El número real de asistentes fue de casi trescientos, pues muchos de los que se encontraban de guardia consiguieron permiso para bajar a ver a la hamalki que intervendría en la presentación. Sin embargo, la reunión comenzó puntualmente a pesar del personal de más; el público se encontraba ya sentado, de pie, acuclillado, tumbado o colgado cinco minutos antes de la hora señalada.
El teniente Tanzer había conseguido un pedestal para que K’t’lk se encaramara, y lo había colocado justo al lado de la enorme pantalla principal. En la suave luz de la sala, destellaba como cristal tallado bajo el foco dirigido sobre ella, y cada vez que hacía un gesto —lo cual sucedía a menudo—, los reflejos oscilaban por la sala.
—El núcleo del problema, por supuesto —dijo a modo de introducción—, reside en el hecho de que las humanidades nos hemos visto confinadas a nuestra propia Galaxia desde el nacimiento de nuestras especies. Ni siquiera la invención del motor hiperespacial bastó para liberamos. El motor hiperespacial, que está bien para recorrer distancias intragalácticas, unos pocos miles de años luz por vez, digamos, en los viajes más largos, es por completo insuficiente por lo que respecta a las distancias que supone un viaje intergaláctico. Ninguna de las modificaciones realizadas en el motor hiperespacial lo han capacitado para soportar factores hiperespaciales lo suficientemente altos y durante un período lo bastante prolongado como para permitir que cubra esas distancias tan inmensas. Incluso a las velocidades más bajas, con un uso tan prolongado, comenzamos a encontramos con problemas, como es el caso de los cristales de dilitio, que se vuelven quebradizos, las botellas de plasma que se deterioran, y otras cosas por el estilo.
»También existía el problema de la denominada «barrera energética» que rodea la Galaxia… —K’t’lk señaló con un par de patas de vidrio soplado hacia la pantalla, que se iluminó con un esquema de aquel brazo espiral de la Galaxia donde la Enterprise anterior había intentado abandonar la Vía Láctea, con resultados tan desastrosos—. Los astrónomos y astrofísicos estuvieron a punto de volverse locos cuando se descubrió la «barrera», puesto que no había razón alguna para que semejante cosa existiese, de la misma manera que no la había para pensar que pudiera haber un auténtico «límite» en la Galaxia. Lo que hemos descubierto desde aquel último intento de penetración, para nuestro alivio, es que no hay ninguna barrera energética. Lo que la Enterprise experimentó fue un efecto transitorio… un encuentro con la superficie de onda delantera de una megaburbuja.
A la imagen de la pantalla se añadió una enorme línea curva que penetraba un poco en el brazo espiral.
—La superficie de onda llevaba consigo una nevisca de radiación dura (taquiones gamma y delta, y bariones, y otras partículas exóticas de la misma índole) despedida del núcleo de una metaestrella que estaba haciendo explosión en uno de los cúmulos globulares satélites de nuestra Galaxia. —El cúmulo en cuestión palpitó lentamente sobre la pantalla—. La superficie de onda aún está expandiéndose, pero no tendremos que preocupamos por su impacto sobre los mundos habitados hasta dentro de unos nueve mil años. Más importante es lo que ahora sabemos; que podemos salir de la Galaxia sin que la tripulación se vuelva demente. Una vez que corrió la voz de eso, los pueblos de toda la Federación comenzaron a buscar maneras de solucionar el problema.
K’t’lk dirigió varias de sus patas traseras hacia la pantalla, una vez más. Ésta cambió de imagen para mostrar una representación en dos dimensiones de un diagrama tridimensional: una superficie cuadriculada en varios puntos de la cual parecían brotar extrañas estructuras en forma de diamante.
—La línea de investigación que mi equipo y yo seguimos con T’Pask y Sivek en la Academia Científica Vulcaniana —dijo K’t’lk— fue la búsqueda de un medio para acceder a un universo alternativo en particular. Se llama Espacio de Sitter, en honor al matemático terrícola que postuló por primera vez su existencia, hace varios siglos. Llamarlo universo es, en realidad, un error, ya que es más grande que varios universos. Se trata de un espacio, infinito en un sentido que matemáticamente trasciende el «infinito plano» euclidiano, ya que es multidimensional. No estamos seguros del número de dimensiones que puede tener, pero tenemos conocimiento de al menos ocho, las ocho con las que hemos trabajado. «Dentro» de este universo pueden generarse universos enteros, como burbujas multidimensionales. Y de hecho, se generan; la evidencia parece indicar que nuestro propio universo surgió de este modo.
