Porque tus ojos son bellos,
porque la luz de la aurora
sube al Oriente desde ellos,
y el mundo su lumbre dora.
Tus labios son un rubí,
partido por gala en dos…
JOSÉ DE ZORRILLA
Poco después
Bea llega a casa cansadísima. La visita a su novio ha sido decepcionante. No tiene ganas de hablar con Silvia sobre lo sucedido, ni tampoco siente que tenga que disculparse. Aún siente celos. ¿Qué pasará entre ellos dos? Además ella tampoco conoce tanto a Sergio como para confiar en él al cien por cien.
Por otro lado está Silvia, una de sus mejores amigas. A su modo de ver, tiene una evidente doble intención. Sergio es un chico muy guapo y muy seductor. ¿Habrá caído Silvia en sus redes?
Bea está hecha un mar de dudas. Aunque su novio le haya jurado que no hay nada entre ellos, desconfía. Es normal, ¿no? Que tu mejor amiga quede con tu novio sin que tú lo sepas es para pensar mal. Pero ¿qué hacer en esa situación? Está claro que Bea no quiere compartir a Sergio con nadie más, ¡es su novio! ¡Los novios no se comparten!
Decide darse una ducha para calmarse un poco. Le relaja un montón sentir como el agua caliente le cae en la cabeza y le tapa los oídos. Se imagina que está dentro de una gran cascada del Amazonas, y eso la tranquiliza.
Ya en la ducha, oye la puerta de casa abrirse. ¡Ha llegado papá! Ha estado fuera de viaje de negocios un par de semanas y ella tiene un montón de ganas de verle. El ánimo le cambia. Se pone el pijama y se seca el pelo con la toalla a la velocidad del rayo. Sale corriendo del baño y se tira a los brazos de su padre.
—¡Bea! ¡No sabes cuántas ganas tenía de abrazarte!
—¡Y yo!
—Tu madre me ha dicho que tu chico está en el hospital…
—Sí, vengo de visitarlo; está mejor, aunque tiene para tres meses de rehabilitación.
—Pues ya sabes lo que te toca, hija. A cuidarlo —le aconseja el padre, mientras deja la chaqueta en el perchero.
—Bueno, ahora se va a ir a vivir a casa de su madre unos días.
—¿No vivía con ella?
—No… Está independizado y vive con su primo. Pero se quedará un tiempo con su madre hasta que mejore y se pueda valer por sí solo.
—Eso está bien. —Su padre le sonríe y acaricia el pelo aún húmedo de su hija—. No sé por qué, pero este tal Sergio me gusta. No como el otro…
—¿Pablo? —Bea conoce bien a su padre cuando se pone en ese plan. Se acuerda perfectamente del nombre de su ex novio. Lo que pasa es que no le gustó nunca.
—Eso, Pablo. Qué desastre de chico.
—Papá, no sigas por ahí, por favor…
El instinto protector de que hace gala su padre le resulta cargante a veces, y hoy más, ya que, después de lo que ha ocurrido en el hospital, no está del mejor humor del mundo.
—Hija, soy tu padre y puedo decir…
—Papá, basta.
—Sergio me gusta, y…
—¿Y tú qué sabes de él? —Su padre se queda en silencio—. No, en serio, ¿qué sabes de Sergio? Sólo sabes que ha tenido un tonto accidente de moto que le ha destrozado la pierna… ¿Y qué más? —Su padre no sabe cómo responder a su hija, a quien ve muy alterada—. ¡Ni conoces a Pablo, ni conoces a Sergio, ni nunca vas a conocer bien a ninguno de mis novios porque estás más tiempo viajando que en casa!
—Chiquilla, no me hables en ese tono.
Bea estalla y se pone a llorar. Su madre ha salido de la cocina y, al verla así, se acerca a ella y la abraza. La chica le corresponde hundiendo su rostro en el jersey.
—Menudo recibimiento… —susurra su padre mientras se marcha hacia el dormitorio matrimonial, y deja a Bea y a su madre abrazadas en el comedor.
En ese mismo instante
Ana está en su habitación. Lleva puesto el pijama de Hello Kitty. Su madre está en la cocina, y su padre ve las noticias en la televisión. Es casi la hora de cenar, y ya es costumbre familiar hacerlo en pijama. Como dice su padre: «Cenar y a dormir», una máxima inquebrantable en su familia.
Son casi las nueve y media de la noche, y Ana recibe una llamada a través de Skype. ¿Quién será? No sabía que tuviera el programa abierto, y sólo lo ha usado muy de vez en cuando para hablar con las Princess, sobre todo cuando acababa de instalarlo. Ahora prefieren el chat.
