XIV

—¿Dónde estás? —preguntó lady Tewley.

—Aquí fuera. Ven, Janet —respondió la voz de Diana.

Janet Tewley entró en la terraza.

—Oh, Diana. Qué jardín más adorable aquí arriba. Nadie lo hubiera sospechado jamás.

—Adoro mi jardincito —dijo Diana incorporándose y quitándose los guantes—. Me alegro de que pudieses entrar.

—Querida, sin tu permiso especial no hubiera podido acercarme. Pareces tener a todo un batallón de policías guardándote.

—Es necesario, por desgracia —dijo Diana—. Tuve que entrar escondida en una furgoneta comercial a esa emisión del lunes y enviar a un doble mío hacia la puerta principal en mi coche para poder volver a salir sana y salva. Desde entonces estoy prisionera. Ven y siéntate. Tomaremos un poco de café mientras me cuentas lo que sucede.

—No puedo quedarme mucho. Estoy frenéticamente ocupada.

¿Todo va bien?

—¿Te refieres a la Liga? Oh, sí. Lydia Washington ha sido elegida Jefa. Es una buena elección. La muchacha está preparada para trabajar como un diablo y sin miedo a nadie, ni a nada. Ya ha reunido a buena parte del Consejo y está disfrutando horrores también.

—Pues por tu aspecto, Janet, tú también disfrutas.

—Oh, sí. La única dificultad es que no parece quedarnos mucho tiempo para dormir. Sin embargo, no importa, eso vendrá más tarde. Pero, Diana, querida, me quito el sombrero ante ti. Ahora que hemos mirado en torno nuestro parecemos ser las esposas o las hijas de la mitad de la nación. Estamos casadas con cuatro ministros, luego hay otros tres políticos ex-ministros, dos obispos, tres condes, cinco vizcondes, una docena de tipos de sangre azul, media docena de bancos, media docena de miembros del Gobierno, ocho miembros de la oposición y cantidad de otros más. En total, tenemos estrechas relaciones que son no del todo maritales con una buena cantidad de otras influencias. Así que, mira, de un modo u otro, no hay mucho que no conozcamos, o que no podamos conocer.

—Eso es lo que quiero. Los últimos tres días no me enteré prácticamente de nada excepto lo que aparecía en los periódicos y en la BBC. Y pedacitos de información de Sarah, en el despacho. Tengo entendido que la dificultad principal ha venido del Trumpeter.

—Oh, sí, fue una adorable pelea. Se dieron cuenta que respaldaban al caballo equivocado desde la salida, el lunes, y el pobre editor luchó por salvar el cuello. Al día siguiente, salieron con la oposición. Explotación de los trabajadores. Perspectiva de tres vidas gastadas en el banco de trabajo de la fábrica. Aumento inevitable del desempleo. Imposibilidad de pagar pensiones adecuadas incluso si la edad del retiro se subía cien años más. Falta de oportunidades para el ascenso. Favoritismo de los ricos. Favoritismo de los intelectuales. Favoritismo de los grados gerenciales y administrativos superiores. Entrincheramiento de la monarquía. (Esa fue una mala línea que tomar y la abandonaron de prisa). Falta de oportunidad para los jóvenes y en nada habrá sangre fresca. Subida de precios debido a la demanda creciente por el aumento de población. Derrumbamiento del Servicio Nacional del Seguro de Enfermedad enfrentado a un sin fin de problemas, etc. Llamada a todas las uniones para convocar a un unánime voto de protesta. Atisbos de huelga general a menos que el uso del antigerone declarado delito criminal.

»De camino aquí, pasé por delante de una pared en algún lugar de Notting Hill, en la que veía escrito: ¡PROHIBAMOS LA ANTI-G! ¡REUNÁMONOS TODOS EN TRAFALGAR SQUARE EL DOMINGO!

