no quiere decir que «siempre» pueda tomar la misma cantidad. Hay días en que se tiene más hambre que en otros y momentos del día en que pasa lo mismo. Seguramente Bea no tenía hambre ese día, y comer más de la cuenta le produce una molesta sensación de «estar demasiado llena» que su abuela no entiende. Es una molestia incomprendida.

CASO 3: Jorge tiene apenas 2 meses. Se ha pasado la mayor parte de la tarde llorando: en cuanto su madre lo dejaba en la cunita o en la hamaquita, empezaba a llorar, y callaba en cuanto lo cogía en brazos. Por la noche sus padres comentan lo mal que se porta el niño y deciden ser más duros con él porque si no les va a tomar el pelo en dos días.

Jorge es un bebé que, como todos, necesita contacto casi continuo los primeros meses. ¿Cómo puede pedir lo que le hace falta? Pues como todavía no habla lo hace de la forma más simple y que cualquier mamífero captaría: si estoy mal, lloro; si estoy bien, callo. Por lo tanto: «Si mi madre me coge, callo; si me deja solo, lloro». Eso no implica que les vaya a tomar el pelo cuando sea mayor, todo lo contrario: va a aprender que normalmente se le atiende y que si algún día sus padres no pueden hacerlo debe de ser por algo muy grave. A los 2 meses eso aún no puede entenderlo, pero con el tiempo sí.

Los «malos comportamientos» o las «rabietas» que puedan tener a estas edades son el resultado de no tener las necesidades satisfechas. Sus quejas son debidas a las molestias ocasionadas por estas necesidades no cubiertas. Cuando un niño está enojado o quejumbroso o irritable, simplemente significa que está tratando de satisfacer sus necesidades. Haga de su hijo un niño más feliz. Como dijo Oscar Wilde: «La mejor manera de hacer un niño bueno, es hacerlo feliz».

¿Cómo se solucionan las molestias incomprendidas?

Se tiene que dejar que el niño, esté donde esté, consuma sinceramente sus deseos.

Francisco Ferrer y Guardia

Para solucionar las molestias incomprendidas podemos seguir los cuatro pasos que detallamos a continuación:

1. Tener información sobre qué es un bebé y qué se puede esperar de un bebé

Imagine por un momento que alguien expone una queja como esta: «Tengo un niño de 2 meses que no quiere cambiarse el pañal solo. ¡Hasta que no consigue que yo se lo ponga no para de llorar! Si tan pequeño ya no me hace caso, ¿qué no hará de mayor?».

Todo el mundo sabe que un bebé no puede cambiarse por sí solo el pañal, por lo que la queja anterior nos haría reír. Pero, como aún tenemos mucho desconocimiento de lo que son los niños, los casos 1 y 2 de este capítulo no nos han hecho reír.

Nuestra especie es una especie altricial, es decir que nuestro organismo debe madurar después del crecimiento para alcanzar las características del individuo adulto y se necesitan grandes cuidados maternales para sobrevivir. En caso contrario, cuando las crías nacen ya muy desarrolladas (o pueden desarrollarse solas, sin cuidados ajenos), se llaman precociales (de precoz, rápido).

Los caballos y las ovejas serían precociales, puesto que al poco de nacer ya son capaces de andar y en menos de una semana siguen el ritmo de la manada. Aparte de la alimentación (al principio necesitan la lactancia materna y luego son herbívoros), no habrá muchos más cambios en su vida que el crecer. Los peces, por ejemplo, aún necesitan menos cuidados.

Pero nosotros no somos así, somos altriciales, es decir que nacemos inmaduros y necesitamos el cuidado de los otros para sobrevivir.

Imagine por un momento una piscifactoría: dejan los huevos de pez fecundados en una piscina con alimento dentro y al cabo de un tiempo tenemos unas truchas preciosas. Cuando nacieron, esos pececitos no necesitaron que sus madres «trucha» los criaran, les alimentaran, les cambiaran el pañal… Se criaron solos. Haga lo mismo con los recién nacidos humanos (bebés): déjelos en una habitación con comida dentro y al cabo de un tiempo allí no hay nadie.

Esa es la diferencia entre un altricial y un precocial. Por eso los precociales suelen poner muchos huevos o tener muchas crías, ya que es más difícil que salgan adelante solos. En cambio, los altriciales solemos tener pocas crías (los primates y los humanos, generalmente sólo una) pero venimos programados para darles un gran cuidado.

