Capítulo 3

No sé si quedan amigos

y si existe el amor,

si puedo contar contigo

para hablar de dolor,

si existe alguien que escuche

cuando alzo la voz

y no sentirme sola.

EL CANTO DEL LOCO

Lunes por la mañana, en casa de Marcos

No es una Princess, pero lo han aceptado tan bien dentro del grupo que podría ser una de ellas. Dado su carácter sensible, cariñoso y dulce, Marcos se ha ganado a pulso que todo el instituto lo adore, sobre todo desde que salió por la televisión cantando con Estela. No ganaron, pero se llevaron el segundo premio y grabaron una maqueta. Todo el mundo los conoce en el insti, y Marcos se ha convertido en un chico popular.

No sólo no le importa demasiado ser popular, sino que más bien le incomoda. Marcos es de ese tipo de personas que creen que la fama es una tontería y que odia que las niñas le pidan autógrafos o lo reconozcan por la calle. También le gusta ser el rarito del grupo, y los raritos no son populares. Para colmo, tiene una novia que no destaca precisamente por no llamar la atención. Veremos cómo le sorprende Estela, la más atrevida de las Princess, el primer día de instituto.

Es la hora de levantarse, y a Marcos le encanta quedarse en la cama haciendo el remolón. Sin sacar la cabeza de debajo de las sábanas para que no entre ni un solo rayo de luz, palpa la mesita de noche con la mano derecha, y toca toda clase de cosas: una vela, una piedra, un lápiz de madera, su libreta y… ¡el móvil! Lo coge y lo esconde dentro de su pequeña cabaña improvisada. Estela le sorprende todos los días con un mensaje de buenos días, y Marcos le escribe un e-mail todas las noches, justo antes de irse a dormir. Es la forma que tienen de decirse que se quieren. Todos los días. A Marcos le gusta mucho despertarse sabiendo que tendrá ese mensaje en su teléfono. Le encanta dormir, y le cuesta horrores levantarse por las mañanas. El chico acostumbra a trasnochar componiendo canciones o leyendo, y no soporta la manera que tiene su madre de despertarlo. Es peor que cualquier despertador: lo levanta a gritos y subiendo la persiana sin ningún tipo de compasión, dejando que entre toda la luz. Pero por suerte, eso no ha pasado hoy.

Medio dormido aún, enciende el teléfono y deja que la luz de la pantalla se ilumine. Entonces lee: «Tiene un mensaje nuevo». Marcos sonríe y ronronea como si fuera un gato. No lo lee al instante. Sabe que ese mensaje será bueno, y se permite dormir un poco más antes de saborear su pequeña buena noticia diaria. Le gusta esta sensación: Marcos es de esas personas que dejan para el final las cosas que les encantan. No le gusta quemarlo demasiado rápido. No lo quiere gastar. Como cuando se come un flan y se deja todo el caramelo el final porque es lo que más le gusta.

Minutos más tarde, y sin sacar la cabeza de debajo de la sábana, como si fuera un niño de ocho años que está leyendo a escondidas, lee el mensaje:

Buenos días, príncipe! Espero que hayas dormido bien y te despiertes feliz por la mañana. Te quiero, amor mío :-)

Ni en el mejor de sus sueños podría Marcos imaginarse que algo así le pasaría a él después de la fatídica muerte de su padre. Colegio nuevo, sin amigos… Y de repente, casi sin darse cuenta, se atreve a cantar en público, sale en la tele, conoce a una chica divertida y loca que lo quiere y ¡toda su vida cambia!

Se da un impulso para saltar de la cama, extrañado porque su madre no haya entrado aún en su habitación a despertarlo. Se viste con la misma ropa del día anterior y, cuando está a punto de entrar por la puerta de la cocina, ve a un extraño en su casa. Es un señor regordete de unos cincuenta años que va vestido con un traje de color marrón que al chico le parece horroroso. Además, lleva un cabello imposible de definir. Sin saberlo, se ha sentado en el sitio de Marcos y se está comiendo sus tostadas con mermelada de arándanos. Está charlando tranquilamente con Marieta, quien le ríe todas las gracias y ni se da cuenta de que su hijo está inmóvil y patidifuso en la puerta de la cocina.

«¿Qué está pasando aquí? Ni siquiera Atreyu me hace caso», piensa el chico, que observa la escena como si fuera el espectador de un culebrón.

—¿Estoy soñando? —suelta en voz alta a la vez que se refriega los ojos con los puños. Su madre se sorprende y, antes de que pueda decir nada, el señor raro le sonríe.

—Buenos días. ¿Y cómo se llama este chico que parece que no se atreve a entrar en la cocina?

—¿Perdone? ¿Me… me lo dice a mí?

—Pues claro. ¿Hay alguien más contigo en el umbral? ¿Un amigo invisible? Porque yo sólo te veo a ti —dice el señor, intentando ser gracioso.

—Cariño, entra, que te presento a mi amigo Florencio. —Marieta sonríe y mira al señor—. Florencio, éste es Marcos. Mi niño.

La cara del chico es un poema: se ha quedado sin palabras y odia que su madre lo trate como a un bebé. Marieta los mira a los dos con una sonrisa que parece salida de un anuncio de la tele. Forzada y tensa.

—En seguida he hecho buenas migas con Atreyu. Espero que contigo me ocurra lo mismo —dice el señor rompiendo el silencio y dándole una tostada al perro. Éste se la come en un microsegundo.

—Es un perro. A todos los perros les gusta cualquiera que les dé de comer. No tiene demasiado mérito, la verdad —contesta Marcos, distante.

Se hace otro silencio incómodo. Incluso Atreyu deja de menear la cola y mira a su amo en plan: «Tío, te has pasado, ¿no?».

