ERES MUY VALIOSO PARA EL EQUIPO, decía el director.

Siempre era el primero en ofrecerme voluntario para cubrir los turnos cuando alguien se ponía enfermo y nunca me quejaba si me asignaban trabajo extra en el turno de noche. No sé qué haríamos sin ti, decía el director.

Tenía una hora de descanso a las tres de la madrugada, para dormir un rato antes de empezar a preparar los desayunos, pero no dormía. Cogía la bici y me iba a dar un paseo por las calles silenciosas hasta el parque, hasta nuestro banco, al lado de un árbol. A veces Jacob llegaba antes que yo y me esperaba, otras veces yo llegaba primero y lo veía aparecer por la entrada principal y acelerar por el césped en la cuesta abajo, pedaleando tan deprisa que la bici temblaba y se sacudía, hasta que llegaba justo al lado del banco, clavaba el freno y derrapaba con la rueda de atrás, levantando la tierra húmeda.

Traía hamburguesas con queso y patatas fritas del Kebab House, y pasábamos juntos la hora de descanso, contemplando la noche, comiendo porquería y hablando de nuestro plan de alquilar un apartamento en cuanto hubiésemos ahorrado lo suficiente. Este apartamento, nuestro apartamento, nuestra vida. Todo era de lo más fácil.