El bebé necesita un gran cuidado: si usted no se lo da, él se lo reclamará. Porque el bebé se siente morir si no hay un cuidador cerca. La supervivencia de la especie depende de que los bebés sean cuidados (¡y bien cuidados!); por eso venimos programados cuando nacemos con dos artilugios que nos ayudan a ello:

El bebé es básicamente un ser vivo que necesita contacto casi continuo y que sus necesidades vitales sean satisfechas cuanto antes; si no, se sentirá morir y se quejará con lo único que sabe hacer para quejarse: llorar.

Conforme el niño se acerca a los 2 años, es capaz de estar algo más separado de sus padres. Las necesidades de contacto siguen siendo muy altas, pero la mayoría de niños permiten pequeños tiempos en que les gusta no estar «en brazos». El niño ya gatea y anda.

En esta edad más avanzada, entre 1 y 2 años, las molestias se reducen, ya que un bebé no tiene lenguaje y llora ante cualquier incomodidad, pero el niño de 1 a 2 años ya empieza a hablar y puede pedir, aunque sea con gestos, si quiere agua, comida o que le cojan en brazos, pero si se tarda en atenderle incrementará su nivel de desesperación y de molestia.

Con esta información, seguro que cuando su bebé llore va a saber que es un niño normal, que tiene un problema y va a intentar solucionarlo. No obstante, en el apartado «Para saber más», al final de este capítulo, le aconsejamos algunos libros de crianza del bebé para los primeros años.

2. Hacer prevención

Dicen que amor se deletrea T-I-E-M-P-O,. [15] y eso es lo que necesitan nuestros hijos para hacer una buena prevención de sus problemas en esta etapa.

Es lo que se denomina «inversión parental», es decir la cantidad de tiempo y cuidados que un padre debe dedicar a sus crías. Los primates en general y el ser humano en particular, son las especies que más inversión parental deben dedicar a sus desvalidas crías.

Si usted es de los que dispone de poco tiempo para criar niños, mejor no tenga otro porque sus problemas van a multiplicarse. Si aún no ha encargado ninguno, mejor espere a tener algo más de tiempo.

¿Cómo sacar tiempo de donde no lo hay? Busque ayuda para hacer todo aquello que los demás puedan hacer, para que usted pueda cuidar al bebé, porque eso es prioritario que lo hagan los padres (y los niños lo agradecen). Infórmese de los permisos de maternidad y/o paternidad que existen en su país y priorice a su bebé ante cosas secundarias.

¿Y a qué dedicaremos ese tiempo con el bebé? La necesidad de contacto es de las más importantes en todo primate. Fíjese en la cantidad de tiempo que los bebés orangután pasan en brazos de su madre y el tiempo que estas les dedican para amamantarles, asearles, etc. Siempre es mayor el tiempo que los niños necesitan de contacto que de otras cosas. Recuerde aquellos documentales del National Geographic en los que salen tribus africanas, amazónicas… en las que las madres llevan a sus hijos permanentemente cargados.

A mediados del siglo pasado (1950) H. Harlow demostró que la necesidad de afecto era más importante que las necesidades físicas (alimento). Por lo tanto, el hecho de invertir tiempo con su bebé y darle mucho contacto hará que llore menos y se queje menos, con lo que solucionará la mayoría de los problemas de esta época.

Hay numerosos estudios que demuestran que los bebés no separados de sus madres lloran mucho menos. A modo de ejemplo, podemos citar el de K. Michelsson, K. Christensson, H. Rothganger y J. Winberg, «Crying in separated and non-separated newborns: sound spectrographic analysis », Acta Paediatr., 85(4), 1996, pp. 471-475.

La lactancia materna es un calmante único para el niño en este periodo. Al mamar del pecho de la madre, además de solucionar el hambre, que es uno de los muchos motivos por los que puede llorar, el bebé también cumple la necesidad de contacto con su madre (¿alguien sabe cómo se puede mamar a distancia?. [16] y la composición de la leche calma al bebé, ya que la glucosa reduce el dolor[17] y el triptófano también. Dar el pecho es una decisión que compete a cada madre, pero para los niños no hay nada igual.