Marcos no tiene ningún interés en conocer a Florencio. Le parece un señor horrible con un nombre horrible que se está comiendo sus tostadas. Tiene clarísimo que hoy va a desayunar en el bar Piccolino.

—Bueno, pues encantado —dice en tono irónico. Y luego aclara, aunque sin demasiado interés por quedar bien—: Me voy al insti.

—Hijo, ¿tan pronto? —pregunta Marieta, nerviosa y a la vez decepcionada, porque le hacía ilusión desayunar con su hijo y su nuevo amigo—. Apuesto a que ni siquiera te has duchado.

—Me duché por la noche —contesta Marcos, saliendo por la puerta.

—¡Te he dicho un millón de veces que hay que ducharse todos los días! —grita la mujer, como de costumbre. Mira a Florencio algo avergonzada y se encoge de hombros en un gesto de impotencia.

Marcos no se lo puede creer. No hace ni un año que se mudaron, después de la muerte de su padre, y parece que su madre ya tiene novio. ¿Y cómo se llama? Florencio. «No me da ni para hacer una canción», piensa mientras camina hacia clase.

A la misma hora

Ya hace rato que Estela ha salido de casa, aunque ella sí que se ha duchado. Le gusta levantarse, encender el ordenador, ver que tiene un correo electrónico de Marcos con el «asunto» de Buenos Días y ducharse. Le gusta leer el correo mientras desayuna pero, como le sucede a Marcos, le encanta la idea de despertar y encontrarse el e-mail de su príncipe. Le gusta incluso más que el correo en sí. El de hoy dice:

Buenos días, princesa:

Son las tres de la madrugada y no puedo dormir. No paro de darle vueltas al tema del grupo. Me encanta nuestro disco, pero creo que podríamos crecer mucho si montáramos una banda. He puesto un par de anuncios en Internet y ya tengo a dos personas interesadas: un bajo y un tipo que toca el trombón. ¿Te imaginas? La de instrumentos y sonidos que hay en el mundo y la de melodías que se llevan tocando desde que el hombre existe. Es increíble, la combinación de notas no tiene fin… como el amor que siento por ti.

Me voy a dormir feliz, pensando en la suerte que he tenido de conocerte, y te doy las gracias por todo el apoyo que me das siempre. Tengo ganas de ver con qué look me sorprendes hoy.

Te quiere, tu príncipe. Siempre. :-)

A Estela últimamente le ha dado por llevar pelucas de colores y gafas sin cristales. Hoy le ha tocado el color lila. Parece un dibujo animado japonés. Dos coletas, falda corta, calcetines amarillos hasta las rodillas, zapatos de charol negro y sus gafas de pasta, que dice que se pone para que no la reconozcan. Todo el mundo sabe que eso es mentira, que si algo le gusta a Estela es la fama y que la paren por la calle. La relación entre Marcos y ella cambió el día del concurso. Se besaron por primera vez y declararon su amor en público. Fue el día más importante de su vida. Para Marcos también fue el día en que le dieron su primer beso de amor y, para Estela, el día en que se hicieron famosos. Se apoyan y se quieren, pero tienen diferentes maneras de ver la vida y el arte.

Estela llega al insti con diez minutos de antelación, porque en este curso es más popular que nunca y le gusta que la gente le diga cosas.

—¿Estela? —grita a lo lejos una chica que se acerca con una carpeta y un boli—. ¿Me podrías firmar un autógrafo? Me encantas, tía. Tú y tu novio. Sois supermolones.

—Pues claro. ¿Y te llamas…? —pregunta Estela, toda orgullosa.

—Teresa. «Pa-ra mi a-mi-ga Te-re-sa con a-mor» —le dicta la chica.

Estela se siente tan bien y le gusta tanto todo esto que no puede evitar pensar en su ex, su profesor de teatro, Leo. Ya no está enamorada de él, pero le encantaría restregarle su éxito por la cara. Tuvieron una relación muy corta pero muy intensa. Leo sacó lo peor de Estela, pero a la vez la enseñó a actuar y le dio consejos muy útiles para soportar esta dura profesión. Echa de menos esas charlas que tanto la ayudaban a no perderse, y sus conversaciones eróticas a través del chat, pero también está feliz porque ha dejado atrás la angustia y la ansiedad.

—Gracias… Hasta… pro-nto —tartamudea la fan, que se marcha caminando hacia atrás y mira a Estela como si fuera una estrella del rock.

Mientras Estela se guarda el boli en la mochila aparece Marcos, que no puede evitar troncharse de risa cuando ve la pinta que lleva su chica.

—¡Hola, príncipe! ¿Se puede saber de qué te ríes? —dice la chica a la vez que le planta un buen beso en los morros para que no le dé tiempo a contestar y cortarle la carcajada.

—De nada, Pelucas —responde Marcos al tiempo que mete los dedos en sus gafas sin cristales, haciéndole burla.

—¿Qué haces? Deja mis gafas. ¡No me toques! —Estela odia que Marcos haga eso.

—Venga, no te enfades, que era una broma —dice su chico mientras la abraza por la cintura, consiguiendo sacarle una tímida sonrisa—. Primer día de clase. A ver qué tal nos va.

—Pues nos irá perfecto. Somos populares, tenemos un disco y ¡todo el mundo nos adora! ¡Venga, tira! —dice Estela, y le da una patada en el culo de manera guasona y sin poder evitar mirar de reojo a sus compañeros de clase: está controlando si tiene fans cerca.

Marcos, que se da cuenta, se ríe y entra en el centro cogido de su chica. Aunque le dan un poco de vergüenza esa actitud y el nuevo look de Estela, le encanta que sea su novia. Si no fuera por el amigo Florencio, su primer día de insti habría empezado genial.