La imagen de la pantalla fue sustituida por un primer plano de uno de los universos en gestación, rodeada por una tabla de datos.
—Pero no era el proceso de generación en sí lo que nos interesaba, sino el espacio donde tiene lugar —dijo K’t’lk—. El Espacio de Sitter es infinitamente caliente y su masa es infinita; posee infinitas cualidades de vector y aceleración, «almacenadas» holográficamente en todas partes. El efecto global del Espacio de Sitter es como si tuviéramos todo un universo abarrotado al máximo de agujeros negros que se comprimen hasta los límites de la compresión… y más aún. Por muy denso y caliente que lo imaginen, es un millón de veces más denso y caliente que eso… y más y más, siempre. Masa infinita.
K’t’lk hizo una pausa para dejar que el concepto fuese asimilado, y se produjo un fascinado e incómodo rumor en la sala, a medida que los miembros de la tripulación se formaban una idea y se volvían para intercambiar miradas.
—Nada puede existir en condiciones semejantes: ni una sola partícula, por elemental que sea. Incluso la materia supercomprimida, como el fluido de neutrones, quedaría automáticamente aplastada y destruida en el momento en que apareciera en el Espacio de Sitter. En este espacio completamente ocupado, nada existe de hecho. Nada puede hacerlo. Se trata de todo un espacio infinito que constituye una ilimitada singularidad. Las leyes del espacio y el tiempo, así como las otras dimensiones, carecen aquí de sentido. Tampoco ellas pueden existir allí.
La sala quedó en silencio cuando K’t’lk alzó la mirada hacia la pantalla, que cambió para mostrar un planeta árido, pétreo, que giraba en torno a un sol rojo de aspecto agotado.
—Éste es el lugar de nuestra primera prueba con la masa infinita —continuó K’t’lk con cierto placer—. Basándonos en ecuaciones que desarrollamos en colaboración con los vulcanianos, y usando hasta cierto punto el decreto selectivo (una técnica matemático-filosófica hamalki que algunos pueblos han denominado «física creativa»), construimos un aparato que podía introducirse en el Espacio de Sitter durante un fragmento de tiempo extremadamente breve, y materializaría una pizca muy pequeña de él en nuestro universo. Éste fue el resultado.
El segundero de la pantalla se activó, y los dígitos comenzaron a correr en sentido descendente hacia el cero. Llegaron al cero… y algo sucedió. Sólo que resultaba imposible decir qué, dado que no ocupó tiempo ninguno; pero ante la no visión de aquello, los miembros de la tripulación se estremecieron, uno de esos temblores imprevistos que no se originan en ninguna parte. Y luego, varios profirieron ligeras exclamaciones… porque donde había estado el planeta, ya no había nada. Nada, ni una partícula de restos; sólo la agotada estrella roja, privada ahora de compañía.
—Lo que acaban de ver es una hipercompresión —dijo K’t’lk—. El aparato que la produjo y el planeta donde estaba instalado fueron ambos hipercomprimidos dentro de la minúscula partícula de Espacio de Sitter en un período de tiempo cero. Y desaparecieron completamente de la existencia física.
El rumor que se produjo en la sala tenía ahora un sonido distinto, como si la gente estuviera considerando mejor la idea de hallarse en la misma nave que semejante aparato.