»Conseguirán un voto impresionante, de acuerdo. Ya sabes cómo calculo las cifras. Además, ¿quién quiere ser amenazado…? Nada de pucherazos secretos; los antepasados cartistas derramaron sangre para impedirlo, pero ellos… De todas maneras, nada significará. Las esposas no son partidarias de la prohibición, cualquier otra cosa que opinen sus hombres. Por una causa, está esa cita de la Reina; por otra, no piensan mucho que sus maridos voten para ellas unas vidas más cortas.

—¿Y la iglesia? Oí el domingo un sermón…

—No es necesario que te preocupes. Disparó el cañón y lo hizo en dirección equívoca. El arzobispo de Canterbury, los de Ebor, Bath y Wells, son partidarios de hecho, todos los demás siguen su corriente, aunque Llandaff y Newcastle muestran dudas después de todo; anti, casi significaría aconsejar el suicidio por descuidar la oportunidad de vivir, ¿verdad? Sin embargo, hay unas cuantas sectas pequeñas que adoptan lo que afirman es una línea fundamentalista. Roma parece seguir pensándoselo… y las comunicaciones no son muy buenas, por motivos evidentes, con la Siudad Eterna.

»La Bolsa se escapó de la mano y ha tenido que cerrar algún tiempo… pero espero que lo sepas.

»En total, creo que la cosa no va tan mal. Nuestros miembros están colocando una buena cantidad de trabajo quintacolumnista, doméstico y social, y parece como si, sin embargo, no hubiésemos podido conseguir un Partido de la Vida Nueva en plena escala en absoluto, pero tampoco contábamos con eso. Como te dije, Lydia Washington está reuniendo a la organización y preparándola por si acaso la necesitásemos.

»Nos enteramos que el primer ministro se siente muy desgraciado, el pobre. Si sanciona el uso del anti-G habrá caos por todas partes y huelgas por el lado de la izquierda. Si trata de prohibirla, habrá un gran clamor y una revolución casi tan potente que nuestro Partido de la Vida Nueva crecerá de la noche a la mañana. En el presente en los clubs ofrecen cuatro a uno que sanciona aprobando la droga, en las condiciones que tendrán que venir tarde o temprano, así que ¿para qué dejar que primero la obtengan los extranjeros? La consecuencia eventual será una población con mayor experiencia y por tanto superior capacidad, así que ganaríamos mucho siendo nosotros los primeros.

Diana asintió.

—Bueno, por lo menos empiezan a tener alguna idea de lo que va a significar —dijo.

—Pero eso es una parte de las ansiedades del pobre hombre —Janet Tewley prosiguió—. Si accede a aprobarla, entonces le quedará el problema de tratar con China.

¡China! —exclamó con desaliento Diana.

—Querida mía, no deberías aparentar sorpresa conmigo —le dijo Janet.

—Pero me sorprende —contestó Diana. Entonces se acordó de la incómoda experiencia de Richard y Zephanie. Por el relato de Zephanie habían habido tres hombres cuando reconoció de dónde venían los suministros. Alguno de ellos pudo dejar filtrársele la información—. ¿Qué hay de China?

—Se dice que es la única fuente del liquen particular que proporciona la antigerone —contestó Janet, con los ojos fijos en el rostro de Diana.

—Así que una vez que los chinos descubran por qué queremos comprar sus líquenes… bueno, eso acabará con todo. Lo querrán para sí mismos, incluso si no lo hacen, quedaremos bien abajo en su lista de clientes.

Diana volvió a asentir.

—Podía ser mucho más dificultoso aún que eso —dijo—. Una vez que lo sepan los chinos, lo sabrán los rusos. El liquen no viene propiamente de China. Crece al norte de Manchuria, cerca de la frontera rusa. Y si los rusos creyeran que es lo bastante valioso para apoderarse de él, cualquier cosa podría iniciarse.

—De todas maneras, parece que si nosotros no lo conseguimos —comentó Janet—, ¿qué ocurrirá en ese caso? ¿Hay algún punto en conducir una campaña en absoluto por la antigerone?

Diana dudaba.

