Capítulo 16

Dar es dar

y no fijarme en ella

y su manera de actuar.

Dar es dar

y no decirle a nadie

si quedarse o escapar.

FITO PÁEZ

Viernes tarde, en el bar Milano

Crespo, Miguel y Bea han quedado para continuar con el trabajo del insti. Parece que los tres están muy motivados. Están seguros de que si lo hacen bien, dejarán impactada a toda la clase. Pero aún queda mucho trabajo por hacer.

El último día se pusieron deberes para empezar a calentar motores. Miguel prepararía una lista de ideas, Bea un esquema del diseño de la web, y Crespo tenía que escribir el proyecto.

Miguel envió un e-mail hace dos días proponiendo quedar el viernes para tomar algo y soltar una lluvia de ideas. Bea sugirió entonces quedar en el bar de siempre. A Crespo le encantó la idea, pues suele pasarse los viernes en el bar con sus amigotes.

El primero en llegar es Miguel. Está algo nervioso, y el chico se ha imaginado que Bea estaría en el bar un poco antes, como el último día en que quedaron. Esta vez no ha sido así. Se sienta a la misma mesa que la última vez que se reunieron. Está nervioso por lo del pastel de golosinas. «¿Enviar un pastel de golosinas se podría interpretar como una declaración de amor?». Bea es la primera chica que le hace caso o, dicho de otra manera, es la única amiga que tiene. Eso a Miguel no sólo le gusta, sino que también le encanta, y lo enamora.

Al rato llega Crespo; Miguel suspira decepcionado. Ya no podrá disfrutar de unos minutos a solas con su amiga. Los chicos se dan la mano y se respira algo de tensión en el ambiente. Pero parece que, al no estar Bea, la rivalidad entre ellos disminuye. Tampoco tienen mucho de que hablar, porque no tienen nada en común, así que, tras el saludo, se callan. Están tan cortados que en lugar de en un bar parece que estén en una biblioteca. Miguel saca la agenda y Crespo la carpeta.

—¿Alguna idea? —pregunta Miguel.

—No —responde tajantemente el otro.

El silencio se hace insoportable. Crespo se levanta para pedir una cerveza en la barra y espera ahí a que le sirvan. Miguel se da cuenta de que no le ha preguntado si él quería algo. Está clarísimo que no existe ni el menor indicio de amistad ni de cordialidad. Se levanta y se dirige a la barra al tiempo que a Crespo le sirven la cerveza. Éste, con la jarra en mano, lo mira y vuelve a la mesa, sin esperarlo siquiera.

Bea entra mientras Miguel está esperando que le sirvan su cola con limón y mucho hielo. El chico se sonroja y disimula como si no la hubiera visto. Bea se acerca a él y le toca el hombro.

—¡Ah! ¡Bea, eres tú! ¡Qué sorpresa! —exclama con demasiado énfasis para disimular su repentina timidez con ella. Bea, que lo conoce bien, lo nota al instante.

—Hola, ¡y perdón por el retraso! —dice ella, intentando actuar como siempre y dándole un beso en la mejilla a modo de saludo—. Gracias por el pastel. Estaba muy bueno. No hacía falta…

Miguel sonríe.

—¿Te gustó? Sólo quería animarte. ¿Estás mejor? —pregunta, nervioso.

—Sí, bueno… Regulín, ya sabes… Pero mejor, sí. —Su amigo percibe cansancio en su voz: lo cierto es que Bea no está pasando por un buen momento. Por eso le da un pequeño achuchón de oso, como los llama ella cariñosamente, y después de eso ambos se dirigen a la mesa y se sientan con Crespo.

—¡Qué bonito, la parejita! —dice éste cuando los ve llegar.

Ni Miguel ni Bea dicen nada. Algunas veces los comentarios sobran, y qué mejor manera de responder con un silencio, para que Crespo se dé cuenta de su propia estupidez.

—¿Has hecho los deberes? —le pregunta Miguel.

—Pues claro. —Crespo le arroja una hoja impresa. Bea la recoge y lee en voz alta. Tras finalizar, debe reconocerlo—: ¡Está muy bien escrito, Crespo! —exclama ella, sorprendida.

—Sí, sí… Muy bien… —cede Miguel.

—Es que soy bueno —dice Crespo, repeinándose de manera chulesca.

