Nueva York, 11.15 a.m. EST (4.15 p.m. GMT)
—Esto no va a gustarte nada —auguró con solemnidad el hombre desde su minúsculo móvil.
Trent era un Amigo con muchos años a su servicio y el Secretario le permitía cierta informalidad en el trato que jamás habría concedido a ningún otro de sus hombres.
—Al grano —replicó el Secretario con una voz que no delató emoción alguna, pero la observación atrajo su atención e hizo que se incorporase en el asiento.
—Hemos estudiado a fondo a los miembros del departamento del Custodio en el Carleton College. Ya sigan en el campus, ya se hayan marchado de vacaciones, los tenemos controlados a todos; a todos, salvo a uno.
El Secretario sujetó el auricular con más fuerza.
—¿De quién se trata?
—Una joven profesora, la doctora Emily Wess. No está donde debería estar.
El Secretario repitió el nombre para sí mismo, articulando los labios de forma un tanto exagerada. Le sonaba vagamente, dado que había leído una lista de todos los colegas y compañeros del Custodio en la universidad en cuanto habían conocido la identidad de aquel. Pero ese nombre por sí solo no le decía nada. Habían investigado a todas las personas de esa lista, pero ninguna había levantado sospecha alguna, incluida la doctora.
—Registramos su apartamento hará cosa de unos meses —comentó, pensativo—, pero no hallamos nada anómalo.
—No —convino el Amigo—. Era una advenediza a juzgar por el expediente. Joven, novata, una asociada recién llegada. Pero el tema de su tesis doctoral —continuó, acercándose el móvil a los labios— reviste cierto… interés.
El Secretario ya estaba pidiendo más información a través del portátil. El Consejo conservaba a perpetuidad una ficha sobre todas las vigilancias del pasado precisamente para momentos como aquel. El nudo del estómago se convirtió en una piedra en cuanto el expediente resultó visible en el monitor.
—Cuando era una estudiante de posgrado, la doctora Wess escribió sobre Ptolomeo, sobre Egipto —prosiguió Trent al otro lado del teléfono. Sus palabras confirmaban lo que estaba leyendo el Secretario.
—Figura en el dosier —repitió el Secretario, pero en esta ocasión el tono de su voz era inusualmente tenso—. La investigamos. La joven tenía interés en la historia y en Egipto, pero no estaba en condiciones de establecer ninguna conexión ni con la Sociedad ni con el propio Custodio. La teníamos bajo vigilancia, ya que trabajaba en el mismo edificio que él, pero no se detectó motivo alguno que permitiera sospechar la existencia de una conexión entre ellos.
—Lo sé —replicó el Amigo—, mucha gente estudia historia, e incluso historia del Antiguo Egipto, pero el expediente de la doctora Wess va a cobrar mucho más interés en cuanto sepas dónde ha decidido pasar el puente de Acción de Gracias.
—¿Dónde? —inquirió el Secretario.
—En Inglaterra. Emily Wess aterrizó en Heathrow esta mañana.