Capítulo 19

Que ya no hay tiempo que transcurra,

ni sudor que se me escurra por tu cuerpo,

ahí donde curra mi silencio,

mis manos, mi boca, mis ganas, mis besos,

mi cabeza loca, mi tema, mis sueños,

te digo por qué… Porque me falta el aliento,

la fuerza, la pasta, las ganas de verte,

el encanto, la salsa, la luz de mis ojos,

mi as de la manga,

tus ojitos rojos,

me faltan, me faltan…

ESTOPA

Unos minutos más tarde, en el Club

El Club está en su máximo apogeo. En la pista no cabe ni un grillo, los podios están llenos de personas que bailan cada canción como si fuera la última del mundo, y los camareros y las camareras parecen hormiguitas sirviendo bebidas y cócteles. Las luces de neón parpadean y giran como locas, la gran bola de pequeños cristales colgada en el centro de la pista de baile le da una atmosfera propia de un planeta muy diferente al que estamos acostumbrados a vivir.

Estela y Silvia vuelven a entrar por la gran puerta roja. Han dejado sola a Ana, y son muy conscientes de ello. Aunque entre las Princess están acostumbradas a comentar todo lo que les pase, esta vez hacen una excepción. Saben perfectamente que la noche del sábado no está hecha para sentarse a hablar de sus vidas y relaciones. La noche del sábado está hecha para que pasen cosas. Ya tendrán tiempo entre semana para repasar lo sucedido.

Cogidas de la mano para no perderse, dan una vuelta entera por la pista de baile como si estuvieran buscando a alguien, pero lo que hacen en realidad es investigar dónde está todo el mundo. Las Princess llaman a esto la «vuelta de reconocimiento», y su objetivo es, de alguna manera, ver cómo está el patio.

Silvia va detrás de Estela, quien les abre camino bailando. Silvia busca a Sergio, ha llegado el momento del gran encuentro y, aunque le dé cosa haberle dicho todo eso por chat, tiene unas ganas increíbles de estar con él.

Estela está en su salsa. Todos los chicos la miran, y eso le encanta. Sabe que Marcos está en algún rincón de la sala, pero ella tiene otro objetivo, y éste tiene un nombre: Félix. Quiere impresionarlo de verdad, pero el actor le ha dicho que estaría en la zona VIP, y ella no tiene acceso, de momento.

Las chicas se dirigen a la barra para tomar algo. Durante la vuelta de reconocimiento han visto a Bea y a Pablo liándose en la pista, y han pasado de largo. Las Princess tienen un código tácito que respetan siempre. Cuando una de ellas está «intimando» con un chico, ninguna de las Princess se acerca bajo ningún concepto.

En la barra hay una cola horrible. Estela se pone de puntillas para ver si está Pedro, que siempre les da un trato exclusivo y a veces las invita a chupitos; pero, inexplicablemente, el simpático camarero no está, por lo que tendrán que esperar. Algunos chicos las miran. Ellas sonríen. Para las Princess, los chicos que intentan ligar con las chicas en las colas tienen un nombre: rémoras.

Son esa clase de chicos que aprovechan la espera de las chicas para pegarse a ellas y tener una conversación aparentemente sin ánimos de ligar, aunque en realidad sea todo lo contrario. Si les sigues la conversación, se te pueden pegar toda la noche. Por eso los llaman así, rémoras: porque se pegan como el pez del mismo nombre.

—¡Hola! ¿A qué instituto vais? —pregunta un chico que parece amable.

—Hay rémoras a la vista… —comenta Estela.

—Ya veo —responde Silvia.

Estela obvia por completo el comentario del chico.

—Perdona, tú eres Estela, ¿no? —Parece que el chico la ha reconocido. La chica se ve forzada a contestar.

—Sí, ¿y tú quién eres?

—No me conoces, pero conozco a alguien que sí te conoce —responde el muchacho con una retórica absurda y en tono seductor.

«Muy bien, me ha tocado una rémora de las gordas», piensa ella.

—Ya —responde la chica sin pizca de interés.

