Dibujar era una manera de estar en otra parte.
Mamá me llevó un cuaderno de dibujo y varios lápices y bolígrafos. Por eso, cuando no estaba fumando o tratando de dormir, dibujaba las cosas que me imaginaba.
Soy un artista aceptable. Mamá cree que soy mejor de lo que soy. Tiene un cajón lleno de dibujos y de relatos míos que conserva desde que era pequeño.
Quería hacerle un regalo especial para su cumpleaños, porque cumplía cincuenta. Yo tenía quince y la convivencia conmigo no era nada fácil. Quería demostrarle que la quería, y la sigo queriendo. Pensé hacerle un retrato, pero se lo conté a papá y me dijo: «¿No crees que preferiría uno de la familia?». Tenía razón y me convenció. Decidí dibujarnos a todos juntos en el sofá, pero quería que fuera una sorpresa, así que entraba en el cuarto de estar cuando ella estaba viendo la tele, o leyendo, o lo que fuese, y tomaba apuntes en secreto, hacía bocetos parciales para ayudarme a recordar los detalles, como su costumbre de ladear ligeramente la cabeza o su manera de cruzar las piernas, metiendo un pie por detrás del otro tobillo.
Yo creo que la personalidad de las personas se esconde en estos detalles, y si sabes captarlos consigues captar a la persona.
Eso fue mucho después de la muerte de Simon, y ya no nos acordábamos de él todos los días. Puede que mamá sí, pero yo no. No tanto. Y mucho menos tanto como me acuerdo ahora. De todos modos, no me parecía bien hacer un retrato de familia sin él.
Al final hice un dibujo del que estoy muy orgulloso, y eso es algo que no suelo decir. Cogí una foto de Simon de la repisa de la chimenea, una en la que salía radiante, con su uniforme del colegio recién estrenado, y la apoyé en la mesita donde dejamos los periódicos, al lado del sofá. Dibujé a mamá a su lado y luego a mí, entre papá y ella. El cruce de piernas de mamá me salió casi perfecto, y a papá lo dibujé mordiéndose el labio inferior, como hace siempre cuando quiere concentrarse. Los autorretratos son lo más difícil. Es difícil captarse a uno mismo, incluso saber lo que hay que captar. Al final decidí representarme con un cuaderno en las rodillas, dibujando. Y si te fijas bien, se ve que la parte superior de lo que estoy dibujando es el propio retrato.
Creo que es lo mismo que estoy haciendo ahora. Incluyéndome a mí mismo en este relato y contándolo desde dentro.
En el hospital, me sentaba en el jardín de fumadores y dibujaba mi apartamento. Recordaba cómo era mi cocina y la dibujaba completa, con las baldosas rajadas y el papel de la pared abombado. La abuela Noo está delante del fregadero, pelando verduras, y su paquete de cigarrillos mentolados está en la encimera. Cuando dibujo de memoria, me gusta pensar dónde estaría yo si de verdad estuviese allí. Estoy en el pasillo, fuera de la vista. Incluso dibujé un trozo del marco de la puerta a un lado. No estaba mal. Estaba muy concentrado en el dibujo y no me di cuenta de que una paciente me miraba de reojo.
Se llamaba Jessica, creo. Dijo que le gustaba el dibujo y me preguntó si le haría un retrato.
Cuando dibujas lo que tienes delante —en vez de sacarlo de un rincón de la memoria—, te fijas más en dónde estás y sientes que de verdad estás ahí. No sé si tiene mucho sentido, pero así es.
Jessica tuvo una hija que se llamaba Lilly, pero Lilly era mala. Eso me contó, para explicarme por qué tenía aquellas cicatrices. Me invitó a su cuarto y cerró las cortinas. Le dije que sería mejor dibujarla con luz natural, pero se desabrochó la blusa, se quitó el sujetador y nos quedamos en silencio.
Podía haber retratado a otros pacientes, a Tammy, quizá, con su vestido rosa, abrazada a su osito de peluche. Jessica lloraba y decía que era maravilloso sentirse mirada. Podría haber dibujado al hombre que examinaba los zapatos cada diez minutos para descubrir micrófonos ocultos, o haber captado a Euan en pleno caos, cuando se daba golpes contra las paredes por pura diversión. Podría haber dibujado a Susan, que se pasaba la hora de comer recogiendo los saleros de todas las mesas hasta que Alex le decía a gritos que se estuviera quieta y se ponían los dos de mal humor durante horas. O el pelo apagado y grasiento de Shreena, que se lo arrancaba a mechones y lo dejaba por todas partes. Podría haber dibujado los mechones y haber captado su personalidad en los sitios en que decidía tirarlo.
Había diecinueve camas en la planta. Llegaban nuevos pacientes al tiempo que otros se marchaban, como si aquello fuera el hotel más estrambótico del mundo. Podría haberlos dibujado a todos, pero sólo dibujé a Jessica. La dibujé medio desnuda en la penumbra de su habitación. Y dibujé sus cicatrices. Había alimentado al diablo con sus pechos y después se había librado del dolor.
—Es perfecto, Matt. Gracias.
—No hay de qué.
—Es perfecto de verdad.
—Me alegro.
Yo no quería pensar dónde estaba, no quería sentirme allí. Por eso no dibujé a otros pacientes, ni a la enfermera de guardia al día siguiente, mirando el retrato de Jessica y moviendo la cabeza muy despacio.
—A ella le pareció perfecto —protesté débilmente.
—No se trata de eso, Matthew.
—Ella me lo pidió.
—Se sintió presionada. Y eso no está bien.
—Eso es una gilipollez como la copa de un pino.
—Por favor, no emplees ese lenguaje.
—Es que lo es. Es una gilipollez. Yo ni siquiera quería dibujar a esa zorra.
—Ya está bien, Matthew. Nadie te está riñendo. Es sólo una cuestión de límites. Todo el mundo está aquí para ponerse bien, y eso te incluye a ti también. Te pido que no entres en la habitación de otros pacientes, aunque ellos te inviten.
—Ella me invitó.
—Y te pido que no dibujes a nadie. Eso sí, veo que tienes mucho talento.
—Por favor, no…
—¿Sí?
—No digas eso. No lo necesito. No volveré a dibujar a nadie. No quiero. Ni siquiera quería dibujarla a ella.
—De acuerdo, dejémoslo así. Y no te estoy riñendo, Matt.
—¿Puedo irme?
—Por supuesto.
Dibujé a la abuela Noo en mi cocina, y el banco del parque donde me sentaba con Jacob cuando hacíamos pellas. Dibujé el mundo exterior. Si alguna vez vas a casa de mis padres, verás el retrato de mi familia encima de la chimenea. A mamá le encantó. Dibujar es una manera de estar en otra parte.