Agradecimientos

Muchas personas dicen que escribir es una profesión solitaria. Yo he tenido la inmensa suerte de haber contado con un apoyo y unos amigos magníficos a lo largo del proceso de escritura, y estoy agradecida a todos los que me han animado, me dan dado consejos y han escuchado mis divagaciones.

Le debo un especial agradecimiento a mi agente, el atento y divertidísimo Jim McCarthy, por haberme dado una oportunidad y haber sacado El Bosque de Manos y Dientes del montón de los originales rechazados. También quiero dar las gracias a mi genial editora, Krista Marino, cuyo entusiasmo y cuya dedicación son asombrosos. Muchas gracias al fantástico equipo de Delacorte Press, que trabaja sin descanso para asegurarse de que todos los detalles salgan bien; a Vikki Sheatsley y Jonathan Barkat, por su intuición, y a Beverly Horowitz, Orly Henry y Colleen Fellingham por todo el tiempo que han dedicado a Mary.

Diana Peterfreund y Erica Ridley me ofrecieron unas críticas, un entusiasmo y una motivación increíbles. Toda la familia Davis supo comprenderme cada vez que me quedaba en las nubes, y Jason Davis y JP me ofrecieron sus admirables conocimientos sobre biología y parasitología, que tanto me ayudaron a afinar los detalles del mundo retratado en el libro.

Estoy muy orgullosa y me siento honrada del apoyo de mi familia. No tengo palabras suficientes para dar las gracias a mi madre, Bobby Kidd, quien siempre creyó que algún día acabaría comprando mi obra en una librería; a mi padre, Tony Ryan, que tantas conversaciones ha mantenido conmigo acerca de cómo construir el mundo; y a mis hermanas, Jenny Sell y Chris Warnick, quienes siempre han sido mis defensoras más incondicionales en todos los caminos que he elegido. ¡Gracias! ¡Os quiero mucho!

Por último, quiero dar las gracias a John Parke Davis por haberme convencido, no sé cómo, para ir a ver aquella primera película de zombis, por haberme dado la mano y haberme avisado de las partes más aterradoras para que no pasara un mal trago, así como por haber pasado horas y horas debatiendo después cómo podríamos sobrevivir al Apocalipsis zombi. Y sobre todo, por haberme animado a escribir lo que quisiera, aunque eso implicase escribir sobre los zombis. Sin ti, este libro no existiría.