—No lo habrás copiado de alguna página web, ¿verdad? —pregunta su compañero, incrédulo.

—¿De qué vas, chaval? ¡De mi puño y letra!

—Vale, vale. Te creo, te creo —se disculpa el otro—. Pues bueno… Yo he tenido una pequeña idea para la página… ¿Os la cuento, y me decís qué os parece?

—Estamos esperando, ¿no nos ves? ¡Qué emoción, el gordo tiene una idea porque está tan gordo que le sobran! —comenta Crespo con desmesurada crueldad.

—¡Crespo, para ya!, ¿quieres? —defiende Bea a su amigo—. Sigue, Miguel. Te escuchamos.

—Gracias. Hice una lista con un montón, pero la mejor idea es una que está relacionada con hacer feliz a la gente. Sí, amigo —dice, mirando a Crespo—, parece que tengamos telepatía. —Crespo se ríe a carcajadas. No está acostumbrado a formar equipo con nadie, y lo lleva como puede—. La idea es la de una página web feliz. La he llamado www.ideafeliz.com. Se trata de una página donde la gente podrá colgar sus sueños en unos post it de esos amarillos que se pegan en la pared. Cada usuario tendría una pared o mural con sus post it o con post it de otras personas.

—¡Me gusta! Continúa —pide Bea, interesada.

—Entonces… La cuestión es que cada uno cuelgue sus sueños o ideas para hacerlos realidad. Sin ánimo de lucro, porque entiendo que no hay nada más feliz en tu vida que hacer realidad tus sueños o tus ideas.

—¡Me gusta mucho! —exclama Bea—. ¡Eres un crack!

—La idea principal es que la gente escribiese un sueño en el post it. Luego, con un solo clic, se podría entrar en el post it, y allí habría un lugar para dejar comentarios y para exponer lo que uno quiera.

—Vale… ¿Y cómo empezamos? —pregunta Crespo, a quien el proyecto tampoco le disgusta.

—Pues he pensado que primero podríamos colgar nuestras ideas… Por ejemplo, yo siempre he tenido el sueño de conocer a algún chef de alta cocina para que me cuente cómo hace sus platos.

—¿Cómo? —pregunta Crespo.

—Bueno, no sé. A mí me haría feliz que alguien me enseñara pequeños trucos de cocina personalmente. Sé que hay blogs y foros de todo eso. Pero mi sueño no es conocer sólo los trucos, sino conocer a algún chef, y que me invite al restaurante y me enseñe cómo es su día a día. ¡Me encanta la cocina! —exclama Miguel.

—Y se nota… Se nota… —comenta Crespo, refiriéndose a su gordura.

—Pues ahora mismo me gustaría encontrar un sitio bonito y silencioso en la ciudad —dice Bea.

—¡Perfecto! ¡Ésa es la idea! Que cada cual ponga lo que le apetezca.

—A mí me gustaría aprender a hacer surf. Mi sueño es hacer kite surf, pero es muy caro y no conozco a nadie —dice Crespo, resignado.

—¡Bien! —exclama Miguel mientras apunta todas las ideas en su libreta.

—¡Qué bueno! —vuelve a exclamar Bea.

—Sí, está muy currado… —dice Crespo, a quien sólo le preocupa una cosa—: Y eso ¿costará mucho de hacer?

—Bueno, unas cuantas horas… Pero estamos aquí para eso, ¿no? Y he pensado que nuestro trabajo podría ir sobre el impacto de una nueva página en Internet. Utilizamos nuestro ejemplo ¡y ya! —Miguel se muestra muy satisfecho consigo mismo.

—¡A mí me gustaría tocar el piano! —dice Bea, emocionada.

—¡Ésa es mi Bea! —exclama Miguel.

—Estáis como una regadera… —dice Crespo.

—¡Como tú, amigo! —le contesta el otro.

—Ya, ya… Por eso me gusta —los sorprende Crespo.

—También he pensado que, para darle más gancho a la página, podríamos… —Miguel está muy motivado con la web que van a crear.

En ese momento, a Bea le suena el móvil.

—¡Tienes un mensaje, Beaaaaa! —grita Crespo como si fuera un niño de parvulario.

—Cómo estamos hoy, ¿eh? —le contesta ella sin responder. Al instante recibe otro mensaje.

—¿No contestas, Beeeaaaa? —vuelve a insistir Crespo para molestarla.