—El dispositivo que estamos instalando en la Enterprise —prosiguió K’t’lk— funciona sobre el mismo exacto principio. Bueno, ligeramente diferente en el sentido de que el aparato estará dentro de la nave, en lugar de en la superficie de un planeta. Pero el resultado es el mismo una vez que se lo activa. Cualquier objeto que contenga una pizca de masa infinita será instantáneamente aplastado contra la «superficie» del objeto de masa infinita. Más deprisa, incluso, en un período de tiempo cero. Porque donde existe la masa infinita, las leyes del espacio-tiempo quedan abolidas por definición. En un lapso temporal equivalente a cero, la masa infinita que se generará dentro de la Enterprise presionará literalmente la nave de dentro afuera, colapsándola en una curvatura negativa… puede que a algunos de ustedes les resulte difícil formarse la imagen; lo más que puedo hacer es sugerirles que se imaginen que hinchan una burbuja… y que luego la desinflan, succionan el aire de dentro hasta que se desvanece y comienza a hincharse otra vez, en alguna otra parte, hacia atrás. —K’t’lk emitió un abrupto y desorganizado campanilleo que sonó como una tos de incomodidad—. Les pido que me disculpen todos si el símil resulta insuficiente, pero las matemáticas, que son más precisas, requieren un cierto dominio. En cualquier caso, en otra parte del lapso temporal equivalente a cero que se establece durante la generación del punto de masa infinita, la curva negativa y la nave expresada por ella recorren el espectro de esa curva hasta el «fondo» y salen por el otro lado, en una curvatura positiva… momento en el cual la masa infinita «expira» y la nave estelar que la contenía aparece en otra parte del espacio-tiempo original. Tan lejos como se desee, y en cualquier dirección, puesto que en el Espacio de Sitter hay implícitos un número infinito de vectores y aceleraciones. Puede viajarse a un año luz, o a cincuenta, o a cincuenta mil, y por fin fuera de la Galaxia. Directamente hasta la siguiente… o, si se quiere, a la que está después de ésa.
Por toda la sala, la gente invocaba en silencio a sus deidades o sistemas de soporte vital. Muchos se estremecían, y los ojos de muchos brillaban… al menos en el caso de quienes los tenían. Y por el circuito general de la nave, que se había dejado abierto para que transmitiera las preguntas de los tripulantes de guardia, llegó una voz lenta y pausada que declaró, con tono muy terminante:
—¡¡Esto no me gusta!!
Spock, que se encontraba de pie a un lado del podio y aguardaba a que comenzara su parte de la presentación, dirigió una mirada de fatiga hacia un flanco y no dijo nada. K’t’lk se echó a reír, un repiqueteo delicado, y dedicó un momento a acicalarse con las cuatro patas delanteras.
—Ése tiene que ser el doctor McCoy —comentó—, a quien no le importa que sus átomos sean revueltos por el transportador.
—Hay algo indecente en todo esto —declaró la voz de McCoy, desde la enfermería—, y estoy pensando seriamente en pedir el traslado a una nave más segura. Una que opere en la zona neutral romulana, por ejemplo. O una patrulla de las inmediaciones de una nova.
—Indecente es una palabra perfecta, doctor —comentó K’t’lk con tono alegre—. También lo es «ilegal». Las ecuaciones de las que deriva el acceso al Espacio de Sitter quebrantan muchas leyes de la física, y unas cuantas más que ni siquiera sospechábamos que existieran hasta que las quebrantamos. De hecho, estamos tratando con un área que escapa a la ley natural… una en la que resultaría posible hipercomprimirlo a usted hasta tal grado que no se le podría detectar ni siquiera con un microscopio de taquiones, y en un lapso de tiempo cero devolverle su maravilloso ser picajoso, sin que esa naturaleza picajosa haya sufrido la más mínima alteración a causa del proceso. No hay tiempo para que sus células sufran daño alguno, ni para que le suceda nada más. Simplemente, no hay tiempo.
—Puede que sea cierto —contestó McCoy, un poco suavizado por el murmullo de risas que recorrió la sala recreativa—. Pero dejando a un lado el revoltillo de átomos, hay una cosa que me inquieta todavía más. En el transportador, hay un breve pero mesurable período de tiempo durante el cual yo no existo…
—En el proceso que tenemos entre manos, tampoco existirá durante un período temporal equivalente a cero —dijo K’t’lk—. No obstante, también la Enterprise se encontrará en la no existencia durante ese período… y desde el punto de vista de usted, lo mismo sucederá con el universo. No tendrá nada con lo que comparar su propia no existencia. Las cuestiones filosóficas y éticas son considerables; me encantaría discutirlas con usted más tarde, si tiene tiempo. Por el momento, sin embargo, lo que puedo decirle es que me he sometido ya a la inversión unas cincuenta veces durante las pruebas del prototipo, y en ninguno de los casos me di cuenta de nada… —Su voz se apagó con un tono de melancolía.
McCoy refunfuñó algo inaudible y no dijo nada más.
