No dijo mucho más.
No le gusta hablar, y menos de las cosas importantes, de madres y de hermanos y de cómo nos sentimos por dentro. Nunca verás a Jacob Greening encorvado sobre una máquina de escribir, manchando papeles con sus secretos de familia.
Estábamos en mi dormitorio. Pusimos un CD, aunque no recuerdo qué estábamos oyendo, sólo recuerdo que el disco no paraba de saltar, y Jacob lo apagó. Estábamos colocados, eso sí lo recuerdo.
Jacob había traído una hierba muy decente, que le había pasado Hamed, y habíamos cambiado nuestro cubo de agua casero por una pipa de agua que compramos en el mercado de St. Nick, como regalo por la mudanza.
Yo ya no fumo tanto, pero entonces consumía fácilmente quince gramos a la semana. Denise Lovell cree que eso ha sido gran parte del problema. Cuando le hablé de mis dibujos, de la sensación de que mi mano se movía sola, me dijo que es posible que ya entonces estuviera pirado, sólo que nadie se había dado cuenta.
Jacob era un ruido de fondo. Pasaba algo con su madre, con cómo la habían peinado.
Había cogido mi almohada y estaba abrazado a ella.
Mi cuaderno de dibujo estaba abierto, delante de mí, y vi que el bolígrafo empezaba a rasgar el papel.
Ocurrió tan deprisa que ni siquiera me di cuenta de que estaba dibujando. Únicamente vi que el dibujo cobraba exactamente la forma que yo quería. En el centro había una caja tridimensional, como la tarjeta que hice para Simon muchos años antes.
—Para.
Y alrededor de la caja, estirándose como tentáculos, había una serie de cubos que comunicaban otras cajas más pequeñas. No eran cajas sino cilindros.
—¿Qué cojones estás haciendo?
Formaban un círculo alrededor del centro. Más tubos conectaban a su vez los cilindros entre sí y se desplegaban para formar un segundo círculo, y un tercero.
Jacob me arrebató el cuaderno.
—Es una gilipollez. Estate quieto.
No fue sólo esa página. Había hecho el mismo dibujo montones de veces. Puede que llevase varios días dibujando lo mismo.
Jacob los rompió todos, hizo pedazos todas las páginas, una por una.
—Eran míos —dije.
—Se te está yendo la pinza, tío.
—Era mi último cuaderno de dibujo.
—Pues haz otra cosa. Juega conmigo a la X-Box.
Me levanté y me acerqué a la pared contraria. Me parecía que no era yo quien movía el bolígrafo, sólo lo veía moverse.
—Perderemos la fianza —se lamentó Jacob.
—Yo no pienso irme.
—Por favor…
—¿Qué? ¿Qué cojones quieres? ¡Estoy ocupado! ¿Es que no ves que estoy ocupado?
Le grité. No quería, pero me salió la voz como si me desgarrara. Me miró asustado, y de pronto me avergoncé. Me volví a la pared y vi cómo otro cilindro cobraba forma delante de mí.
—Lo siento. Estoy ocupado, ya lo ves. Tengo que hacerlo, ¿vale?
El ruido lejano del tráfico entraba por la ventana abierta, acompañado de otro sonido. No lograba distinguirlo. Jacob se fumó dos cigarros antes de volver a abrir la boca.
—¿Te acuerdas del colegio? —dijo entonces. Habló en voz muy baja, como si temiera que el recuerdo pudiese oírlo y se le escapara—. ¿Te acuerdas del primer día, cuando me prestaste tu corbata?
Sentí que el bolígrafo caía sobre la alfombra.
—Ha pasado mucho tiempo, ¿verdad?
—Sí, pero nunca lo olvidaré.
Ese día le di mi corbata y él se la pasó alrededor del cuello y luego me miró, con gesto impotente.
Ahora no necesitaba mirarlo. Sabía que me estaba mirando exactamente igual que ese día. Llevo este recuerdo de un sitio a otro como si fuera un mueble, pero siempre termina aquí. Jacob no sólo necesitaba que le prestara la corbata. También necesitaba que le hiciese el nudo.
Somos egoístas, mi enfermedad y yo. No pensamos en nada más que en nosotros mismos. Damos forma al mundo que nos rodea y lo convertimos en mensajes, en secretos susurrados que nos hablan sólo a nosotros.
Eso fue lo último que hice por otra persona.
—Vale —dije—. Lo comprendo.
Jacob no podía quedarse, no era justo para él.
—Lo siento, Matt.
No lloré. Él nunca me ha visto llorar. Pero me faltó muy poco.
—Tienes que cuidar de tu madre —dije—. Te necesita.
Hice ese nudo pulcramente para Jacob. Le di permiso para que se marchara. Dijo que seguiríamos viéndonos a diario.
Supongo que eso significa que somos amigos.
Toc
TOCTOC