Si usted quiere tener un hijo más tranquilo, que llore menos y que casi no tenga molestias: 1. Dedíquele tiempo; 2. Tenga mucho contacto físico con él, y 3. Atiéndalo pronto.

Si además es alimentado con lactancia materna, la frecuencia del llanto del bebé y las molestias que tiene se reducen visiblemente.

3. Intentar averiguarlas y solucionarlas

Es difícil saber por qué llora un bebé. Pero por experiencia sé que probando al final se encuentra. Las causas más frecuentes suelen ser fisiológicas (hambre, sueño, pañal sucio, alguna molestia en el vestir, un picor…); empiece con estas a ver qué pasa. Es posible que su hijo sólo quiera estar con usted; al fin y al cabo, es un ser altricial que necesita contacto por encima de todo; entonces ya verá cómo sólo con cogerlo en brazos y susurrarle algo suave a los oídos, se calmará.

  1. En general, intuimos lo que le pasa al bebé con algo de antelación: «Sé que dentro de un rato tendrá hambre, falta poco para que tenga sueño…». De 0 a 6 meses hemos de intentar anticiparnos a lo que pasará; así evitamos que suba su nivel de estrés y eso es muy beneficioso para un bebé. A partir de los 6 meses los bebés pueden gestionar un poquito más su estrés y no hace falta anticiparse, pero sí responder con prontitud.
  2. Es posible que no adivine por qué llora el bebé o que él esté muy sobrepasado y por ello cueste calmarlo. Entonces siga estos pasos:
    1. Intente primero relajar al bebé: darle el pecho, el chupete, mecerle, susurrarle…
    2. Mientras, usted intente también mantenerse en calma.
    3. Si usted pierde la paciencia, intente hacer turnos con otra persona que sea muy próxima al niño (el otro miembro de la pareja, la abuela, la canguro…) para que el niño se sienta seguro y se relaje.

En bebés pequeñitos se ha comprobado que todo lo que les recuerde al útero materno va muy bien para tranquilizarles. Por eso, el estar piel con piel con su madre, en un lugar tranquilo, sin excesiva luz, oyendo la voz suave de su madre y acariciándole, puede funcionar.

Hay una diferencia enorme entre una caricia y el masaje infantil. Los masajes infantiles también funcionan muy bien en estos casos, pero por experiencia no los recomiendo cuando el llanto del niño es muy descontrolado, sino sólo cuando su malestar sea leve. Es mejor calmarlo primero acariciándolo y, si queremos, después, una vez calmado, podemos hacerle un masaje relajante.

4. Permanecer con el niño

Si no lo averiguamos, hemos de tener el pleno convencimiento de que le pasa algo; por lo tanto, vamos a permanecer a su lado e intentaremos al menos darle nuestro consuelo, ya que no podemos ayudarle más. El eminente médico italiano Augusto Murri (1841-1932) decía: «Si podéis curar, curad; si no podéis curar, calmad; si no podéis calmar, consolad». Lo que le tiene que quedar claro a un hijo durante toda la vida es que siempre que sufrió o tuvo un problema sus padres estuvieron allí para ayudarle, o al menos para confortarle.

Es importante durante los primeros años de la vida de un niño dejarle bien clarito que «siempre» estaremos con él, que «siempre» le querremos y le cuidaremos, aunque a veces no nos guste «exactamente» lo que hace. Eso es la base de una personalidad segura, independiente y con una autoestima capaz de soportar altibajos y adversidades.

Obstáculos para hacerlo bien

Antes de casarme tenía seis teorías sobre el modo de educar a los pequeños. Ahora tengo seis pequeños y ninguna teoría.

Lord Rochester

Muchas son las teorías e ideas falsas sobre cómo es un niño. En primer lugar, cada uno es diferente. Ningún consejo, incluidos los que yo le doy, sirve para todos los niños por igual.

En segundo lugar, hay ideas equivocadas sobre cómo es el niño, cuando tanto la psicología como la neurología, la pediatría y la antropología ya hace años que se han puesto de acuerdo en que el bebé es un ser que necesita mucho contacto y afecto desde que nace.

Existe una serie de mitos que proclaman que el niño tiene más molestias en este periodo y, por lo tanto, llora más o reclama más atención.

Los niños así tratados se malcrían

Pues fíjese, no sólo no se malcrían, sino que salen mejor.

