Capítulo 9

Y de lo que me alegro,

es de que esta labor tan empezada,

este trajín humano de quererte,

no lo voy a acabar en esta vida;

nunca terminaré de amarte.

GLORIA FUERTES

En la zona alta de la ciudad

¿Es posible que alguien como Estela lleve más de una hora en la calle esperando a alguien? Pues sí, lo es. Y el culpable es un hombre. Leo, su profesor de interpretación. Esta mañana le ha mandado un WhatsApp citándola exactamente a las seis de la tarde en su local de ensayo. Lleva más de una hora esperando, está nerviosa y parece que ya no le quedan uñas por morder. «Maldito Leo, como me deje plantada otra vez, lo mato», piensa Estela. Mira y vuelve a mirar el móvil. Abre el WhatsApp: últ. vez hoy 10:58. «¿No ha abierto el WhatsApp en todo el día? ¿Se habrá olvidado de mí? No puede ser… ¡Me he puesto el tanga rosa y el top que le gusta, como me pidió anoche en el chat!».

Leo y ella acostumbran a chatear por las noches, cuando la mujer de él está dormida y los hermanos de Estela no molestan. Si supieran que coquetea con un hombre veinte años mayor que ella, fijo que le partirían la cara. Los hermanos Flores son buenos chicos, pero a su hermana pequeña, ni tocarla. Y son nada más y nada menos que cuatro. Las Princess los llaman los Hermanos Dalton, como esos personajes de los cómics de Lucky Luke. Piensan que Estela se entiende tan bien con los hombres por eso, porque vive rodeada de ellos.

De repente, suena el móvil. Estela contesta corriendo sin mirar la pantalla. El corazón le va a mil. «¡Ya era hora!».

—Dime —contesta despreocupada, como si no le diera ninguna importancia al hecho de que lleva una hora en la calle.

—¿Tú crees que es normal lo que me ha hecho Silvia?

—¿Bea? ¿Eres tú? —responde su amiga, incrédula.

—Sí, claro, ¿a quién esperabas con esa voz de locutora de radio de noche? ¿Qué, ensayando un nuevo papel? —dice Bea en un tono claramente borde, descargando su ira en su amiga, que no tiene la culpa de sus desgracias.

—Sí, el papel de pringada —murmura Estela muy bajito, como si hablara consigo misma.

—¿Cómo? No te oigo.

—Nada, déjalo. Acabo de salir del gimnasio y tengo poca batería —miente Estela descaradamente.

—Estoy tan enfadada…; tan enfadada y tan triste… —confiesa Bea.

—Sí, claro, me imagino… —dice su amiga, a la vez que llama por el interfono al estudio de Leo por enésima vez.

—¿Qué es ese ruido? ¿Qué haces? ¿Estás por mí o no? —la increpa la otra.

—Claro que sí, Bea, pero… Oye, te propongo un plan. ¿Por qué no quedamos esta noche con Ana en el Piccolino y hablamos de todo?

—Vale, ¿a qué hora?

—¿A las nueve? —propone Estela. Saca la tarjeta de transporte de su mochila: ha decidido que ya no va a seguir esperando a Leo.

—¿A las nueve? A esa hora tenía la cita con Sergio… ¿Crees que Silvia va a ir? —pregunta Bea; quiere averiguar si su amiga sabe algo.

—No tengo ni idea, Bea. Pero tú dices que pasas, ¿no? Pues ¿qué más te da? En todo caso, hablamos esta noche, ¿vale?

—Vale. Oye…, gracias —se despide su amiga en tono triste antes de colgar.

Estela se queda mirando un instante la pantalla, hasta que ésta se apaga. Luego, el portal de Leo. Por suerte, llega el autobús y la saca de su ensimismamiento. Entra en él y, en cuanto se sienta, crea un grupo en WhatsApp con Ana y Silvia. Un grupo de chat con tres participantes al que llama CITA SERGIO.

Después de la llamada de Bea, Estela se ha dado cuenta de que su amiga se siente realmente mal y, aunque haya aceptado quedar con ella esa noche, en realidad se muere de ganas de recuperar su cita con Sergio. La conoce, y sabe que su orgullo no la dejará cambiar de opinión. Pero Estela es muy tozuda, y ha tenido una idea para que esa cita tenga lugar. Para ello, necesitará la ayuda y el apoyo de las Princess.

Bella Durmiente

En línea

Chicas, Bea me ha llamado histerika

Yasmin

En línea

Me ha critikado mcho, no?

Bella Durmiente

En línea

Se niega a ir a la cita, tenemos que hacer algo

Blancanieves

En línea

Pues sí, pra una k tiene 1 cita…

Px nosotras…

Bella Durmiente

En línea

Habla x ti, princesa

Yasmin

En línea

No seas así

Blancanieves

En línea

No importa, qué hacemos?

