Capítulo 33

Y aunque fui yo quien decidió

que ya no más

y no me cansé de jurarte

que no habrá segunda parte

me cuesta tanto olvidarte, me cuesta tanto

olvidarte, me cuesta tanto…

MECANO

En la coctelería

Marta y David ya llevan dos copas y todavía no tienen muy claro cómo podrá él recuperar a Ana. Los dos callan y piensan, mirando al techo, como si estuvieran intentando descifrar un logaritmo imposible.

—¿Y si cotilleamos en su blog? Igual hay alguna pista. ¿Lo has leído últimamente? —pregunta Marta.

—No —contesta él, afligido—. Me pongo demasiado triste. Pensaba que si no hablaba con ella, si no leía su blog y no le comentaba nada a mi hermana, con el tiempo me acabaría olvidando de ella, pero no. No puedo quitármela de la cabeza —confiesa.

—¿Te apetece leerlo? Tengo el iPad en el bolso —ofrece Marta.

David asiente con la cabeza y, segundos más tarde, los dos amigos leen en silencio la última entrada de Ana.

Nueva entrada:

El juego de la oca

Cuando lo pasas mal, cuando lo ves todo negro, cuando te encuentras dentro de un pozo y crees que nunca vas a poder salir, siempre hay alguien que te dice: «Tranquila: lo que no te mata, te hace más fuerte». Y tienen razón.

¿Era necesario jugar esta estúpida partida? A lo mejor sí. Aunque fuera sólo para descubrir cuánto me equivocaba. Después de unas cuantas tiradas muy chulas, yendo de oca en oca, he caído en el pozo. No voy a ganar, porque creo que no quiero jugar. Me retiro.

Firmado

Blancanieves

Los dos amigos se miran extrañados. David es el primero en pronunciarse:

—¿De qué narices está hablando? ¿De mí? —pregunta.

—Creo que no. No tiene sentido. Mira la fecha. Esto lo escribió el viernes por la noche —le aclara su amiga.

—¿Entonces? No entiendo.

—Pues que esto no te lo dedica a ti. —Marta hace una pausa, y decide que ha llegado el momento de contarle la verdad—. Esto va dedicado a Crespo.

—¿A Crespo? —le pregunta David, incrédulo.

—Sí, estaban enrollados, pero por lo que dice en el post parece que ya han cortado. Está claro que Ana no lo vio claro.

—Enrollados —susurra su amigo, triste y con los ojos aguados. Marta lo coge de la mano y le dice:

—No te hundas ahora: esto es una buena noticia. Ana tenía un lío, ha probado con él para salir de dudas y lo ha dejado. Eso significa que te quiere.

—Marta, eres la mejor dando ánimos, pero yo no lo veo así. No sé qué tengo que hacer.

—Déjale un comentario —le propone la chica, rotunda.

—¿Un comentario? —David mira a Marta, relee la última entrada de Ana y dice:

»Acabo de tener una idea genial, pero me llevará un poco de tiempo. ¿Puedes ayudarme?

—Eso ni se pregunta —le contesta su amiga, emocionada.

En el mismo instante, en la RPU

Silvia nota que las otras tres están algo tensas. No es nada fácil contar un secreto, aunque lo hagas delante de las personas en las que más confías en este mundo. Sus amigas parecen indecisas. Ana se hace la distraída buscando una canción en el ordenador, Estela juega con la llama de una vela aparentando estar pensativa, y Bea se tapa la cara con un cojín, tumbada en el colchón.

—¿Quién empieza? —pregunta Silvia con cariño.

Las Princess no dicen nada. Ninguna de las tres se atreve a comenzar.

—Os propongo una cosa. —Silvia se levanta—. Cuando cuente tres, cada una dirá su secreto en una frase, sin parar y sin hacer ningún comentario, ¿vale? —Las otras no la miran, como si no la hubieran oído—. Sé que me estáis escuchando, así que voy a empezar a contar: Una, dos… ¡y tres!

La primera en hacer su confidencia es Estela:

—El otro día me lié con Félix, un actor de pacotilla, y me siento supermal.

Las palabras de Ana pisan la frase de Estela:

—La he cagado, me he liado con Crespo ¡y echo de menos a David!

La última es Bea:

—¡Yo me he liado con Toni!

—¿Con Toni… Toni? —pregunta Silvia, sin dar crédito.

—Sí, Toni… Toni, nuestro tutor —confirma Bea, ante los ojos abiertos como platos de sus amigas—. Pero eso no es todo… El otro día, Miguel me dio un beso… y creo que lo de Pablo se ha acabado definitivamente.

