Emily estaba tan tensa que estuvo a punto de rasgar la hoja cuando la sostuvo entre los dedos.
Recogió la segunda hoja en cuanto salió. La extraña amalgama de materiales allí recogida la dejó perpleja. A una única línea de texto le seguía un emblema desconocido y debajo del mismo había un listado de tres frases sin relación aparente entre sí.
Dos para Oxford y otro para luego
Iglesia de la universidad, el más antiguo de todos
Para orar, entre dos reinas
Quince, si es por la mañana
Emily contempló el contenido críptico de la cuartilla, que tenía todo el aspecto de ser… una colección de pistas.
La perplejidad provocada por aquellas extrañas páginas se vio rota cuando oyó acercarse a Welsh. Se había percatado de la intensidad de la mirada de Emily en el momento de recoger los papeles del fax y había decidido acercarse a ver qué atraía su atención de forma tan absoluta. Estrechó los documentos contra el pecho cuando se percató de la proximidad de Welsh.
—¿A qué se debe ese repentino interés? ¿Qué tienes ahí? ¿Va todo bien?
—No es nada —replicó Emily—. No sé.
El último comentario era completamente cierto, cuando menos. El pulso se le seguía acelerando y de pronto se sintió muy incómoda en la compañía de sus compañeros. ¿Habrían visto algo de todo eso? No sabía la razón, pero deseaba con desesperación estar a solas.
—Lo siento, tengo que irme.
No esperó respuesta alguna y, sin establecer contacto visual con sus colegas, dobló las páginas que tenía en la mano y se marchó de la oficina, cerrando al salir de un portazo.