—¡Lo digo en serio! Y si no me crees, mira allí arriba. —El chico señala con el dedo la zona VIP. Estela sigue la dirección y ve una silueta que saluda desde el balcón.

—¿Quién es ése? —susurra Silvia al oído de su amiga.

—Es… es… ¡Félix!

Estela se olvida de todo y sale precipitadamente hacia la escalera que lleva a la zona VIP, dejando al desconocido y a Silvia en la cola para pedir bebidas. Ésta, atónita, no se puede creer que su amiga haya salido disparada sin decirle nada. «En fin… ¡Una menos!», piensa sin darle mucha importancia. Sabe perfectamente que Estela se trae algo entre manos; las amigas tienen tanta confianza que no hace falta que se digan o cuenten según qué cosas, y menos un sábado noche.

Al rato, Silvia consigue llegar a la barra y, cuando está a punto de pedir, dos manos calientes le tapan los ojos. Silvia reconoce ese tacto, reconoce esa piel. La chica sonríe. Un rayo de nervios le chispea en el estómago. Sin volverse, toca esas manos. De pronto siente un beso en el cuello. La chica se vuelve sin abrir los ojos. Por fin se ha encontrado con Sergio.

En el mismo instante, fuera del Club

Ana se siente realmente molesta con David y, además, nota que está un poco borrachilla. Sentada en la entrada de una tienda de ropa, no deja de pensar en todo lo que le ha pasado durante esas dos últimas semanas. No entiende cómo David ha podido pasar de ella después de todo lo que está viviendo en casa. «¡Y soy tan terriblemente romántica y tonta que me escapo de casa para estar con él, con la que me puede caer! ¡Ja!», piensa entristecida.

Al rato aparece Crespo. Ana no se da cuenta porque está totalmente absorta, metida de lleno en una espiral de pensamientos negativos.

—Ana —susurra Crespo, quien se da cuenta de que la chica no está nada bien.

—¡Hey! Oye, no me hagas mucho caso de lo que diga hoy, ¿vale? Estoy enfadada con el mundo.

—Pues ya somos dos —sonríe Crespo—. ¿Qué te pasa?

—Que David no me quiere, mis padres no me quieren y, aparte de que nadie me quiera, soy tonta —se lamenta la chica sin mirar a su compañero.

—Bueno, bueno, bueno… Eso me huele a una mala borrachera… Levántate, anda.

Crespo la recoge cuidadosamente del bordillo. Ana se tambalea un poco.

—Estoy harta de todo, de verdad, Crespo.

—Ya… ya… —responde él, consciente de que Ana no lo está pasando nada bien—. ¿Quieres que demos un paseo?

—Sí, por favor, un paseo muy largo. No quiero volver a entrar en el Club.

—Blancanieves, no seas así —dice Crespo para animarla.

—Te lo digo en serio. No sé qué tiene este antro que convierte a todo el mundo en títeres que sólo quieren aparentar que son gente guay.

Crespo se ríe. En el fondo, Ana tiene algo de razón.

—Venga, vamos y me cuentas.

—Eres bueno conmigo, Crespo —dice Ana, y lo mira al tiempo que empiezan a andar.

—Y tú conmigo. ¡Me ayudas con los deberes! De alguna manera, somos socios…

Ana y Crespo se ríen juntos. Han empezado el principio de un largo paseo.

En la zona VIP

La música está altísima y la gente que está sentada en los sofás rojos tiene que gritar para oírse. Todo el mundo parece estar pasándoselo en grande. Estela ha llegado hasta la puerta VIP. El guardia de seguridad la detiene y le pide que se identifique. En ese momento aparece Félix.

—Déjala pasar. Ésta viene conmigo —le ordena al guardia, que no se lo piensa dos veces y levanta el cordón rojo para que pase Estela.

Aunque por dentro está que alucina, la chica mira al guardia y levanta la cabeza orgullosa para pasar. Nunca había entrado en la zona VIP. Parece que el aire es distinto, la gente bebe en vasos de vidrio de colores, hay plantas exóticas y los camareros van vestidos de diseño con camisas negras de cuello chino.

«¡Esto es perfecto! ¡Me encanta!».