Las Princess se quedan en silencio, intentando procesar toda la información. Silvia se siente en la obligación de tomar cartas en el asunto.

—Vale, yo creo que deberíamos ir por partes. Una a una. ¿Os parece bien? —Las demás asienten con la cabeza—. ¿Quién empieza?

Ana toma la palabra.

—En primer lugar, querría pedirte perdón. David es tu hermano, y quiero que sepas que lo quiero un montón. Cuando pasó eso en el parque y mis padres nos vieron besándonos me dio un bajón y lo pasé supermal. En estas últimas semanas no he sabido nada de él. En ningún momento te había querido decir nada, porque es tu hermano y no quería que estuvieras en medio. Bueno… Y también te quería pedir perdón a ti, Bea. Reconozco que cuando vi a tu hermana con David pensé que era una fresca, y que me lo quería robar. Siento mucho lo que ha pasado, chicas.

—¿Y Crespo? —pregunta Estela—. ¿Qué pinta él en todo esto?

—¡Yo qué sé! —exclama Ana, desesperada—. Crespo salió de la nada. Todo empezó porque decía que le encantaba mi blog, después lo ayudé a hacer el trabajo del insti, y una cosa llevó a la otra… Intentó liarse conmigo…

—Pero ¿os liasteis o no? —pregunta Estela curiosa.

—Sí, nos morreamos un montón, pero cuando quiso pasar a la siguiente fase y le dije que no, se puso muy pesado. Me di cuenta de que a quien realmente quiero es a David y ¡lo echo mucho de menos!

—Espera un momento —la interrumpe Bea, que acaba de procesar algo que su amiga ha dicho antes—. ¿Ayudaste a Crespo con el trabajo?

—Sí —contesta la otra.

—Pero este tío ¿qué se ha creído? Ahora entiendo lo bien que escribe. ¡Qué jeta! ¿Y te gusta? ¿Estás enamorada de él?

—¡No! ¡No me gusta! ¿Es que no me escuchas? Me lié con él porque tenía dudas y me sentía sola. Y la verdad, fue un error. El viernes escribí un post cuando llegué a casa donde lo ponía a caldo. Como sé que lo leerá, pues que se fastidie.

—Crespo no nos gusta —sentencia Estela.

—Chicas, lo siento… Ahora mismo sólo pienso en cómo puedo recuperar a David, y me importa un pito lo que digan mis padres. —Ana se muestra muy segura de sí misma.

—A mí me pasa lo mismo con Marcos. —Estela recoge el testigo—. Desde que salimos en la televisión me pasó algo extraño. Me dejé llevar por la tontería de ser famosa. Creo que yo también os debo una disculpa a todas por mi actitud. Ahora pienso que tengo lo que me merezco. Marcos ha estado conmigo durante todo este tiempo, pero yo me dejé llevar por una ambición estúpida, y lo he perdido. Supongo que a él no le faltan motivos para dejarme. He pasado de él durante todos estos meses y, cuando cortamos el otro día, me dejé llevar por la rabia y acabé liándome con Félix. Ese tío es un capullo. Pensaba que podría sacar un clavo con otro clavo, pero no fue así. Ana, te entiendo perfectamente cuando dices que quieres recuperar a David, porque a mí me pasa lo mismo con Marcos, y no sé por dónde empezar.

Mientras hablan sus amigas, Bea tiene la vista perdida en el vacío.

—Bea, ¿estás bien? —pregunta Silvia, que le pone la mano en el hombro.

—Sí. Estaba pensando en todo lo que decíais. Y creo que, por lo menos, vosotras lo tenéis muy claro.

—¿Qué quieres decir? —pregunta Estela.

—Lo que quiero decir es que Silvia tiene claro que quiere continuar con Sergio, y tú y Ana con Marcos y David, aunque no sepáis cómo reconquistarlos. Yo, sin embargo, no sé qué hacer… ¡Me he liado con Pablo, con el profe, y he dejado que Miguel me bese!

Las chicas no pueden evitar reírse. Su amiga no está acostumbrada a tener tantos pretendientes, y parece que, desde que rompió con Sergio, el amor no deja de aparecer en su vida.

—Si te lías con el profe, seguro que sacarás una matrícula —bromea Ana.