—No estoy de acuerdo con que esa sea la única fuente —destacó.

—Está bien. Sé precavida si quieres. Yo simplemente te cuento lo que se dice… que este liquen se importa de China y que sufre una serie de procesos para proporcionarte a ti el antigerone, y los procesos se efectúan en Darr House.

Diana se sentó de pronto.

—Pero eso es absolutamente incierto. Yo importo los líquenes y los manipulo, pero no se acercan en absoluto a Darr House. Aquí se efectúa la fabricación completa.

—Querida, no te enfades. Yo no lo fabrico.

—No, claro que no, Janet. Pero de todas las cosas asquerosas y estúpidas que han sucedido… ¡Oh, espera unos cuantos minutos, Janet! Necesito pensar.

Diana volvió a la ventana y salió a la terraza. Se quedó allí en el jardín, mirando por encima de las copas de los árboles del parque durante casi diez minutos antes de regresar. Sus modales eran briosos.

—Janet, quiero hablar por radio. No me importa que emisora, pero en algún momento de la tarde del sábado. Uno de esos programas pequeños servirá, si es necesario. Sólo diez minutos. Bastarían cinco. Quiero contar todo lo de la antigerone… las preguntas… las preguntas que antes no quise responder. ¿Te parece que podría arreglarse?

Janet sonrió.

—En estas circunstancias, cualquier duda de alguno de los servicios parece muy improbable, querida. Pero no veo como lo que tú puedas decir va alterar mucho de la posición actual. Por lo menos, no hasta que tengas otra fuente de suministros…

—Eso no importa ahora. Tú prepáralo, querida. Y que se anuncie… asegúrate de que se le dé publicidad.

—Oh, lo divulgarán, de acuerdo. Pero no comprendo…

—Todo va bien, Janet. Sé lo que me hago. Hazme ese favor y luego sigue organizando la Liga. Parece como si será preciso declararse a sí misma antes de mucho…

Janet Tallwyn se fue minutos más tarde. La puerta apenas se había cerrado tras ella cuando Diana estaba telefoneando a su despacho:

—Oh, Sarah, búsqueme a la señorita Brendon y envíemela aquí. Dele una tarjeta para que pase… Sí, es de máxima importancia. Ahora no lo puedo explicar, pero ocurrió algo. Tendremos que adelantarlo todo… Sí, eso creo, pero no nos queda mucho tiempo. Por eso deseo que venga rápidamente…

—Muy bien, señorita Brackley… Oh, a propósito, he recibido un cable de América. Va dirigido a Nefertiti. Dice: «Mantenga todos los tratos pendientes en espera de la cifra de siete números que ofrecemos por los derechos del antigerone». Viene firmado: «Ben Lindenbaum, presidente, Pursuit Happiness Drug Corporation, Inc., Brooklyn, N.Y. ¿Debo…?

* * *

Un coche salió de la carretera y se detuvo al borde de la hierba apagando todas sus luces. Una a una descendieron varias figuras, se plantaron mirando a su alrededor con ojos no todavía acostumbrados a la débil luz de las estrellas. Una voz dijo baja, pero suficientemente alta para que todos la oyeran:

—¿Todo listo? ¿Tenéis el material?

Se oyeron murmullos de asentimiento.

—Está bien. Ahora no olvidaos en absoluto. Un aullido de mochuelo significa que Jimmy ha cortado los cables del teléfono… todos saldremos del lugar juntos, así quedará aislado el edificio. Entonces esperaréis. Si alguno os localiza, saltad sobre él antes de que pueda dar la alarma y procurad dejarlo callado. Ahora, cuando oigáis tres aullidos de mochuelo reuníos, a cumplir vuestra misión… pero no antes. Recordad, tres aullidos. ¿Lo entendieron todos?

»Perfecto pues. Fijaos dónde pisáis… y mirad por dónde vais. Ya encontraréis la manera de volver aquí… y recordad que no esperaremos a los retrasados ni extraviados. Adelante ahora…