Ahí, todo el mundo conoce a Félix. La gente lo detiene para decirle cosas, otros le dan la mano, y las chicas lo miran con deseo. Estela, que está detrás de él esperando a que acaben todas esas muestras de cariño, ve a Marta y a David charlando en los sofás. No se lo piensa dos veces y se dirige a ellos. Si hubieran estado en el gallinero, es decir, en la pista de baile para la «plebe», no se habría acercado a hablar con ellos. Pero ahora Estela está en la zona VIP, el lugar donde todo el mundo se saluda efusivamente. Además, también está bien que Félix vea que Estela sabe apañárselas por sí sola.

—¡Qué bien, has podido pasar! —exclama David y le da dos besos de manera excepcional.

—Sí, bueno, tengo un amigo que es actor —responde Estela con algo de chulería.

—Oye… ¿Sabes dónde está Ana? —pregunta el chico—. Aquí no hay cobertura.

—Creo que está en la churrería. Supongo que ahora entrará en el… —A Estela no le da tiempo a terminar la frase porque Félix la agarra de la mano y se la lleva sin preguntar. Estela se ríe tontamente—. ¡Ups, luego hablamos!

El actor la acompaña hasta un rincón donde están sus amigos. Parece como si todos la estuvieran esperando. Uno de ellos le ofrece una copa de cava. Estela la acepta al ver que, junto al grupo, hay una enorme cubitera con un cargamento de cava. Sonríe mientras observa al grupo: aún no sabe quiénes son amigos de Félix y quiénes no, así que está muy atenta y presta atención a todos los detalles.

—Estamos celebrando el final de un rodaje —le explica Félix, que se ha fijado en lo expectante que está la chica—. Y a ti ¿cómo te va?

—Bien —contesta ella con un hilo de voz. Está tan impactada que no sabe qué decir.

—Es tu primera vez aquí, ¿verdad? —sonríe el chico.

—Sí, no había entrado nunca y estoy algo… ya sabes, alucinada. —Estela le devuelve la sonrisa.

—No te preocupes, que ahora te presento a todo el mundo. —Félix la sujeta del codo con delicadeza para presentarles a todos sus colegas. Estela no se lo puede creer. Está conociendo a gente importante: actores y actrices famosos y modelos. Conversa con uno y con otro, y todos parecen aceptarla como a una más en la fiesta.

De pronto, Estela ve a Félix volverse y prestar atención a algo. La chica le sigue la mirada y ve que el problema está en la puerta de entrada de la zona VIP.

—¿Qué pasa? —pregunta al ver al guardia de seguridad discutir con alguien.

—No lo sé… Alguien que quiere entrar. Estoy comprobando si lo conozco… —responde Félix despreocupado.

A Estela le da un vuelco el corazón. ¡El chico que está intentando entrar y que discute con el guardia es ni más ni menos que Marcos! Detrás de él, pero con cara peleona también, está Miguel.

—¿Los conoces? —pregunta Félix al ver a Estela boquiabierta.

—¿Qué? Ah, no, no… —Y acto seguido, la chica se vuelve para que su novio no la vea.

En la puerta de la zona VIP

—Que te he dicho que aquí dentro están mi novia y unos amigos… ¿Me dejas pasar o qué? —Marcos está perdiendo la paciencia con el guardia, que hace rato que les niega el paso.

—Mira, niño, ya te he dicho que aquí sólo entran los VIP, y ni tú ni tu amigo lo sois. ¿Lo pillas?

—¿Y puedo entrar para decirle a mi novia que estoy fuera? —pregunta Marcos mientras intenta convencerlo—. ¡Aquí no hay cobertura!

—No, no se puede. Lo siento. Ahora apártate, hazme el favor.

—¿Y si no quiero apartarme? —pregunta el chico desafiante.

—Vámonos ya, Marcos —susurra Miguel dándole un golpecito en el hombro a su amigo.

—Hazle caso y largaos —dice fríamente el guardia.

Marcos se enfurece. Estas situaciones lo han sacado siempre de quicio. La cuestión ya no estriba en que quiera entrar para estar con Estela. El guardia le ha tocado el orgullo y, sin pensarlo, coge la cuerda de terciopelo rojo y la desengancha para poder entrar.

