Capítulo 17

Hagan plaza, den entrada,

que viene triunfando Amor

de una batalla mortal

en que ha sido vencedor.

TIRSO DE MOLINA

En casa de Marcos, lunes por la tarde

Marcos, encerrado en su cuarto, no puede parar de leer. Ha encontrado el blog de Ana gracias a un comentario que oyó entre las chicas, y está fascinado. «¡Qué bien escribe esta chica, y qué sincera es! No le importa mostrarse triste ni afectada por nada». El chico se da cuenta de que a él le importa demasiado lo que piensan los demás. «¿Qué más da si en el insti piensan que soy un rarito o si Estela cree que soy un soso o si Silvia…? Bueno, creo que ella es la única que me ha visto de verdad, y si ella puede hacerlo, los demás también». Sabe que la mejor manera que tiene de comunicarse es a través de la música, pero le da pánico que los demás lo juzguen o critiquen. Tiene talento y lo sabe, pero es demasiado perfeccionista, y eso le hace encerrarse demasiado en sí mismo y no enseñar su trabajo a nadie. Después de leer el blog de Ana, se da cuenta de que eso debe cambiar. Tiene que abrirse más y enseñarle su música a los demás. Y si no les gusta, pues no les gusta. No pasa nada. Sabe que los lunes por la tarde hay torneo de futbolín en el Milano. Y aunque el fútbol le importa bien poco, piensa que tal vez estaría bien pasarse y empezar a abrirse al mundo. Se viste, coge la guitarra y sale a la calle dispuesto a comérselo. Pero no es tan valiente y necesita un poco de ayuda. Llama al interfono de Silvia.

—Vecina, ¿te vienes al Milano a tomar algo? —le propone emocionado.

—¡Pues claro que sí! Espera que llamo a las chicas. ¿Te importa?

—Para nada. —Marcos se alegra. No se siente demasiado bien después de haberse escondido en el lavabo y pasar de Estela, y piensa que, a lo mejor, ésta es una buena manera de arreglarlo.

Silvia monta a toda prisa un grupo en WhatsApp y, en cuestión de segundos, todas están citadas en el bar.

Silvia

En línea

La 1a que llegue, k pille sitio en la terraza

Unos instantes después, en el Milano

Estela, que siempre es la más rápida de todas, ya ha escogido una mesa y dispuesto sillas para todos. Sólo tiene un pequeño problema. Justo a dos mesas de distancia se encuentran David y Nerea, con otros amigos de la universidad. El bar está a tope, y es imposible encontrar un sitio más lejano. Conclusión: aquí nos quedamos.

Las chicas van llegando. Bea, con un casco de moto que le va enorme. Ahora lo lleva a todos lados, porque nunca se sabe cuándo puede aparecer su príncipe azul a recogerla. Ana, con su libretita, se sienta de espaldas a la mesa de David para no verlo, y Silvia y Marcos llegan riendo y hablando de sus cosas mientras Estela se dice: «Qué rollo más raro se llevan esos dos».

—¿Una RPU exterior? ¡Me encanta! —Estela se dirige a Silvia sin mirar apenas a Marcos.

—¿RPU? —se sorprende el chico.

—Sí, «Reunión de Princess Urgente». Si quieres unirte al grupo… Un príncipe nunca está de más. Aunque, ya te aviso, el baño de aquí huele demasiado mal como para esconderse mucho rato —le responde Estela guiñándole el ojo, como de costumbre. Lo ha dicho como un comentario gracioso, medio en broma, pero en realidad le quería decir: «A mí no me la cuela nadie».

—Me gustan los baños —se desentiende Marcos—. Las paredes y puertas suelen estar llenas de poemas.

«Vaya… Parece que no se ha dado por aludido», piensa Estela.

—¿Nos sentamos? —dice Silvia.

—Sí —responde Estela. Mira a la mesa de David y le dice a Ana—: No te vuelvas, pero David no te quita la vista de encima. Te está mirando todo el rato.