La llamada aparece con un nombre raro: H2oForever. Ana decide aceptar la llamada. Se abre la imagen. ¡¡¡Es David!!!
—¡Hola, Ana!
La chica desaparece de la cámara del ordenador. Se ha escondido para que David no la vea ¡en pijama!
—¿Estás ahí? —pregunta él, confuso.
En el ordenador de Ana se ve la cara de David, iluminada por una lamparita.
—¡Sí! ¡Estoy en pijama!
El chico ríe.
—Deja que te vea…
Ana suspira y, algo tímida y peinándose el pelo con las manos, se acerca de nuevo al ordenador. Al fin y al cabo, David es una persona muy especial para ella y, de alguna manera, Ana quiere mostrarse ante él tal y como es, ya sea en pijama o vestida de calle.
—¿Cómo me has encontrado?
—Estoy utilizando el ordenador de Silvia, te he visto y…
—¡Anaaaa, a cenar! —oye la chica gritar a su madre desde la cocina.
—¿Ésa es tu madre?
—Sí… Le gusta chillarme desde la cocina… —Los dos se ríen—. Lo siento pero me está llamando una causa mayor. Tortilla de patatas y ensalada de pasta.
—Vale —responde David con amabilidad.
Ambos callan.
—¿Estás bien?
—Sí, sí… Lo único es que… ¿Me concedes dos minutos para darte una sorpresa?
Ana siente mucha curiosidad.
—¡Claro! —exclama mientras cierra la puerta y vuelve corriendo a sentarse en la silla con los pies encima de la mesa.
David desaparece del visor de la cámara, Ana está expectante. De repente, se oye una voz grave:
—¡Señores y señoras, estén muy atentos porque el mini espectáculo va a empezar!
En la pantalla aparece un calcetín de color verde con dos ojos hechos con botones. Ana se ríe. ¡Nunca se habría imaginado a David haciendo de titiritero! El calcetín se dirige a Ana:
—Veo que hoy tenemos un público maravilloso con ganas de oír una historia maravillosa. ¿No es así?
—¡Sí! —dice Ana emocionada, como si fuese una niña pequeña.
—Había una vez un calcetín que había perdido su pareja de calcetín. ¡No se confundan! ¡No estamos hablando de los calcetines de Cenicienta! ¡Porque Cenicienta no llevaba calcetines!
Ana está alucinando. ¡David no es un chico de letras!
—Un día, el calcetín se fue a por un poco de queso… Mmm…, a los calcetines nos pierde el quesooo… Me encantaaaa el quesooo… Y, cuando volvió, ya no estaba. Si nunca tienen un calcetín sin pareja en su cajón, que sepan que hay otro calcetín que lo está buscando. Por cierto…, yo también soy un calcetín que busca su pareja, un titiritero me puso unos botones y ahora puedo ver… y puedo buscarla…, pero como antes estaba ciego, ¡ahora no puedo reconocerla! ¿Me podría ayudar usted?
—¡Pues claro, señor calcetín! —Ana se siente como una niña. Va hacia el cajón y saca un calcetín de color violeta y se lo pone en la mano como si fuera un títere de guante—. Hola, ¿me andabas buscando? —dice con una voz muy fina, y enseñando el calcetín a la cámara.
David mira su pantalla y empieza a reírse. ¡Su chica le ha seguido el juego!
—Ana, ¿no me has oído? —La madre de la muchacha entra en la habitación de su hija y la ve con un calcetín puesto en la mano derecha delante del ordenador—. ¿Qué haces?
Ana cierra rápidamente la pantalla del ordenador y deja colgado a David.
—Nada, mamá, chorradas con mis amigas —le contesta, sonrojada.
—Vamos, que tu padre está esperando…
Ana obedece. No sabe cómo reaccionarían sus padres si se enterasen de que tiene una relación con un chico. Sobre todo su padre… La última vez que la vio con un muchacho se puso hecho una fiera porque se los encontró besándose en el portal de su casa. ¡Besándose! Todo hay que decirlo, su padre es de la vieja escuela, y su madre tampoco es de gran ayuda, puesto que le chiva todo. Esta vez casi la pillan in fraganti, y por eso ha tenido que dejar colgado a David. Después le enviará un SMS para disculparse. «Espero que no se moleste —piensa Ana, mientras se dirige al comedor—. La próxima vez pondré el pestillo; tengo que ir con más cuidado».
En ese mismo instante
Estela y Marcos chatean por Internet. Están intentando concretar un día para hacer otro ensayo. Los dos están muy motivados para seguir cantando. A medida que hablan, comparten enlaces de grupos y música que les gusta.
