Nueva York, 10.35 a.m. EST (9.35 a.m. CST)
El Secretario descolgó el auricular antes de que hubiera terminado de sonar el primer timbrazo.
—¿Sí…?
—Está hecho, tal y como usted indicó —informó la voz al otro lado del teléfono con un tono glacial y seco.
—¿Ha muerto el Custodio?
—Esta noche. Lo vi con mis propios ojos. La policía le ha encontrado esta mañana.
El Secretario se reclinó sobre el asiento mientras le invadía una oleada de satisfacción y poder. Habían consumado un noble objetivo y garantizado el futuro del proyecto. Pocos hombres a lo largo de la historia habían intentado lo que ahora se proponían ellos. Y menos aún habían logrado sus objetivos. Pero iban a tener éxito, y nadie iba a poder interponerse en su camino, tal y como demostraba el avance de la semana pasada. El hombre se pasó los dedos por sus cabellos rubios.
—Nos esperaba —dijo el interlocutor.
Eso era previsible. El fin del Ayudante la semana anterior había sido un asunto público. Había sido imposible evitarlo. No es posible disparar a un agente de patentes en Washington sin que lo aireen los medios de comunicación, pero, aun así, el objetivo del Consejo no había sido ocultar la eliminación. Tales crímenes serían calificados de asesinatos por la mayoría, pero quienes eran blancos elegidos los consideraban mensajes. Avisos.
—Eso es irrelevante —respondió el Secretario—, siempre que hagas tu trabajo. Aparte de la fuente, de quien vas a encargarte en breve, era el último hombre con acceso a la lista.
La filtración de la misma había sido un error inexcusable. Algo tan sencillo como una lista de nombres ponía en riesgo todo lo que habían conseguido reunir. La lista incluía nombres que nadie debía conocer. Todo el plan descansaba sobre la base del secreto, del anonimato, pero, sin saber muy bien cómo, la relación de nombres se había visto comprometida. La única reacción posible había sido la eliminación de quienes la habían visto. El Custodio y su Ayudante eran hombres cuyas vidas tenían un valor innegable para él, pero los riesgos eran mucho mayores.
El Secretario se había quedado tan absorto en sus pensamientos que en un primer momento ni siquiera notó el silencio al otro lado de la línea. Sin embargo, de inmediato se encendió una alarma interior, olvidó sus cavilaciones y se inclinó hacia delante.
—¿Qué pasa? ¿Qué sucede?
—El hecho de que nos esperara… podría ser más relevante de lo que piensa.
El Secretario se estremeció. No le gustaban ni un ápice las sorpresas. Se inclinó hacia delante un poco más y apretó el auricular contra la mejilla.
—Cuéntame.
—Llegó a su oficina antes de que pudiera acabar con él. Tuve la impresión de que algo no andaba del todo bien, pero no pude entretenerme. Mi sospecha se confirmó esta mañana cuando regresé para retomar el asunto.
—Sigue —ordenó el Secretario, con calma estudiada. Contaba con décadas de experiencia a la hora de recibir malas noticias. Sabía lo importante que era mantener la compostura en el momento de la dificultad. Cuanto más sabía conservar la calma, más feroz y temible era un buen líder.
—Había un libro en su despacho. Le faltaban tres hojas. Las había arrancado —dijo el Amigo—. Las encontré quemadas en una papelera situada junto a la silla del viejo. —Hizo una pausa a fin de que el Secretario pudiera asimilar los detalles. No estaba a la espera de una respuesta o reacción. La relación entre ellos no funcionaba así. Se esperaba del Amigo que dijera lo que le preguntaran. El Secretario ya pediría más información si la deseaba.
El hombre de más edad caviló acerca de tan extraño informe. Por tanto, el Cuidador o Custodio no quería que su asesino viera algo. Estaba decidido a fastidiarles incluso después de muerto.
El Secretario pronunció las siguientes palabras más como una amenaza que como una pregunta:
—¿Conseguiste detalles sobre ese libro?
—Por supuesto, señor.
Hizo un esfuerzo para relajar los músculos de los hombros. El Amigo estaba bien entrenado.
—Quiero los detalles sobre mi mesa dentro de media hora. Envíamelos mientras regresas a Washington. —La caza no iba a terminar así—. Y consígueme una copia de ese libro.