—Oye, ¿qué parte no has entendido? —pregunta el guardia mientras sube el tono de voz y le da un manotazo a Marcos para que suelte la cuerda de acceso.

—¡Que me dejes! —El chico se zafa con fuerza de la mano del guardia e intenta entrar. El guardia lo agarra de los hombros, dispuesto a echarlo, y lo empuja de malas maneras. Marcos sale despedido unos dos metros y cae al suelo. Los curiosos que se habían agolpado alrededor para presenciar la escena se apartan. El guardia habla por el intercomunicador que tiene colocado en la oreja. Miguel ayuda a su amigo a levantarse.

—¿Estás bien?

Sin que a Marcos le haya dado tiempo de ponerse en pie, unos hombres con las espaldas como armarios los cogen a ambos por el pescuezo y los sacan de ahí. Estela lo observa todo desde el fondo de la zona VIP. No se puede creer lo que ha pasado. La verdad es que tampoco sabe qué hacer. No se quiere poner en evidencia delante de Félix y sus amigos, pero también siente que debería estar apoyando a su novio.

Por su parte, David y Marta también lo han presenciado todo, pero ellos no han dudado ni un segundo en acudir en ayuda de Marcos para que la cosa no pase a mayores. David intenta mediar otra vez con el segurata, pero lo único que ha conseguido es que los echen a todos de ahí.

—Fíjate bien en estas caras —le dice uno de los guardias a la chica que vende los tiques en la entrada—. A éstos no los dejes entrar la semana que viene, ¿ok?

La chica mira a Marcos y a Miguel, y afirma con la cabeza. David y Marta se abrazan como si fueran una pareja, y de este modo pasan inadvertidos.

En la pista de baile

Silvia y Sergio están en la misma zona que Bea y Pablo. Han estado bailando todo el rato, ajenos a lo que está pasando con Miguel y Marcos.

—Hoy estás especialmente cariñoso —le dice Silvia a su chico, quien durante toda la noche ha estado muy atento.

—Estoy contento de estar contigo —responde él.

Silvia le da un beso en los labios.

—¿Has visto? Parece que Bea ha vuelto con Pablo. —Sergio y Silvia miran a la pareja. Sergio no tenía ni idea de que Bea volviera a estar interesada en su ex. De hecho, desde que cortaron y él empezó a salir con Silvia, desconectó un montón de Bea.

—¿Hace mucho que salen juntos? —pregunta.

—Estos dos se quieren desde hace años. Son de esas parejas que van y vienen, y que en el fondo nunca se dejan —responde su novia sin tener en cuenta que Sergio estuvo saliendo con su amiga durante un tiempo.

—Ah —dice Sergio sorprendido. Ver a su ex con otra persona no le causa celos, pero sí una sensación extraña.

Y entonces Silvia se percata de que el chico se ha quedado algo tocado, y le resulta inevitable pensar en cómo sucedió todo. No hay que olvidar que Sergio está con Silvia gracias a Bea, quien lo conoció por Internet y con quien tuvo un pequeño romance.

—Te veo raro… ¿Aún te gusta Bea? —le pregunta Silvia con cariño.

—Qué va, sólo que llevaba tiempo sin verla y no nos hemos ni saludado. Y quieras o no… Pues salimos juntos, y es una pena que la amistad se pierda.

Silvia lo coge de la mano.

—Ven, que te presentaré a Pablo y de paso la saludas y estamos todos juntos, ¿vale?

Sergio accede a la petición de Silvia. En realidad, el bache que pasaron los tres ya está más que superado.

Pablo y Sergio se presentan con mucha amabilidad mientras Bea y Silvia se miran de reojo. Las dos Princess sienten que, de alguna manera, por fin, han cerrado un pequeño ciclo.

—Una cosa, chicos… Aquí empieza a hacer un calor horrible. ¿Qué os parece si salimos afuera, a la churrería? —Bea ha dado en el clavo. No recibe ninguna negativa de los otros tres. Además, en la churrería siempre hay gente, y muchas veces la verdadera fiesta no está en el Club, sino allí.