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Oxford, 5 a.m. GMT

El Secretario estaba sentado en el antiguo escritorio de una casita situada al norte de Oxford. Era la base del equipo de Amigos en el centro de Inglaterra. Permanecía en silencio delante de un portátil abierto, un vaso de whisky medio vacío y varias listas suministradas por sus hombres. Se obligó a respirar con el único fin de mantener calmado el mal humor.

El día anterior su ira había sido casi incontenible. La visión de la bóveda de la biblioteca despojada de todo su valioso contenido, yerma en su vasta catacumba, se había convertido de repente en algo tan oscuro como la habitación donde ahora se encontraba. Todo aquello por lo que había luchado, trabajado y peleado estaba ahí, al alcance de la mano, y ahora se le escapaba de entre los dedos. Le habían conducido hasta allí con una crueldad intolerable, habían preparado su llegada con anticipación. Pasajes secretos, corredores oscuros, vetustas puertas de madera, inscripciones en latín, todo lo que antes le había cautivado se había convertido en un ataque malicioso contra su valía, su liderazgo y su propia vida en cuanto vio aquel subterráneo vacío.

Apuró un largo sorbo del vaso y volvió a rechinar los dientes incluso antes de que el licor hubiera terminado de pasar hacia la garganta. Por lo general, no bebía por las mañanas, pero no había pegado ojo en toda la velada y la distinción ente el día y la noche parecía importar poco ahora.

La evocación de aquel momento resultaba irritante. Ewan la había emprendido contra todo. Había volcado mesas y había derribado algunas de aquellas viejas estanterías de madera. Había llegado incluso a azotar y golpear a su hijo, como si fuera el culpable de aquel fracaso. Jason había soportado los golpes de su progenitor sin rechistar, ya que mientras que el fracaso había enrabietado al padre, había aturdido al hijo. Jason se había quedado mirando con aire ausente la cámara vacía. Su decepción se había disparado hasta convertirse en una fría amargura que le roía por dentro.

Ahora, en las primeras horas de la mañana siguiente, la ira del Secretario se había convertido en concentración y determinación. Por mucho que aquella imagen marcase el fracaso estrepitoso del trabajo de toda una vida, se daba cuenta de que, en realidad, solo señalaba otro estadio en el puzle, y ese juego había sido la tarea del Consejo desde siempre. Había esperado resolver por fin el enigma y ganar la partida, pero ahora estaba claro que esta iba a prolongarse un poco más. Además, faltaban unas pocas horas para que se hubiera completado la misión de Washington. El arresto del presidente tendría lugar a las diez de la mañana, hora local, que serían las tres de la tarde en Inglaterra. Ewan miró el reloj del escritorio. Dentro de diez horas controlaría el Gobierno más poderoso de la tierra, tuviera o no en su poder la Biblioteca de Alejandría. Su cometido en aquel momento era concentrarse en el trabajo como líder del Consejo mientras preparaban el ascenso al poder y daban los pasos necesarios para transformar el fracaso del día anterior en algo productivo y provechoso.

La irrupción de su hijo en la estancia interrumpió el ensueño del Secretario.

—Hay noticias, señor. —El Amigo se quedó cerca de la puerta, con formalidad en el gesto y un ojo hinchado como consecuencia de uno de los puñetazos de su padre.

—¿Qué noticias?

—La doctora ha efectuado una llamada nada más aterrizar —informó, y calló, esperando un ataque de cólera por parte de su padre.

Emily Wess había conseguido liberarse antes de que llegara el equipo de Estambul para ejecutarla. El Consejo estaba al corriente de que había realizado un segundo viaje a Alejandría, donde, sin lugar a dudas, se había enterado de la eliminación de Antoun. Luego, había volado de regreso al Reino Unido. Los registros de pasajeros mostraban que había llegado a Heathrow en un vuelo nocturno, pero la norteamericana había hecho un buen trabajo a la hora de reducir el número de medios gracias a los cuales podían rastrearle los pasos. Había dejado de usar las tarjetas bancarias después de retirar una nutrida suma de efectivo en Egipto y la señal de su nuevo móvil jamás había emitido fuera del continente africano.

«No está nada mal para tratarse de una aficionada —admitió Ewan para sus adentros—. Incluso ha conseguido mantener a su prometido lejos de nosotros». Los Amigos no habían sido capaces de localizar a Michael Torrance desde que ella le llamara desde Estambul. Al parecer, le había pedido que se escondiera y dos hombres del Secretario no habían dejado de buscarle desde entonces. Él sabía que acabarían por encontrar a Torrance. Empero, lamentaba que su decisión de mantenerla con vida hasta haber asesinado a Antoun le hubiera concedido esa nueva oportunidad.

—¿A quién llamó? —inquirió el Secretario.

—Telefoneó a Peter Wexler desde una cabina pública en Oxford.

—Así pues…, está aquí… —musitó Ewan.

—La conversación fue… detallada —continuó el Amigo—. Le habló a Wexler sobre lo de la lista y le relató también lo de la misión en Washington. Se lo había contado Antoun…

—¿Antoun? —le interrumpió el Secretario—. Creía que habíamos solucionado esa filtración ayer.

Jason se puso más colorado que el púrpura del moratón de su ojo hinchado.

—Nuestros hombres llevaron a cabo la ejecución, tal y como ordenó, pero… parece evidente que hicieron algo mal. Seguía vivo cuando ella volvió a su despacho, y tenía vida suficiente para contarle algo importante a la doctora, a ella y a nosotros.

Ewan luchó para controlar un nuevo estallido de ira. Sus hombres habían fallado en una tarea bien sencilla. Iban a pagarlo muy caro.

—¡Maldita sea! —tronó el Secretario—. Esa mujer no va a interponerse más en mi camino. —Golpeó el escritorio con las manazas y se levantó de la silla. Miró a su hijo con los ojos inyectados en odio y le señaló con un dedo mientras le ordenaba—: Localiza ahora mismo a Emily Wess. Quiero muerta a esa zorra. Me da igual si a lo mejor un día podría conducirnos hasta la biblioteca. Tú encuéntrala y métele dos balas en la cabeza, y no la pierdas de vista hasta que haya muerto. Más te vale que no respire cuando te vayas de su lado.