Eduard Punset, en un artículo titulado «¿Hay forma de mejorar el bienestar?» (publicado en XL Semanal en febrero de 2008), afirmó que la primera forma de mejorarlo es querer a los hijos incondicionalmente.

Los niños nos provocan

Vea este caso:

María, de 9 meses, está sentada en su trona y juega con un cubo de colores. Cuando se acerca su madre, lo tira al suelo. Su madre lo recoge y le dice: «María, no lo tires». Pero María no hace caso, sonríe y lo vuelve a lanzar, esta vez más lejos, si cabe. Su madre lo vuelve a recoger y le dice más fuerte: «María, NO. No lo tires más», mientras le devuelve el cubo. La pequeña María sonríe, mira a su madre y hace el ademán de tirarlo mientras su madre le grita: «NO, María, no lo hagas» y conforme su madre se lo dice ella va alejando su mano del cuerpo (con el cubo) mirando divertida a su madre. Cuando no puede estirar más el brazo, sonríe abiertamente a mamá y deja caer el cubo. Su madre lo recoge y no se lo da. María llora y su madre se pregunta qué ha hecho mal para que su hija le haya salido así[18].

María está jugando. Eso es todo. Es un juego muy divertido que se llama «tiro un cosa que hace ruido y rebota en el suelo y eso me divierte». Su madre no lo entiende y piensa que la niña lo ha tirado adrede. Cuando se lo recoge le dice que no lo haga más (es cansado recoger juguetes, yo llevo muchos años haciéndolo y lo sé). Pero María no entiende el por qué y, con el único lenguaje que tiene, es decir con su sonrisa y sus gestos, le dice a su madre: «Mamá, debes de estar equivocada porque no te das cuenta de lo divertido que es esto». Y para demostrárselo lo vuelve a tirar y la mira sonriendo como diciendo: «¿Ves cómo es divertido?». Pero su madre no la entiende, y le riñe.

María vuelve a hacer lo mismo, poco a poco, como pensando: «No puede ser por esto que mi madre se haya puesto de esa manera, así que lo haré despacito y miraré dónde está el fallo». Lo hace despacio y su madre pone cara de enfadada y ella sigue y ríe para decir: «¡Mamá, qué exagerada eres! ¿No ves como no pasa nada?». Y deja caer el cubo. Su madre no se lo vuelve a dar y María llora.

Hay muchas soluciones a este caso: bajar a María al suelo para que juegue con el cubo (así no hay que recogerlo), jugar un rato con ella (seguro que no va a estar toda la tarde tirando el cubo, normalmente a los cinco minutos se cansan), cambiarle el cubo por alguna cosa para chupar, etc. Pero, sobre todo, entender que es normal.

Puede parecer que los niños nos toman el pelo, que nos quieren provocar… pero es el adulto quien malinterpreta esas conductas infantiles. Los niños tiene sus razones, normalmente positivas, pero nosotros las interpretamos en clave negativa.

«Cuanto antes mejor». Y «debe acostumbrarse»

Muchas veces se utilizan estos argumentos para que los padres pongan en marcha actuaciones con sus hijos que jamás hubieran realizado a tan tierna edad.

Juan y Mercedes me contaban en consulta: «Vamos a sacar al niño (3 meses) de la habitación porque ya nos han dicho que cuanto antes mejor». Y yo contesté: «¿Por qué no le quitáis el pañal ahora también? Ya se sabe, ¡cuánto antes mejor!».

Los padres palidecieron porque quitar el pañal a los 3 meses les iba a dificultar mucho el trabajo.

El desarrollo cerebral del niño hace que algunos procesos como el aprendizaje con memoria a largo plazo, el razonamiento, el lenguaje, la voluntad y la intencionalidad, entre otros, no sean posibles hasta los 4 años. Intentar ciertas cosas antes es estar abocados al fracaso. ¿Se le ocurriría enseñar a escribir a un niño de un mes?

Recuerdo infantil y felicidad adulta[19].

Es muy importante que durante este periodo de los 0 a los 18 meses el bebé sea un bebé feliz, no sólo porque llorará menos o porque tendremos una crianza más fácil, sino porque lo que se graba en su cerebro es lo que hará que de mayor sea más o menos feliz.

La mayoría de los padres queremos que nuestros hijos sean felices, tanto durante su infancia como en la vida adulta. Pero eso sólo es posible si lo que se va grabando en nuestro cerebro desde pequeños lo favorece.