—Sí, a mí, seguro… —contesta Ana incrédula, poniendo los ojos en blanco.

—Pues sí que mira, sí… —afirma Silvia—. El muy cretino… No me gusta hablar así de mi hermano, pero es que llevamos unos días de bronca, día sí, y día también.

De repente, Nerea, que se ha levantado de la mesa contigua y en dos zancadas se planta delante de ellos, interrumpe la conversación. Hace un repaso general a la mesa y, en tono altivo, dice:

—Uy, parece que hoy les han dado fiesta en la guardería… Qué honor tener a todos los bebés aquí…

—Uy… Parece que hoy han soltado a las barbies —responde Estela, imitando la voz de la chica—. Qué honor tener a todas las pijas aquí…

Las Princess se ríen. Incluso Ana, que aunque parezca que se esconda, no puede evitar mirar a Nerea. «Cómo va vestida… Con esas mallas y esos tacones de aguja. No le pega nada a David», se dice.

La verdad es que el chico está más o menos de acuerdo. No sabe muy bien cómo ha llegado a ese punto. Nerea se comporta como si fueran novios, y a él le da muchísima vergüenza reconocer que siente algo por Ana, aunque no sabe muy bien lo que es. El carácter de Nerea es muy fuerte y le da pánico cómo pueda reaccionar si nota que no quiere que sean novios formales. Aunque tenga esta actitud cobarde hacia ella, no puede evitar levantarse y hacerse un poco el machito.

—¿Todo bien, Nerea? —dice, tras haber observado el espectáculo desde la lejanía. Se siente con la obligación de intervenir.

—Sí, estas niñas, que están un poco colgadas, y las estaba invitando a sentarse con nosotros. ¿Te parece bien?

«Qué rabia de tía —piensa Ana—, se hace la buena delante de él. La muy arpía…».

—Sí, claro, podemos juntar las mesas. ¿Me ayudas? —le pide David a su hermana. Cree que éste es un buen modo de hacer las paces con ella.

Silvia no sabe cómo reaccionar. ¿Debe o no debe ayudar a su hermano a juntar las mesas? Mira a Ana, implorando una respuesta. Su amiga se quiere morir. «No lo voy a soportar… No lo voy a soportar», piensa. Estela le aprieta fuerte la mano y le dice al oído:

—Tranquila, princesa, todo saldrá bien.

Mientras se juntan las mesas, David y Ana ni se miran. Ante la actitud de ella, David siente como si la chica fuese una desconocida. Eso duele. Antes, cuando ella le gustaba y no había nada entre ellos, el chico podía fantasear y soñar sin límites, pero ahora siente que todo se ha vuelto en su contra y, además, ella se está comportando como una cría.

David mira a Nerea: es la novia que a todo chico le gustaría tener. Guapa, popular y divertida, es tan diferente a Ana que si fuesen dos planetas en el sistema solar estarían a mil años luz, como mínimo. Si pudieras elegir un planeta donde vivir, ¿cuál elegirías? ¿El planeta de Nerea o el planeta de Ana?

Estela está todo el rato pendiente de su amiga, y Nerea no le quita la vista de encima a David. Una vez todos vuelven a estar sentados en grupo, la universitaria empieza a fastidiar con preguntas ridículas:

—Y ¿qué tal, niñas?… ¿Cómo va el cole?

—El instituto —aclara Silvia—. Muy bien, gracias.

—¿Y?

—¿Ya sabéis qué vais a estudiar en el futuro? ¿Sabéis qué queréis ser de mayores? —insiste.

—Ya somos mayores —replica Estela.

—Sí claro, por eso vuestros padres ya no os tienen que dar la paga todas las semanas, ¿verdad? ¿Cuánto os dan? ¿Diez euros?, ¿quince?

—Ya basta, Nerea —interviene David. No le gusta cómo se está comportando su compañera.

A decir verdad, el clima que se respira en el Milano es tenso. Acaban de juntar las mesas, y parece como si todo el mundo quisiera fugarse. ¡A lo mejor no ha sido tan buena idea!