maneras de darse la mano

No he descrito ese saludo especial entre papá y yo.

Cuando nos hicimos amis, inventamos una manera de darnos la mano. Creo que lo he mencionado antes, pero no he contado cómo es. Es un saludo especial, pero no es secreto, así que puedo contártelo.

Lo que hacemos es chocar la mano izquierda, entrelazar los dedos y juntar luego las puntas de los pulgares. Lo hemos debido de hacer miles de veces.

No las he contado.

Cada uno de estos saludos especiales dura apenas un segundo, pero si se juntaran todos durarían horas.

Si alguien hiciera una foto en el preciso instante en el que unimos los pulgares y viese las fotos en un libro animado, formarían una secuencia temporal, como esas imágenes de los documentales de naturaleza en los que se ven crecer las plantas o arrastrarse las lianas por el suelo de la selva.

La película comienza con un niño de cinco años que está de vacaciones con su familia en Francia. Quiere aplazar el momento de acostarse y para ello le habla a su padre del cangrejo ermitaño que han capturado en la charca de las rocas. El saludo especial fue idea de su padre. Los pulgares se rozan y la cámara hace clic. En segundo plano, en el balcón del hotel, la madre del niño y su hermano mayor los están observando. Revelan una mezcla de orgullo y de celos.

Se suceden a fogonazos, día y noche, como una luz estroboscópica, las estaciones del año chocan unas con otras, las nubes explotan, las velas se derriten en una cobertura de azúcar y una corona de flores se pudre. El niño y su padre surcan el tiempo, veloces, con los pulgares unidos.

El niño crece como una liana.

Y en cada instante hay un mundo oculto, detrás de los balcones, fuera de la memoria, lejos del alcance de la comprensión.

Únicamente puedo describir la realidad tal como la conozco. Lo hago lo mejor que puedo y prometo seguir intentándolo. Choquemos las manos por ello.