5.25 p.m.
Emily sintió una opresión en el pecho tras su conversación con Michael.
Aquellos acontecimientos bastaban para volver loca a una persona cuerda y ella advirtió un nuevo nerviosismo en su caminar. El aeropuerto atestado le parecía menos seguro que antes de la llamada y miraba con recelo a todos los pasajeros.
«No te asustes. No tiene sentido reaccionar de forma exagerada», se dijo a sí misma, pero eso es fácil de decir y muy complicado llevarlo a la práctica. No había forma de serenarse.
Al doblar una esquina llegó a una larga hilera de puertas de cristal que conducían al exterior del aeropuerto y una fila de limusinas aparcadas junto a la acera. Junto a los relucientes sedanes negros había unos hombres sosteniendo unos carteles. Todos ellos tenían un aspecto de profesionales serios y caros, todos excepto uno: un hombrecillo apoyado sobre un Audi de color gris que sostenía un letrero donde rezaba: «Dr. Antoun». Vestía un traje harapiento y arrugado. El pelo parecía ignorar qué era un peine. Aun así, lucía una gran sonrisa y recibía a cada pasajero con un asentimiento, a la espera de que uno se volviera y anduviera hacia él.
Athanasius había arreglado las cosas de modo que uno de sus amigos acudiera a recogerla, pero daba la impresión de que este iba corto de presupuesto. Se dirigió al conductor con un asentimiento de cabeza y se aproximó al coche.
—Soy la doctora Wess, soy… —Emily vaciló, no muy segura de qué palabra podía usar—, soy colega del… doctor… Antoun.
Esperó a que el hombrecito le abriera la puerta del asiento trasero, ella miró dentro y después a sus espaldas. Luego, tomó asiento y se apresuró a abrocharse el cinturón de seguridad.
Emily se puso tensa cuando el coche se alejaba de la acera, pues le pareció ver con el rabillo del ojo una franja de color, o más bien sin color, era un área de un gris llamativo y apagado al mismo tiempo, pero cuando se fijó no había nadie, salvo otros conductores a la espera de sus pasajeros.
«Me estoy poniendo paranoica», se burló de sí misma. Se enderezó en el asiento y fue controlando las pulsaciones hasta que bajaron a un ritmo normal.