—Por cierto —prosiguió K’t’lk—, a aquellos de ustedes que tengan ancestros terrícolas, el uso de este motor les hará acreedores a una parte de un antiguo premio dispuesto por alguien llamado Lloyd, de Londres… un premio que debe ser otorgado a la primera persona o personas que hagan pasar una nave a través de un «agujero negro» u otra singularidad, y regresen para informar de los resultados. Tengo entendido que las autoridades han decretado que el Espacio de Sitter constituye una singularidad, así que todos ustedes pueden aspirar a una parte del premio. Dicen que el dinero se ha acumulado de mañera considerable a lo largo de los siglos, a lo cual se suman los intereses compuestos y la reevaluación múltiple de la moneda. Si no me equivoco, creo que podrían ustedes comprar la Flota Estelar si reunieran todo el dinero en un fondo común.
Se oyeron risas entre los asistentes, algunas ceñudas, otras divertidas. Una humana joven de la Tierra, con largo pelo negro rizado, ataviada con el uniforme dorado del departamento de Defensa, levantó una mano y se puso de pie cuando K’t’lk le cedió la palabra.
—Por favor, corríjame si me equivoco, señora —dijo con voz dulce de marcado acento de la universidad de Oxford—, pero me da la impresión de que este… aparato… tiene claras posibilidades como arma.
—Oh, sí —replicó K’t’lk con tono seco—. Mantenga una pizca de masa infinita en un lugar durante más que una micro fracción de tiempo, y comenzará a absorber toda la masa del universo hacia su interior a una velocidad asombrosa. Eso sucedería aun en el caso de que se hallara en medio de la nada. Puede imaginar las consecuencias de dejar un aparato como éste en funcionamiento en, digamos, el campo hiperestelar del centro de la Galaxia, donde las cosas ya son lo bastante extrañas de por sí. Es mejor no imaginarlo. Hemos dedicado muchos esfuerzos a mantener este aparato lejos de los klingon y los romulanos, por el momento. El capitán K’rk hablará de eso más tarde.
La sala se llenó de murmullos. Un altasa alto y delgado que estaba acuclillado se incorporó, y dio triple voz a su pregunta en un ulular altano bajo.
—Contradicción descripción-paradoja. Y según-expuesto, ¿posibilidad-viaje-temporal?
—Hay muchísimas paradojas en las ecuaciones, sí —respondió K’t’lk, con una voz alegre y despreocupada—. Yo misma escribí la mayoría de las ecuaciones principales, y las puse todas a prueba… y sin embargo aún no estoy segura de cómo se derivan los resultados de esas ecuaciones. Y los vulcanianos que han trabajado conmigo parecen pensar que quizá nunca lo sabremos. Lo único que puedo decirle con seguridad es que funcionan. Así que, de momento, eso es algo que puede esperar… visto que las ecuaciones han producido resultados que podemos convertir en algo ventajoso. Y, sí, hay una posibilidad de que el aparato pueda ser usado para realizar viajes temporales… o para viajar a lo largo de cualquier número de ejes «tipo tiempo» y «tipo espacio», continuos, podríamos llamarlos, que se encuentran implícitos en el Espacio de Sitter. Pero creo que será mejor que exploremos los viajes dentro del espacio normal antes de empezar a mecernos con las coordenadas temporales.
—Meternos —dijo Spock, sotto voce, desde un flanco.
—Gracias, sí. ¿Es eso todo por el momento? En tal caso, el señor Spock puede comenzar con su parte.
K’t’lk descendió hasta quedar plana sobre el pedestal, y acalló su campanilleo mientras Spock subía y se situaba junto a la pantalla.
—Visto que nos encontramos ahora en libertad para salir de la Galaxia —comenzó, en postura muy erguida e inmóvil—, la misión que la Flota Estelar nos ha asignado consiste en un breve viaje fuera de ella, hasta una de nuestras galaxias vecinas más cercanas, la Pequeña Nube de Magallanes…
La visión de la pantalla cambió para mostrar un esquema del grupo local, la asociación de veinte galaxias de las cuales la Vía Láctea y la galaxia de Andrómeda eran las dos de mayor tamaño. Cerca del gran espiral de la Vía Láctea, la Pequeña Magallanes fue rodeada con un círculo y etiquetada con los datos pertinentes por el ordenador. Era mucho más pequeña que las dos grandes galaxias espirales, tan sólo un brillante salpicón alargado de estrellas, ligeramente más grueso en un extremo que en el otro.