—Eres un pesado, ¿te lo habían dicho alguna vez? —La chica coge otra vez el móvil. Está segura de que es Pablo, impaciente por saber su respuesta, porque habrá visto que ya ha leído su propuesta, pero… ¡No! El mensaje es del profesor de filosofía: ¡TONI!

Toni

En línea

Espero que estés mejor y que tengas un buen fin de semana.

Sonriente, aunque el profesor no pueda verla, Bea le contesta al instante.

Cenicienta

En línea

¡Gracias! Ahora estoy con los chicos haciendo el trabajo. Te va a encantar… ;)

—¿Quién essss, Beeaaa? —Crespo sigue con su tontería.

—¿Y a ti qué te importa?, ¡pelma! —contesta Bea con malos modos.

—Vale, vale —se rinde su compañero, que ha notado que la chica se ha empezado a enfadar.

—Era… era… Silvia, ¿vale? —Bea ha dicho una mentira porque no quiere que sepan que Toni le ha enviado un mensaje. Miguel no dice nada. La conoce demasiado bien como para saber que esconde algo. ¿Quizá tiene que ver con lo que está pasando en casa? Eso explicaría la reserva de Bea, que no querría contarlo delante de Crespo. De pronto, entra otro mensaje.

Toni

En línea

Si quieres quedar este fin de semana para que te eche una mano, sólo tienes que decirlo…

La chica lo lee y se le suben los colores delante de los chicos.

—¿Estás segura de que es Silviaaaa? —pregunta Crespo al ver la reacción de la chica, y sin importarle volver a recibir, por insistente.

—¡Que sí! —responde Bea a voz en grito. Los chicos que están sentados a la mesa de enfrente se vuelven hacia ella—. Perdón. Jo, Crespo, ¡es que me pones nerviosa! —La chica guarda el móvil. Sigue ruborizada. Que su profesor le envíe mensajes al móvil querrá decir algo, ¿no?

Viernes noche, en el Dorado

Marcos y Estela han quedado en la puerta del cine una media hora antes de que empiece la peli. Estela está muy nerviosa. Se ha puesto un vestido lila palabra de honor y lleva el cabello recogido, dejando al aire algunos tatuajes que tiene en los hombros y que le dan un toque bastante sexy. A juego con la ropa, lleva un monedero pequeñito al que apenas le caben las dos entradas que ha ido a recoger en cuanto ha llegado. «A nombre de Estela Flores, ¡qué ilusión!», sonríe. En la entrada del cine, a la que se llega atravesando una alfombra roja, han instalado un photocall gigante con un enorme cartel de la película. Delante de éste, y agolpados casi unos encima de otros, hay un montón de fotógrafos y cámaras que esperan a los invitados al estreno. Estela no para de ver a famosos que bajan de taxis y coches de lujo. Ella misma se imagina saludando y firmando autógrafos. «Qué nervios. Tengo unas ganas… Será mi primera foto de “famosa”, uf. ¿Dónde demonios se habrá metido Marcos?». Entonces ve llegar a Félix de la Torre. Lo acompaña una chica rubia de cabello largo y un vestido rojo alucinante. Al pasar por el photocall, todos los cámaras y fotógrafos exclaman:

—¡Aquí, Félix, aquí!

—Mira a la cámara un segundo, Félix.

—Félix, ¿es tu chica? ¡Daos un beso!

La pareja se da un pico, sonríe a cámara a modo de adiós, y entra en el cine. En ese momento llega Marcos, vestido con ropa de calle: pantalones de pana y chaqueta vaquera. Cuando Estela lo ve no puede evitar hacer el siguiente comentario:

—Pero ¡cómo vas vestido así, príncipe, que esto es un estreno de lujo!

—¡Qué más da! —responde él.

—Bueno, vamos al photocall, que me muero de ganas de que nos hagan una foto —se resigna Estela y, decidida a que nada le fastidie la velada, coge a su chico de la mano y lo arrastra hacia la alfombra roja.

—Para, para… Ni loco paso yo por ahí. ¿No se puede entrar por otro lado? —pregunta Marcos, deteniéndose.

—¿Qué lado? —pregunta Estela, medio picada.

—El lado de la gente normal.

—Muy bien, pues nos vemos dentro —resuelve ella, pasando de él y dirigiéndose sola hacia el photocall. Pero antes de que ponga el pie encima de la alfombra roja, un agente de seguridad la detiene y le dice:

—Perdona, por el otro lado. —Y automáticamente abre el paso para que entre una pareja de moda.