Yasmin

En línea

Kedamos ahora en el parke?

Bella Durmiente

En línea

Guay

Blancanieves

En línea

Alguna idea?

Bella Durmiente

En línea

Pilla el iPad

Esta cita se va a hacer, sí o sí.

Blancanieves

En línea

Ok. Nos vemos ahora

Yasmin

En línea

ok

Bella Durmiente

En línea

Mua. Corto

Estela se siente muy orgullosa de su plan, aunque no puede evitar hacer una última llamada al móvil de Leo. Nada, el buzón. «Que te den», piensa. Ahora tiene cosas más importantes en la cabeza.

Minutos más tarde, en el parque

Ana está sentada en su banco favorito, repasando su última entrada en el iPad. No le gusta llevar ese trasto encima, ella es más de libretas y papeles. De hecho, el iPad ni siquiera es suyo. Es de su padre. Como se entere de que lo ha cogido, a Ana le caerá una buena reprimenda.

Estela llega corriendo, se quita los cascos de las orejas y, medio canturreando, dice:

—¡Hola, petardas!

«¿Petardas?». Ana se vuelve y descubre a Silvia, que llega justo por la otra dirección.

—Bueno —dice—, espero que el iPad sea primordial para lo que se te ha ocurrido. Ya sabes que a mi padre no le gusta nada que se lo coja.

—Sólo será un momento —la tranquiliza Estela—, el necesario para entrar en Facebook, hacernos pasar por Bea y quedar con Sergio en el Piccolino esta noche a las nueve.

—¿Y quién te ha dicho que Bea irá? —replica Silvia, que en el fondo no querría que su amiga acudiera a la cita.

—Pues porque ha quedado conmigo —resuelve Estela orgullosa—. ¡Hemos quedado para criticarte y despotricar contra ti!

Aunque Estela lo haya dicho en broma y le saque la lengua para demostrárselo, Silvia se pone triste: lo que está pasando no le gusta nada. Ni tampoco le gusta que Bea tenga una cita con Sergio, ni que esté tan enfadada con ella, ni los sentimientos que ambas cosas le provocan.

—Muy bonito todo —participa Ana—. Pero ¿se puede saber cómo entraremos en el Facebook de Bea?

—Pues entrando, Ana, entrando.

Estela coge el iPad, abre Facebook, introduce el correo electrónico de Bea y, cuando llega el momento de la contraseña, mira a sus amigas y dice:

—Prometedme que no le diréis jamás a Bea que sé esto.

—¿Te sabes su contraseña? —pregunta Ana, alucinada.

—Sí —confiesa su amiga—. Yo lo sé todo.

Estela tiene la enorme capacidad de conseguir que todo el mundo le cuente sus secretos. Es abierta, divertida y, aunque a veces parece que está loca perdida, sabe escuchar y dar buenos consejos. Su seguridad en sí misma y su actitud hacen que todo el mundo le cuente sus cosas.

—Y la contraseña es… —dice en tono misterioso—. ¡Tachán! Pablotequiero.

—¡Qué fuerte! —exclama Silvia—. ¡Sigue enamorada de su ex!

—¡Que no! —aclara Estela—. Tiene esta contraseña de cuando eran novios.

Una vez introducida la contraseña, se conectan al chat, y sólo les queda buscar a Sergio y esperar.

—Está conectado —susurra Silvia.

Sergio no tarda ni medio segundo en pronunciarse.

Sergio dice: Hola wapa :-)

Bea dice: Hola

Sergio dice: Cómo estás?

Bea dice: Con ganas de verte

Sergio dice: Esta vez no me dejarás tirado, no? :-(

Bea dice: No, pero tenemos que cambiar el lugar de la cita

Sergio dice: xq?

Bea dice: Ando justa de tiempo. Conoces un bar que se llama Piccolino? Me pilla más cerca

Sergio dice: El Piccolino! Jajaja, hace siglos que no me paso por ese bar. Qué haremos, pedirnos una Fanta?

Bea dice: Oye, no te burles de mí que no voy eh?

Ana le da un codazo a Estela.

—Pero ¿qué haces loca? ¡Que no es contigo con quien ha quedado! ¿Quieres comportarte?

Silvia no puede evitar reírse.

—¿Será idiota, el tío? —bufa Estela—. A mí un tío me dice eso y lo mando al carajo.

—¡Que sigue! —exclama Ana.

Sergio dice: Era una broma, perdona…

Bea dice: Sí claro. Bueno, a las 21.00. Adiós

Sergio dice: @dios smuaks

—¡Oh, qué mono! —suspira Ana.

