Oxford, 2.10 p.m. GMT
Los cascotes se desparramaban alrededor de los Amigos sin orden ni concierto y era ese desbarajuste lo que confería un toque imponente a la escena, aún más caótica por la legión de agentes de la ley que pululaban por allí en busca de pruebas. Examinadores forenses, fotógrafos de la unidad CSI e incluso ingenieros estructurales se concitaban en aquel sitio. Agentes sin uniforme acordonaban con brillante cinta amarilla las áreas consideradas inseguras mientras otros anotaban detalles en sus blocs y una multitud de detectives hablaban por radio o por móvil para informar de los hallazgos a sus superiores.
Jason y su acompañante habían contado precisamente con la habitual confusión de todos los atentados a gran escala. Podían realizar su trabajo a las mil maravillas, pues eran virtualmente invisibles en medio de aquel enjambre de agencias, cada una con sus ropas e identificaciones, sus intereses particulares, sus protocolos y formas de investigar.
Los Amigos acudían allí para realizar un estudio más que una investigación. Conocían la causa de la explosión, estaban al tanto de la motivación y el propósito de la misma, y no les interesaban para nada los detalles específicos buscados por la policía: el tipo de explosivo, el mecanismo de activación, etcétera. Su atención se centraba en buscar lo que había sobrevivido para determinar qué había resultado destruido por la explosión, pues los Amigos sabían perfectamente que aquello era un juego, el juego del escondite, en el que el Custodio había intentado que ellos no fueran capaces de buscar nada, que se limitaran a lamentar la pérdida de lo que él había destruido. Pero el viejo no iba a salirse con la suya.
—Mantente lo más inmóvil posible —ordenó Jason a su compañero. Este llevaba en la palma de la mano un ingenio pequeño, apenas mayor que una videocámara, y con el mismo iba grabando lentamente una de las grandes paredes de la iglesia. Las grabaciones iban a parar al ordenador que Jason sostenía sobre sus rodillas.
—No lo muevas, necesitamos imágenes nítidas de los contornos para las alineaciones.
El interpelado se mantuvo lo más firme posible. Al final, prácticamente no se movía.
—El cuarto completado —anunció, y apretó el botón de apagado.
Jason examinó la pantalla del ordenador cuando este hubo cargado el cuarto escáner lateral del edificio. El programa de recepción ya se había puesto en funcionamiento para añadir esas imágenes a lo grabado con anterioridad. Poco a poco empezaba a cobrar forma un mapa tridimensional de la estructura.
—Empieza con el tejado —ordenó Jason.
El segundo hombre pulsó el botoncito rojo de la cámara y comenzó la quinta grabación. En esta ocasión apuntó hacia el cielo y poco a poco fue bajando para grabar la techumbre de un extremo a otro.
Jason abrió de pronto el móvil y pulsó un botón a fin de contactar con el equipo londinense.
—¿Estáis viendo eso?
—Sí —contestó una voz con frialdad—. Conecta el enlace emisor receptor y podrás ver la nuestra.
El Amigo rebuscó entre los menús del portátil y convirtió la conexión de solo emisión hacia el servidor de Londres en otra de emisión y recepción. La imagen procedente de los laboratorios comenzó a mostrarse.
—Ya lo tengo —declaró.
En el monitor apareció una imagen tridimensional del interior de la iglesia, era idéntica a la que él y su compañero acababan de obtener con una diferencia crucial y notable. El modelo enviado por Londres correspondía al del edificio sin la desfiguración producida por el reciente atentado. Era la iglesia mostrada en su estado original.
—Hemos obtenido las imágenes de diferentes fuentes —informó el líder del equipo londinense—. Lo que se ve es el aspecto del interior hace setenta y ocho horas, salvo algunas partes concretas, que son aún más recientes.
Los recursos electrónicos del Consejo eran tan vastos como las habilidades de sus adeptos. Había logrado acostumbrarse en términos prácticos, pero aun así, a Jason no dejaba de sorprenderle el número de grabaciones sobre diferentes lugares del mundo que había disponibles en línea si se combinaban fotografías oficiales, imágenes por satélite, blogs de turistas y álbumes personales. Todo junto permitía reconstruir el interior y el exterior de la mayoría de los edificios importantes del planeta con un esfuerzo bien orientado.
Sin embargo, semejante despliegue de medios no había sido necesario en este caso, y él lo sabía. El Consejo había vigilado Oxford desde hacía décadas. Los recursos de la biblioteca eran móviles y las conexiones de la ciudad, históricas. No se había establecido ninguna conexión primaria, pero Oxford era un sitio muy conocido para el Consejo y por esa razón ocupaba un lugar preeminente en sus bases de datos, actualizadas de forma rutinaria gracias a las nuevas vigilancias, fotografías y grabaciones realizadas por los Amigos. Pero recientemente, en los últimos seis meses, la comunicación continua del Custodio con la ciudad inglesa había dado la señal de alarma y había aumentado la atención sobre Oxford. Siempre había encriptado los correos electrónicos y las llamadas telefónicas a fin de que no pudieran enterarse del contenido, pero el Consejo había podido saber que, de forma habitual, mantenía correspondencia fluida con ciertos grupos en Oxford al menos desde mayo. Por consiguiente, los equipos de vigilancia sobre el terreno habían incrementado su atención de forma sustancial.
—Casi hemos conseguido material suficiente para empezar un escáner comparativo —prosiguió el hombre desde el otro lado del teléfono. Tanto el portátil como la terminal londinense mostraban ambos modelos, uno junto a otro: primero, la iglesia intacta, y segundo, en su actual estado ruinoso. Listos para ser examinados. Listos para ser comparados.
—Usad el modelo previo a la bomba para catalogar todos los objetos que ahora están presentes en los fragmentos destrozados —ordenó Jason—. Cada pintura, cada grabado, cada estatua, cada vidriera, cualquier cosa puede ser una posibilidad. Ah, y enviádselo al Secretario.
Todos los asignados al proyecto sabían que la Sociedad había destruido la iglesia; probablemente, lo había hecho para ocultar algo, pero a diferencia de todos los policías de alrededor, ellos no precisaban de excavaciones ni de conjeturas. Con la reconstrucción de lo que había en las áreas destruidas iban a poder cruzar referencias de todo cuanto veían, usándolo como punto de partida para ulteriores investigaciones.
—Hecho —exclamó el segundo Amigo, bajando la cámara al costado—. Eso es todo.
Jason lo confirmó con un asentimiento: el segundo modelo en 3D estuvo completo en cuestión de segundos. El cruce de referencias iba a hacerse en los ordenadores de las oficinas londinenses, más potentes que el portátil. Él solo debía esperar que se determinaran los resultados, y eso iba a requerir unos minutos.
Alzó la mirada y contempló la escena circundante. Un día antes había estado en la oficina del Custodio, donde había experimentado una sensación de poder enorme cuando guardó la pistola después de haberle disparado. Este edificio había sido destruido unos minutos después, como había sabido luego. El Custodio había orquestado aquel plan de última hora cuando se enteró de que iba a por él. Era un intento a la desesperada de ocultarle algo.
Jason reprimió una mueca de satisfacción. Ese hombre debería haber sabido que era imposible ocultarle nada al Consejo.
—Vamos a por tus secretos, viejo —susurró para sí mismo.
La certeza de que el Custodio ya no iba a poder responder a sus amenazas le proporcionaba un gran placer.