POR FAVOR DEJA DE LEER POR ENCIMA DE MI HOMBRO

Se empeña en leer por encima de mi hombro. Ya es bastante difícil concentrarse aquí para que encima vengan a leer por encima de tu hombro.

Tuve que escribir un cartel con mayúsculas para que el mensaje llegara a su destino. Dio resultado, pero ahora me siento mal. Fue la estudiante de trabajo social la que se puso a leer por encima de mi hombro, una chica muy joven, con aliento de olor a menta y unos pendientes de oro muy grandes. Es muy guapa.

El caso es que se ha ido brincando por el pasillo, tan contenta, como si nada, pero sé que le he hecho pasar vergüenza, porque la gente sólo brinca así y parece tan contenta cuando está avergonzada. Cuando no pasamos vergüenza no necesitamos dar brincos, nos basta con caminar.

De todos modos me alegro de poder utilizar este ordenador. Lo usé una vez en una sesión, con el terapeuta ocupacional. Se llama Steve, y no creo que vuelva a hablar de él. Se contentó con que yo no intentase comerme el teclado, o lo que sea que les preocupe, y me dijo que podía utilizarlo para escribir. Eso sí, todavía no me ha dado la contraseña, así que tengo que pedirle permiso cada vez que quiero entrar, y sólo nos dan cuarenta minutos. Así son las cosas aquí: cuarenta minutos para esto y cuarenta minutos para lo otro. Sin embargo, siento haber hecho pasar vergüenza a esa chica. Lo siento de verdad. No me gustan nada esas cosas.