Es de crucial importancia que propiciemos por todos los medios un entorno seguro, afectuoso y de atención constante, sin ninguna vivencia negativa, hasta que sea capaz de hacerle frente.

Cuando nacemos nuestro cerebro no está terminado. De hecho, tardará bastante tiempo en estarlo. Pero para el tema que nos ocupa la meta más importante se sitúa alrededor de los 2 o 3 años. En ese momento finaliza la mielinización del córtex cerebral, responsable de nuestra memoria explícita.

Hay varios tipos de memoria. La que más conocemos es la episódica y explícita: yo tengo un recuerdo en donde me sucede algo o soy testigo de algo; es como si fuera una película y lo voy recordando. Esta memoria no es posible tenerla antes de los 2 años, puesto que la mielinización de la corteza cerebral (responsable de este tipo de memoria, así como del razonamiento, de la capacidad de abstracción, etc.) no está terminada. Por eso no recordamos lo que nos pasó de pequeños, al menos durante los dos primeros años de nuestra vida. Si alguien piensa que tiene recuerdos de esa época, no es cierto, no se puede. Es como si nos dijeran que un niño nació sabiendo andar o hablar: sabemos que es imposible.

Lo que seguramente habréis notado en vuestros hijos (y es lo que confunde a muchos padres) es que los niños desde que nacen tienen memoria implícita, un tipo de memoria que no se recuerda pero que modifica sin saber nuestro comportamiento. Oliver Sacks[20] lo explica muy bien en uno de sus libros:

El Dr. Claparède (1911) tenía una paciente afectada de amnesia de Korsakoff, un tipo de amnesia en que cada día olvidan lo que sucedió en días anteriores (hay muchas películas sobre este tema). Un día que la despidió con un apretón de manos, la pinchó con una aguja que había guardado en la palma de su mano, sabiendo que al día siguiente no recordaría nada. A partir de ahí, cada día, cuando se daban un apretón de manos para despedirse, ella retiraba la mano como asustada. Cuando se le preguntó el porqué, dijo que no lo sabía: «No sé, a veces las manos pueden hacer daño y apretar fuerte o pinchar». Evidentemente no recordaba nada, pero en su mente se había quedado grabada una señal de alarma ante las manos.

Es por eso que nuestros hijos lloran cada vez que ven una bata blanca: no saben por qué (incluso puede que el médico sea diferente), pero tienen un signo de alarma que se les quedó grabado cuando un médico les hizo daño.

Hay padres que piensan que sus hijos tienen memoria de esas edades: «Fíjate, hace una semana se cayó en el parque y ahora cuando vamos no se separa de mí. ¡Qué memoria tiene! ¡Yo ya ni me acordaba!». Pero no es eso. El niño no recuerda exactamente que un niño le empujó y se hizo daño; tan sólo le quedó la impresión de que el parque es peligroso; no sabe por qué, pero le inspira temor. Nunca sabrá que por culpa de un vecino tendrá miedo de mayor a los toboganes. Nunca sabrá por qué la arena del parque le pone nervioso a sus 30 años. Porque el origen no se recuerda de forma explícita y episódica, sino que se graba de forma implícita, sin saber por qué.

Y eso es lo terrible. Hay cosas que pueden quedar grabadas antes de los 2 años que no sabemos que están ahí y que de mayores nos hacen actuar de una determinada forma. Por eso muchos niños aprenden que quien les quiere les hace llorar y de mayores se dejan agredir por sus parejas o aguantan vejaciones de quien ellos piensan que son sus amigos. Cuando en una terapia se busca una razón de ese comportamiento a veces no sale porque está grabado a fuego en nuestro cerebro más antiguo y escondido. No recuerdan nada que les pueda hacer actuar así, pero ahí está.

Como dice Oliver Sacks: «En los dos primeros años de vida, aunque uno no conserva recuerdos explícitos, se producen recuerdos y asociaciones emocionales profundas en el sistema límbico y otras regiones del cerebro en donde se representan las emociones, y estos recuerdos emocionales pueden determinar el comportamiento de una persona para toda la vida».