—O quizá no. Piénsalo bien. Si las cosas van mal, puede que te haga la vida imposible. Ya sabes lo que pienso sobre el tema. Si quieres, te recuerdo lo que pasó cuando me lié con mi profe de teatro —opina Estela.

—¿Qué hago? —pregunta Bea, desesperada.

—Yo creo que lo primero es que te aclares. Y que nos aclares a nosotras qué pinta Miguel en todo esto —dice Silvia mientras le da un pequeño masaje en la espalda para consolarla y relajarla.

—Miguel —suspira Bea—. El otro día dormí con él.

—¡¿Qué?! —exclama Ana, sorprendida—. ¡¿Has… con Miguel?! —pregunta escandalizada.

—¡Noooo! —grita Bea—. Quedamos después de mi entrenamiento para seguir con el trabajo de grupo. Yo estaba muy cansada y, cuando me tumbé en su cama, me quedé dormida en el acto. Él se echó a mi lado… ¡y me besó! Me desperté, pero fingí que seguía dormida. —Sus amigas la miran interrogantes—. ¡Fue sólo un beso!

—A Miguel le gustas, eso es evidente —afirma Estela.

—Yo no le quiero hacer daño. —Bea se siente fatal, y busca el abrazo de Silvia para que la reconforte.

Son casi las dos de la madrugada, y las chicas siguen sin salir de la habitación de Ana. Cada una ha contado sus intimidades y se sienten más aliviadas. Esta RPU era más necesaria de lo que pensaban. A veces, el consejo de las buenas amigas es vital para recuperar a un amor, o para aclararte en lo relativo a los chicos.

Por fin las Princess vuelven a ser las que eran. Han desvelado sus secretos y, de este modo, su amistad se ha visto reforzada.

Princess, debemos hacer algo —sentencia Silvia con tono imperativo.

—¿En qué sentido? —pregunta Bea.

Estela exclama:

—¡Tenemos que bajarle los humos a Crespo!

—A Crespo ya le he bajado los humos yo con mi última entrada —dice Ana orgullosa, mientras coge su ordenador—. ¿La queréis leer?

—¡Adelante! —la anima Estela.

Minutos más tarde

—Es genial, Ana, te felicito —dice Silvia, sincera—. Se merece esto y mucho más.

—Brutal —dice Bea, sin dejar de mirar la pantalla—. Oye Ana, ¿has visto que tienes un comentario? ¿Ya lo has leído?

—No —contesta Ana.

Las Princess se miran inquietas. ¿Será un comentario de Crespo? Ana lo abre.

—¿De quién es? —pregunta ansiosa Bea.

—Toca —responde Ana.

—¿Toca qué? —pregunta Estela.

—Que el usuario se llama Toca.

—¿Y qué dice? —pregunta Silvia.

—Nada, es un link.

—Dale, por favor. ¡Qué nervios! —la apremia Bea.

Ana pincha en el enlace, que las lleva a un blog desconocido llamado El juego de la oca, y que contiene una única entrada que dice lo siguiente:

Entrada:

Tiro porque me toca

Esta partida la jugaremos tú y yo a solas.

Si decides jugar, sigue leyendo.

Ahora, imagínate un tablero del tradicional juego de la oca. Si tienes uno a mano, sácalo y pon dos fichas en la casilla de salida. Yo seré la verde. Tú puedes elegir otro color.

Empiezas tú. Yo también tiro. El dado sacará los mismos números para ambos. De este modo, las fichas irán siempre a la par. Casilla tras casilla, disfrutaremos al mismo tiempo subiendo por el puente, donde nos besaremos y reiremos; pasaremos juntos la noche en la cama de muelles de la prisión y no dejaremos dormir a los carceleros; en el laberinto hablaremos un rato mientras buscamos la salida y, cuando la encontremos, yo me tomaré un whisky con cola.

¿Juegas conmigo?

Después de leerlo, las Princess se quedan mudas.

—¡Qué fuerte! —resopla Ana—. Me va a dar un infarto.

—No es Crespo, ¿verdad? —pregunta Bea.

—¿Te recuerdo que yo le escribía los trabajos? —responde la benjamina con ironía—. Y además, Crespo bebe vodka con naranja.

—Pues entonces… sólo puede ser… —empieza Estela, y calla por miedo a pronunciar el nombre y errar.

Todas miran a Ana, y ésta lo confirma:

—Es David. Y todavía me quiere. Está conmigo en el pozo, y quiere que salgamos juntos… Es lo más romántico que me han escrito en la vida.

—Qué manera más bonita de pedirte que volváis —suspira Estela.