retratos de familia

Lo siguiente fue que mamá subió el volumen de la radio para que no la oyese llorar.

Era una tontería. La oía de todos modos. Estaba sentado en el asiento de atrás y ella lloraba con mucha fuerza. Mi padre hacía lo mismo. Lloraba mientras conducía. Sinceramente, no recuerdo si yo también estaba llorando, aunque creo que es probable. Además, parecía que tenía la obligación de llorar. Me toqué las mejillas y resultó que estaban secas. No estaba llorando.

Eso es lo que significa quedarse de piedra, ¿no? «Me quedé tan petrificado que ni siquiera podía llorar», se oye decir a veces a la gente en la tele. En esos programas del corazón o lo que sea. No era capaz de sentir nada, explican. Estaba completamente petrificado. Y el público asiente con compasión, como si todos hubieran vivido la misma experiencia y conocieran perfectamente la sensación. A mí me pasó lo mismo, pero en ese momento me sentí muy culpable. Escondí la cabeza entre las manos para que si mamá o papá se volvían a mirarme pensaran que estaba llorando con ellos.