¿Por qué «para toda la vida»? Cuando sufrimos un impacto emocional antes de los 3 años, no sólo queda grabado en nuestro cerebro sin que sepamos el porqué, sino que, al estar nuestro cerebro en formación, las redes que se tejen pueden variar. Si un niño pasa la mayor parte de su tiempo feliz, su tejido nervioso se enlazará en caminos y redes de optimismo, porque ese es el patrón que se le estimula. Si un niño pasa la mayor parte de su tiempo frustrado, su tejido nervioso le llevará por caminos de pesimismo: «Si en el pasado se ha estimulado cierto patrón, aumenta la posibilidad de activar un perfil similar en el futuro» (D. J. Siegel, 2007).

Es por eso que un bebé que recibe amor tiene más probabilidades de ser feliz en su etapa adulta.

Antes de los 2-3 años deberíamos propiciar que las emociones que se graban en los cerebros de nuestros bebés sean las de seguridad, autoestima y amor.

Algunas preguntas

Se dice que siempre hay que atenderles cuando lo pidan. ¿Hacer eso no es malcriarlos? ¿Dónde está la frontera entre la atención permanente y las pautas de disciplina?

La atención y el amor de los padres a sus hijos debería ser siempre permanente e incondicional. Sólo así se puede educar bien en todo momento. Atenderlos siempre no es sinónimo de malcriar, sino de educar correctamente. ¿Acaso pensaríamos que un profesor que atiende constantemente a nuestros hijos los está malcriando? Cuanta más atención, seguramente habrá una mejor educación.

Tengo una hija de 9 meses que no quiere sentarse en la trona para comer. Y no sé si obligarla o dejárselo pasar. Me han dicho que la obligue, porque es lo que tiene que hacer, y si no la obligo y dejo que coma donde quiera la voy a malacostumbrar a que siempre haga lo que le dé la gana. ¿Qué opina?

¿De mayor va a tener que comer en una trona? Seguramente no, así que no hace falta que la obligue a comer en una trona ahora porque en poco tiempo la va a tener que deshabituar. ¿Que dónde va a comer? Pues en su regazo, que es lo que se hacía antes. En mis tiempos muchas familias no tenían tronas y las madres daban de comer con el niño sentado a sus rodillas.

En segundo lugar, a lo mejor la trona que le pone es incómoda, por lo que tiene todo el derecho a quejarse. En mi caso mis hijos sí que se sentaban en la de casa, pero algunos domingos íbamos a un restaurante que tenía una trona muy incómoda y uno de ellos se quejaba. Lo solucionamos llevando la nuestra. Puede que a su hija le resulte incómoda y se queje. Hágale caso.

En tercer lugar, a veces los niños se quejan no por la trona, sino porque comen separados del resto de su familia. Si la sientan a la mesa con todos, a lo mejor aguanta mejor en la trona.

Sea lo que sea, seguro que sus razones tiene, porque si le encantara la trona no protestaría, ¿verdad?

Soy mamá de un bebé de 3 meses. Antes dormía durante el día en su hamaca sin tomar el pecho; ahora se levanta entre las 7:30 y 8 de la mañana, comienza a tener sueño pero se duerme únicamente con el pecho en la boca, y si lo pongo en su cuna ya está despierto de nuevo, y por las noches es lo mismo. El médico me dijo que consideraba el pecho como su chupete, y que lo dejara llorar, pero me da mucha pena y me pone muy nerviosa escucharlo, y no se calma hasta que voy a darle de mamar. Pero también me preocupa no hacer lo correcto.

Es un error pensar que el pecho es sólo alimento. El pecho es también la forma en que perciben los bebés que están en territorio seguro (con mamá, en sus brazos y con alimento cerca). ¿Dónde mejor que al lado del pecho de mamá para tranquilizarse y dormir?

No es que el niño utilice el pecho como chupete, sino que son los chupetes los que se han inventado para simular el pecho, ya que en todas las culturas y en todos los mamíferos es común el hecho de tener las crías cerca del seno materno. El niño utiliza el pecho para aquello que se ha concebido: fuente de alimento y consuelo. Y es por eso que los hombres han tenido que inventar el chupete para aquellas mamás que limitan el acceso al pecho, porque la necesidad de chupar el pezón materno es común en todos los primates.

Conforme los niños se van haciendo mayores se destetan. En esos momentos tendrá que buscar una fuente de consuelo para su hijo (chupete, muñecos, besos y abrazos con mamá, cantar canciones, etc.). Por el momento puede dejar de preocuparse.

