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Oxford, 4.10 p.m. GMT

—¿De qué estás hablando? —quiso saber Peter Wexler, cuya perplejidad era aplicable también a Emily.

Kyle se pasó los dedos por entre el pelo corto, como si cepillárselo le permitiera desprenderse de los últimos atisbos de duda.

—Mientras ustedes dos entraban a explorar, me he sentado en ese banco a ver si conseguía asimilar toda esta situación —respondió el joven—, y ya no he conseguido sacármelo de la cabeza de lo obvio y evidente que es. —Y abarcó toda aquella escena con un movimiento del brazo.

—¿Obvio?

La palabra entraba en conflicto directo con la desorientación que embarga a Emily. La única cosa evidente para ella era su propia confusión. Y su frustración. Y quizá su creciente sorpresa ante el optimismo del joven.

—Piensen en ello —prosiguió el canadiense—. La iglesia estalla justo cuando Arno es asesinado. La conexión es demasiado obvia, ya que él ya la había dirigido a usted hacia Oxford, doctora, y también le había comprado un billete antes de morir. No hace falta ser Einstein para unir esos dos puntos.

Emily se mantuvo a la espera un tiempo más, no muy segura de adónde quería conducirles Kyle, pero en las palabras de este podía apreciarse la misma nota de inquietud que ella había sentido en un primer momento ante la aparente simplicidad de los mensajes de Arno.

—Y luego —prosiguió el doctorando—, tenemos la pista que nos ha traído hasta aquí: «Iglesia de la universidad, el más antiguo de todos». Venga, hombre.

Su mirada fue de Wexler a Emily y se desesperó cuando se percató de que ninguno parecía seguirle el hilo a su razonamiento. Otra persona se habría sentido muy contenta de haber ganado a dos académicos a la hora de descifrar un enigma, pero a Kyle Emory le consumía la emoción del misterio. Quería que ellos lo vieran tan claro como él.

—Creo que la razón por la que hemos sido capaces de descifrar tan deprisa esta pista es por su simplicidad, es demasiado sencilla. Para tontos, como decimos nosotros, los canadienses —concluyó Kyle—. Cualquier turista que haya hecho una visita guiada de dos peniques sabe que esta iglesia era el edificio más antiguo de la universidad, y por si eso no hubiera bastado, el nombre en sí mismo ya constituía una pista.

»Si ese profesor suyo la envía a descubrir una biblioteca que lleva perdida mil quinientos años, ¿pretende decirme que la clave está oculta detrás de unas pistas descifrables por un guía turístico de los que cobran cinco libras la hora?

Emily permaneció en silencio. A su modo, diligente y preciso, el chico era bueno. Había elegido un punto de vista que tanto ella como Wexler habían pasado por alto. Los dos se habían dejado embargar por la emoción de su pequeña tarea detectivesca. En cambio, el enfoque de Kyle había dado frutos.

—Estás en lo cierto. Los mensajes de Arno eran… demasiado…, demasiado…

—Obvios. —Tras repetir su primer dictamen, Kyle se permitió el lujo de que una pequeña sonrisa de satisfacción se demorase unos segundos en sus facciones.

Emily asintió a regañadientes, pero no sin cierta admiración.

—Y entonces viene a colación lo de las dos reinas —prosiguió Kyle—. Usted ha estado ahí dentro hace diez minutos, doctora Wess, y las ha encontrado a pesar de que media iglesia se ha venido abajo. La misión consistía en encontrar un punto en el medio. Y está sepultado por las rocas, sí, pero lo ha encontrado de todos modos. Y así todos los indicios se interpretan con suma facilidad. ¿De acuerdo? —El canadiense parecía acalorado por su propia intensidad. Su dinamismo era de lo más enérgico—. Si todo esto va de verdad sobre la Biblioteca de Alejandría y estas son las pistas de Arno Holmstrand para evitar que sea descubierta por las personas equivocadas, hay un problema capital.

—¿Y cuál es?

—Que no son pistas en clave, son de una sencillez insultante y nos llevan directas al objetivo. Los niños de primaria serían capaces de descifrarlas en cuestión de unos días.

—Arno Holmstrand no fue ningún estúpido, Kyle —terció Wexler, inclinándose sobre los conversadores—. Me resulta muy difícil creer que no inventara algo realmente efectivo para ocultar sus verdaderos propósitos.