—A mí este tío no me gusta —sentencia Estela.

—Pues es encantador —la contradice Silvia, muerta de la envidia por la cita que acaban de amañarle a Bea.

—Silvia, bonita —le aconseja Estela—, será mejor que te guardes estos comentarios si no quieres meterte en más problemas.

—Chicas, misión cumplida. Me largo. —Ana guarda con cuidado el iPad dentro de la funda.

—Eh, un momento… ¿Me vais a dejar sola con el marrón? ¿Y qué hago cuando llegue Sergio?

—A mí, teniendo en cuenta cómo se puso Bea el otro día, me da mal rollo que me vea —se excusa Silvia—. Pero si se tiene que ir…, se va.

De pronto aparece un perro de la nada y, de un salto, sube al banco y empieza a lamer a Estela en la cara.

—¡Ay, qué asco! ¡Fuera! —grita la chica.

—¡Atreyu, baja de ahí! —ordena Silvia, riendo.

Entonces, Atreyu salta encima de Silvia y le lame también la cara hasta que oye un silbido. Se baja del banco y sale en busca de su dueño, que se acerca.

Estela se queda con la boca abierta. El dueño del perro es nada más y nada menos que Marcos, el vecino de Silvia, el chico nuevo del insti, el rarito. «Demasiada casualidad. Esto empieza a ser muy extraño —piensa Estela—. Si es el destino, vamos a echarle una mano».

Estela se levanta y se dirige hacia el chico.

—Queda claro que el perro es de lo más cariñoso… ¿Y el dueño?

Marcos se sonroja.

—¡Hola, guerrero! —exclama Silvia, acariciando al perro y mirando al chico con complicidad.

—¿Guerrero? —pregunta Ana, extrañada.

¡Atreyu! —explica Silvia poniéndose en pie—. El guerrero que salvará Fantasía de la Nada. ¿Verdad que sí, Atreyu?

Parece que Atreyu la entiende, porque responde con un ladrido.

A las amigas de Silvia les sorprende la familiaridad de ella con el animal, pero deducen que Marcos y la chica ya se han conocido. «Son vecinos, es normal», piensa Ana. En cambio, Estela siente una ligera punzada de celos, pero como está acostumbrada a salirse con la suya y quiere conocer al chico nuevo, no duda ni un segundo en romper el hielo y, directamente, obligar a sus amigas a que la dejen sola con Marcos y su guerrero.

—Oye, vosotras os marchabais ya, ¿no?

Ana sonríe y se despide:

—Sí, nos vemos a las ocho y media en el Piccolino, y hablamos un poco antes de la cita, ¿vale?

Silvia titubea. Finalmente, se decide.

—Voy a casa a cambiarme. —Se despide de Marcos con una media sonrisa y le suelta—: Nos vemos.

—Por la ventana —dice Marcos con timidez.

Silvia se detiene un instante. ¿Ha oído bien? Sonríe para sí. No puede evitar alegrarse por ese encuentro casual. El otro día se quedó inquieta pensando en que tal vez no le había caído bien al vecino. En cambio, hoy parece que sí.

—Adiós, chicas, yo me quedo un rato por aquí con… Marcos, ¿no? Porque Atreyu ya se ha presentado —dice Estela, coqueteando—. Yo soy Estela. —Y, después de decirle eso, le planta dos besos.

Atreyu se interpone entre ellos y empieza a ladrar. Eso da pie a que Marcos, que se había quedado algo cortado, se ponga a bromear:

—Dice Atreyu que a él no lo has besado.

Estela no puede más que reírse y acariciar al can.

—¿Cuántos años tiene?

—Es un cachorro aún, sólo tiene seis meses. Por eso es tan juguetón. Lo compramos cuando… —El chico calla de repente.

Estela lo mira. ¿Se lo pregunta ahora que tiene la oportunidad? ¿Qué pensará Marcos de ella si es tan directa? «Pero ¡qué tontería! ¿Desde cuándo me preocupa lo que piensen los demás?», se dice. Y entonces lo suelta a bocajarro:

—¿Tienes novia?

El chico se sorprende.

—No, no, no sé… —tartamudea un poco, porque las chicas lanzadas como Estela lo ponen muy nervioso.

—¿En qué quedamos? ¿Tienes novia o no?

En ese momento, Atreyu divisa a otro perro y cruza la calle corriendo. Su dueño lo llama sin obtener resultado, así que el chico debe salir corriendo.

—Lo siento… El perro… ¡Adiós! —se despide gritando y alejándose de Estela, quien se queda sin la respuesta que tanto ansiaba saber.

Plantada en medio del parque, la chica piensa: «Es el segundo chico que me da plantón hoy. Espero que el tal Sergio se presente a la cita».