Todos los padres queremos hacer lo mejor para educar a nuestros hijos. ¿Cuál es el truco para no agobiarse y no obsesionarse por ser un padre perfecto?

La perfección no existe, pero que un padre quiera mejorar y llegar a ser perfecto me parece bien. El problema es cuando nos agobiamos por ello.

Para solucionarlo hay que pensar que lo que ese padre entiende por perfecto a lo mejor es lo más equivocado; por eso, ante la duda hay que buscar una gran dosis de información veraz y ver cómo actúan los padres que ya han tenido varios hijos. En segundo lugar, la práctica hace que perdamos torpeza, así que hay que intentar hacer todo aquello que necesita el bebé (alimentarlo, bañarlo, acostarlo, etc.) desde el primer momento. Si no sabemos cómo hacerlo podemos preguntar, pero nunca delegar en otra persona esa actividad.

En tercer lugar, la flexibilidad es una cualidad que debería estar presente en la crianza: los padres inflexibles, incapaces de cambiar ante las nuevas circunstancias, suelen alejarse mucho de la perfección.

¿Por qué se dice que no hay que dejarlos llorar? ¿Es de veras tan terrible?

Detrás del llanto de un niño siempre hay una causa, así que hay que atender ese llanto mientras intentamos averiguar esa causa. A veces sucede que la causa es importante (una enfermedad, necesidad de ser alimentado, terrores nocturnos…); otras veces suele interpretarse por los padres como no importante (necesidad de abrazos, consuelo, seguridad, …), pero ello no quiere decir que para el niño no tenga importancia; por eso hay que atenderle igual.

Además, se ha comprobado que el llanto provoca en muchos casos alteraciones emocionales y otras patologías en el menor. No obstante, aunque no provocaran ninguna alteración en el niño, pienso que son métodos que no se deberían usar, por lo inhumano de ese acto. El fin nunca justifica los medios.

Entiendo que hay que atender al bebé en lo que necesite, pero el nuestro por la noche a veces se despierta y llora. ¿Hay que dejar llorar al bebé durante un tiempo determinado antes de acudir a su habitación?

No. Ante cualquier miembro de la familia, tenga la edad que tenga, que llore por la noche, siempre debemos acudir. Es lo que se hace en la mayor parte de los hogares: cuando uno tiene una mala noche siempre hay alguien que acude.

¿Quién no ha pasado una mala noche y aún se acuerda de aquel vaso de leche que le trajo su mamá? ¿Quién no ha tenido una pesadilla y se sintió reconfortado por el abrazo de su padre?

Actualmente se aconseja dejar llorar al niño un tiempo debido a la falsa idea de que si se despiertan es porque no saben dormir, cuando en realidad el hecho de que no entendamos lo que les pasa no quiere decir que no les pase nada.

Para saber más

Dunn, J., «La comprensión de los sentimientos: las primeras etapas», en Jerome Bruner y Helen Haste (comps.), La elaboración del sentido. La construcción del mundo por el niño, Paidós, Barcelona, 1990, pp. 31-43.

Gerhardt, S., El amor maternal La influencia del afecto en el desarrollo mental y emocional del bebé, Albesa, Barcelona, 2008.

Gómez Papí, A., El poder de las caricias, Espasa, Madrid, 2010.

González, C., Bésame mucho. Cómo criar a tus hijos con amor, Temas de Hoy, Madrid, 2003.

—, Un regalo para toda la vida. Guía de la lactancia materna, Temas de Hoy, Madrid, 2006.

—, Entre tu pediatra y tú, Temas de Hoy, Madrid, 2010.

Jové, R., Dormir sin lágrimas, La Esfera de los Libros, Madrid, 2006.

—, La crianza feliz. Cómo cuidar y entender a tu hijo de 0 a 6 años, La Esfera de los Libros, Madrid, 2009.

—, Cariño y teta. Manual de instrucciones del bebé para torpes, Anaya, Madrid, 2010.

Juul, J., Su hijo, una persona competente, Herder, Barcelona, 2004.

Liedloff, J., El concepto del continuum. En busca del bienestar perdido, Obstare, Tenerife, 2008.

Small, M. E, Nuestros hijos y nosotros, Crianza Natural, Barcelona, 2009.

Resumen