—Y tiene usted toda la razón, profesor —contestó Kyle, arrebatado por el frenesí del momento. Subía y bajaba los hombros a causa del entusiasmo. Abría y cerraba las manos sin cesar, como si la solución a los enigmas de aquella tarde flotara en el aire y él fuera a atraparla entre los dedos.

—El hecho de que sean tan simples y sencillas no me hace pensar que sean malas, antes bien lo contrario: me parecen… brillantes. —Miró a Emily directamente a los ojos. Había conseguido despertar su curiosidad—. Tengo la impresión de que su profesor había ideado estas pequeñas pistas con el propósito de inducir a engaño. Y dos veces.

»La primera, mostrándose lo bastante misterioso como para que la doctora entrara en el juego y comprendiera que se trataba de un enigma. Se entusiasmó cuando las piezas empezaron a encajar y creyó que ya lo había resuelto. En otras palabras, si alguien encontrara esas pistas y sospechara que en ellas podía haber un secreto, él quería que sintiera exactamente lo mismo. Primero refuerza las expectativas de esas personas y luego las desorienta. Pero deben tener un punto en común: ocultar algo para una segunda lectura. La primera oculta su verdadero significado y, por tanto, es una decepción. Si cayeran en malas manos, los nuevos propietarios se embarcarían en una búsqueda inútil hacia la nada.

Un doble ardid. Emily se puso a evaluar mentalmente esa posibilidad conforme iba escuchándole y las palabras de Kyle le convencían cada vez más. No obstante, había un hecho clave que ponía esa teoría en entredicho.

—¿Y qué razón hay para todo esto? —Emily hizo un ademán hacia la escena de destrucción que colmaba la plaza—. La destrucción de la iglesia parece confirmar la lectura más sencilla. Si la pista no conduce a este lugar, ¿por qué iba alguien a poner una bomba en la iglesia? Es evidente que alguien más lo sabía, o al menos estaba muy convencido de que en ese lugar había una información importante.

Kyle permaneció en silencio, mas solo por un momento. Estaba convencido de tener razón, por inimaginable que pudiera parecer su hipótesis.

—Es un engaño hecho con la intención de dar credibilidad a la interpretación falsa —contestó el joven. Emily se quedó boquiabierta cuando Kyle confirmó el significado preciso de su sugerencia—. No creo que otra persona volara por los aires esta iglesia. Me parece obra del propio Holmstrand.

—Dios mío.

Wexler soltó un jadeo y puso unos ojos como platos mientras contemplaba de nuevo la escena. La propuesta de Kyle era de una inmensidad apabullante: toda aquella destrucción únicamente era una estratagema. Si el joven estaba en lo cierto y Holmstrand, o cualquier otro, estaba dispuesto a causar semejante devastación, física e histórica, solo para despistar a posibles perseguidores, en tal caso, Emily se hallaba envuelta en algo mucho más grande de lo que había pensado en un principio, fuera lo que fuera. Mayor que nada de cuanto había visto a lo largo de su dilatada carrera académica. Lo suficiente como para que un historiador se mostrase desaprensivo y destrozase un trozo de la historia a fin de proteger un secreto.

Los tres académicos se quedaron contemplando el montón de piedras de la antigua iglesia.

Cuando el doctorando volvió a hablar, lo hizo con voz más pausada y resuelta, y sin apartar la mirada de las ruinas.

—Sea o no la Biblioteca de Alejandría, eso que buscas ha de valer una inmensa fortuna.

Por último, la doctora dejó de mirar el lugar del atentado y se volvió de espaldas a sus acompañantes con el fin de poder sacudirse la intensidad del momento.

—Bueno, Canadá gana la guerra de la cultura en la jornada de hoy, está visto que Peter y yo no podemos. —Wexler estuvo de acuerdo y se llevó la mano al borde de la gorra en señal de reconocimiento al buen trabajo de su alumno—. Asumamos por un momento que estás en lo cierto, Kyle —concedió Emily—. De todos modos, tampoco perdemos nada si te equivocas, pero si tienes razón y las pistas están ideadas para confundir, ¿cómo vamos a conocer su significado real?

—Al parecer, doctora Wess, va a tener que averiguar cómo orar entre dos reinas.

La respuesta de Kyle corrió el velo del enigma a los ojos de todos.