—Este objeto no es propiamente una nube, por supuesto, sino una galaxia tipo 10 irregular y, junto con su compañera, la Gran Nube de Magallanes, constituye un satélite de la nuestra. La Gran Nube de Magallanes se encuentra ligeramente más cerca, a ciento noventa mil años luz de distancia, comparados con los doscientos mil que nos separan de la Pequeña Nube. Pero la de tamaño inferior ha sido más extensamente estudiada durante años, en particular sus estrellas Cefeidas variables.
En la pantalla, la mancha de estrellas se transformó en un primer plano de tiempo comprimido, en el que muchas estrellas brillantes titilaban con lentitud haciéndose más luminosas y más mortecinas en una miríada de ciclos.
—Estas estrellas han sido usadas durante siglos para determinar las distancias galácticas. Ahora, sin embargo, vamos a usarlas como faros gravitatorios. Ésta en particular —y la pantalla se cerró sobre una estrella blanco azulado que se encendía, se amortecía y volvía a brillar con fuerza—, la DG Magallanes Minoris, en el cúmulo nebular NGC 121. Su ciclo de 89,39 horas es uno de los más cortos de todas las Cefeidas, y es fácilmente identificable.
»Con esta estrella como punto de referencia, transitaremos usando el aparato de inversión de modo que emerjamos a unos mil años luz de los límites de la Pequeña Nube, realizando en un lapso de tiempo igual a cero un cambio de posición que nos llevaría doscientos ochenta y tres años realizar a factor hiperespacial nueve. —Dejó que el murmullo de asombro que se elevó por la sala se apagase antes de proseguir—. A partir de allí, tenemos orden de realizar otros diez tránsitos dentro de la Pequeña Nube, y usar sensores de largo alcance para comenzar el cartografiado preliminar de las estrellas y sistemas planetarios afiliados con varias Cefeidas. Una vez que el reconocimiento quede completado, debemos realizar el tránsito de vuelta al exterior de la Pequeña Nube e iniciar el camino de regreso a nuestra galaxia originaria mediante una serie de treinta y seis tránsitos, durante los cuales sembraremos un número equivalente de boyas de navegación de largo alcance dispuestas en forma cúbica, para que sirvan como puntos de referencia en el espacio extragaláctico a futuras misiones. —Spock se volvió hacia un lado al tiempo que se apartaba de la pantalla—. ¿Capitán?
El capitán Kirk subió para situarse ante la masa de tripulantes y los examinó con la mirada durante un momento.
—La Flota Estelar no nos ha dado ninguna otra orden —dijo—, excepto que tomemos las precauciones debidas antes de investigar cualquier cosa que nos parezca que debe ser investigada. De todas formas, deben ustedes saber que últimamente los klingon han estado acechando por esta zona. Saben que hemos estado probando un motor que no depende del principio hiperespacial. Podría apostarse con bastante seguridad que saldrán tras nosotros en cuanto abandonemos el espacio de la Federación, e intentarán arrebatárnoslo. Si nos provocan, haremos lo que sea necesario para atajar la situación. Pero tengo la obligación de no permitir bajo ningún concepto que el aparato de inversión caiga en sus manos… la Flota Estelar se ha mostrado inflexible en este punto. —Hizo una pausa para que pudieran hacerse una idea de lo que quería decir con eso. La quietud de la sala denotaba que lo entendían muy bien—. Cualquiera que quiera declinar esta misión, puede hacerlo sin perjuicio para su historial. ¿Y bien? ¿Comentarios?
En la sala se oyó un rumor. Y una voz habló… probablemente la de uno de los tripulantes mizarthu, a juzgar por el discurso holofrásico y la voz gruñona:
—¡Respetos, señor, dejemos de hablar de prisa vamos!
La sala estalló en vítores y aullidos, chillidos y ululares y ruidosos aplausos. Kirk bajó de la plataforma y se encaminó a sus habitaciones, y hacia la partida de cartas… esperando sólo hasta que las puertas del ascensor se hubieron cerrado para dejar que la abierta sonrisa aflorara a sus labios.