Me caí, me di un golpe y me hice sangre en la rodilla, y Simon tuvo que llevarme en brazos hasta la caravana sin ayuda de nadie, a pesar de que eso casi lo mata, pero lo hizo de todos modos, lo hizo por mí, porque me quería.
Eso ya te lo he contado.
Después dije que había una palabra para describir la debilidad muscular, y que la buscaría si tenía la oportunidad. Puede que a ti se te haya olvidado por completo, pero a mí no. A mí no se me ha olvidado.
Hay un Diccionario de Enfermería en la sala de los enfermeros, al final de la escalera de atrás, y lo vi encima de la mesa. Lo vi cuando entré a preguntar si podía usar el ordenador para escribir un rato.
Fue muy divertido, porque la chica a la que se lo pregunté (la del aliento con olor a menta y los pendientes de oro que siempre se empeña en leer por encima de mi hombro) se quedó helada. Estaba sola en la sala y se quedó completamente helada, como si el Diccionario de Enfermería contuviera todos los secretos que los pacientes no deben conocer. De verdad, no podía ni abrir la boca.
Entonces pasó una cosa muy divertida. ¿Te acuerdas de Steve? Sólo lo he nombrado una vez. Era el que me dejó usar el ordenador en una sesión. Dije que quizá no volvería a hablar de él. Bueno, pues en ese momento entró en el despacho, y la chica se volvió a preguntarle, con mucho recelo, si los pacientes podían consultar el diccionario. Lo dijo así:
—Esto… esto… ¿es conveniente que los pacientes consulten el diccionario, Steven?
Y no te imaginas lo que hizo él. Pasó por delante de ella y, con un solo movimiento, cogió el diccionario y me lo lanzó a las manos como un balón de rugby. Y al mismo tiempo dijo:
—¿Qué pregunta es ésa? —Eso dijo—. ¿Qué pregunta es ésa?
Entonces se volvió a mí y me guiñó un ojo, aunque no fue un guiño secreto, porque chasqueó la lengua como si quisiera decir: «Tú y yo, chico, estamos juntos en esto».
¿Entiendes lo que quiero decir? No sé si me estoy explicando bien. Pero seguro que entiendes por qué fue divertido. Fue divertido porque la chica no sabía si yo podía consultar el diccionario. Y fue el doble de divertido porque Steve la dejó en ridículo, al tomárselo con tanta naturalidad.
Pero lo más divertido de todo, lo que me hace reír a carcajadas, lo más divertido es que Steve chasqueó la lengua y me guiñó un ojo, para demostrar que estaba de mi parte. Sólo que no estás de mi parte. ¿Lo estás, Steve? Si lo estuvieras, me habrías pasado el diccionario tranquilamente, como a un adulto. Pero si montas un puto número para dármelo es porque lo estás convirtiendo en algo muy importante. Claro que eso es lo que hace la gente así, los Steves de este mundo: convertir en un acontecimiento lo que no vale nada. Y lo hacen sólo por ellos mismos.
Simon tenía hipotonía. Tenía también microgenia, macroglosia, pliegue epicántico, un defecto en la aurícula cardíaca y una cara preciosa y sonriente como la luna. Odio este sitio de mierda.