Silvia aparece en medio de la conversación, y Marcos no duda en agregarla al grupo. A Estela no le importa que su amiga hable con ellos, pero habría preferido continuar charlando a solas con Marcos.
Silvia dice: komo va?
Marcos dice: Estábamos compartiendo música.
Silvia dice: Guay. ¿Estela?
Estela tarda en contestar. De pronto le da pereza iniciar una conversación a tres.
Estela dice: Sí, estoy aki
Marcos dice: Silvia, sabes k el otro día estuvimos tocando con Estela?
Silvia dice: K bien!
Marcos dice: Sí.
Estela está sentada delante de la pantalla, sin saber qué puede añadir a la conversación. De hecho, le tenía una sorpresa preparada a Marcos, pero ahora, con la llegada de Silvia, se le ha cortado el rollo. Eso no quiere decir que esté enfadada con ella, ni mucho menos: Estela no es tan celosa como Bea.
Le invade una sensación extraña. Como cuando sale de fiesta y está hablando con alguien que le interesa mucho y aparece el típico amigo perdido que está solo y se mete en la conversación por el morro. La única diferencia es que esta vez ni están de fiesta, ni su amiga ha entrado por el morro. Silvia ha sido invitada con todas las de la ley. Es entonces cuando ésta decide que ya es hora de irse.
Silvia dice: chicos perdonad que me voy! Mi madre me llama para hacer una sesión de cine familiar… Hasta mañana!!!!
Silvia se ha desconectado…
Estela lee el mensaje de Silvia con la mosca detrás de la oreja. Una de dos: o su amiga ha dejado la conversación por una peli de verdad, o ha visto claramente que sobraba. A juzgar por la manera en que se ha despedido, Estela cree que se ha dado cuenta. Silvia no suele salirse del chat con tanta rapidez. Es más…, cómo decirlo…, educada. Silvia no se desconecta nunca sin haber escrito unas diez veces un «Chao», «Mua». «Buenas noches»… ¿Tendrán telepatía las Princess? Estela sonríe: con telepatía o sin ella, ¡tiene vía libre! Y como Silvia ya no estorba… ¡es el momento de la sorpresa!
Estela dice: Marcos? tas aki?
Marcos dice: Sí… Dónde estabas?
Estela dice: Baño…
Estela miente descaradamente. ¿Y quién no ha mentido alguna vez en la red?
Marcos dice: Silvia se ha ido ya…
Estela dice: Ah… oye…
Marcos dice: K!
Estela dice: He pensado en una tontería…
Marcos dice: K
Estela dice: Nada… hay un concurso de bandas sonoras en la tv…
Marcos dice: Y?
Estela dice: Participamos?
Marcos dice: OK
Estela dice: Seguro?
Marcos dice: Sí. K tenemos que hacer??
Estela no se lo puede creer. Viniendo de un tipo tan alternativo como Marcos la respuesta ha sido hiperrápida.
Estela dice: Enviar una balada de amor grabada y ya… si les gusta ya nos llamarán.
Marcos dice: OK
La chica no da crédito. En primer lugar, porque no pensaba que él aceptaría su propuesta, y después, porque ya tenía preparados unos tres argumentos para convencerlo y no ha tenido que usar ninguno. Increíble… Su primer trabajo en común. Estela se deja llevar por la imaginación, y se ve como una superestrella del rock junto a Marcos. Todo sería maravilloso.
Poco después
Ana ha cenado con sus padres y se ha retirado a su cuarto. Enciende el ordenador. David no está conectado. Ana mira el móvil. ¿Le envía un SMS o no se lo envía? Al final piensa en algo mejor… Mucho mejor…
Nueva entrada:
TE ENCONTRÉ
Querido calcetín:
Hace tiempo que te marchaste, pero yo nunca perdí la esperanza. Mi vida ha sido un auténtico calvario desde el día en que desapareciste de mi vida. Me dejaste. Nunca supe por qué, pero nunca dejé de quererte. Me obligaron a emparejarme con otros, de otros colores, texturas y tallas. Una vez, incluso con uno de color rojo con topos. No formábamos una buena pareja. Éramos opuestos. Los calcetines emparejados somos prácticamente iguales. Perdemos el sentido si nos separan. Solos, sin nuestra pareja, perdemos nuestra razón de ser, y la mayoría de las veces acabamos en la basura. Por suerte, a mí me encontró un chico al que le gusta mucho jugar con títeres. Me dio unos ojos y la posibilidad de ver. Ver más allá. Y mirando y buscando, te encontré. No sé si eres mi pareja ideal, si estaremos juntos toda la vida o si acabaremos, como tantos otros, en el cubo de la basura. Sólo sé que te quiero, y que me siento afortunado. Por fin te encontré.
Firmado:
Blancanieves