Estela se siente humillada. Alguien la coge de la mano: es Marcos. El chico le sonríe y ella le devuelve la sonrisa, aunque ésta sea algo desencantada.

Una vez en el hall, divisan a Félix al fondo. Estela se muere de ganas de saludarlo, pero parece que a Marcos no le hace mucha gracia. Así que Estela coge una copa de champán y le dice:

—Voy a saludar a Félix. Ahora vuelvo.

Marcos se queda en un rincón observando la escena. Le parece todo una tontería enorme. Mira como el tal Félix le da dos besos a Estela y le presenta a su amiga. Nota que su chica babea un poco por el «famosete» y no le hace ninguna gracia.

—¿Qué? ¿Ya has acabado de hablar con ese friki? —suelta Marcos con retintín cuando Estela vuelve junto a él.

—Eres un antisocial. Si lo sé, no vienes —contesta ella, indignada.

—Oye, que he hecho un esfuerzo, que estoy aquí. No te pongas borde conmigo ahora, ¿eh?

—Yo no quiero un novio que haga esfuerzos.

—Y yo no quiero una novia que no me acepte tal y como soy.

—¿Y tú? ¿Tú me aceptas a mí? —pregunta ella, tomándose de un solo sorbo el resto de champán—. Anda, déjalo y vamos, que empieza la película.

Por la noche, en casa de Silvia

No tener plan un viernes por la noche, cuando tienes diecisiete años, puede ser un infierno. A las Princess las verá mañana, y su querido Sergio se ha quedado en casa matando zombis con su primo Manu. Silvia está que se sube por las paredes. Mira por la ventana y suspira. «Si al menos pudiera hablar con Marcos…». Pero no, su vecino tampoco está.

Enciende el ordenador, entra en Facebook y comprueba si hay alguien conectado al chat. Entonces se acuerda de Marcos y de su idea del sexo: «No todo es hacerlo… También se pueden hacer otras cosas». Silvia piensa que tal vez debería intentar buscar su parte más erótica a través de Internet.

Entra en el chat de Sergio y espera a que éste se conecte.

Pasan los minutos y, como parece que no lo hace, decide mandarle un WhatsApp que dice:

Yasmin

En línea

Amor, te espero en el chat. No me falles

Ocho minutos más tarde, Sergio ya está conectado.

Sergio: Hola, estás bien?

Silvia: Me he quedado dormida y he tenido un sueño extraño.

Sergio: Una pesadilla?

Silvia: No. Más bien, un sueño húmedo.

Sergio: Húmedo…

Silvia: Y me he levantado con mucho calor y con ganas de abrazarte

Sergio: Amor, me gustaría venir a verte, pero es muy tarde.

Sergio aún no ha descubierto qué intenciones se trae su chica.

Silvia: No, si ya has venido.

Sergio: Cómo?

Silvia: Hace rato que estás aquí conmigo. Sigo soñando despierta.

Sergio: Me cuentas tu sueño…?

Silvia: Estaba en la cama, dormida… y de repente he notado una mano que me acariciaba el vientre

Sergio: Hummm

Silvia: He sentido que eras tú muy rápido. Tu olor es inconfundible…

Sergio: y te acariciaba la barriguita por encima o por debajo del pijama?

Silvia: Me tocabas la piel. Dormía desnuda

Sergio:

Silvia: Sí, bueno, llevaba puesto mi tanga preferido.

Sergio: Y cómo es? Nunca me lo has enseñado.

Silvia: Es de color rosa transparente.

Sergio: Madre mía, Silvia…

Silvia: Yo estaba de espaldas a ti y no podía verte, pero sí podía notarte. Tú tampoco llevabas pijama… Notaba tu… ya sabes

Sergio: Hummm… Sigue, por favor

Silvia: Tu mano en la barriga se deslizaba lentamente hacia abajo y cuanto más bajaba la mano, más calor tenía y más te podía sentir por detrás

Silvia: Me tocabas por encima del tanga…

Silvia: Y sin llegar a entrar, conseguías que me derritiera de placer.

Sergio: Hummmmmmmmmmmm.

Silvia: He tenido que apagar los gritos mordiendo la almohada para que mis padres no me escucharan

Sergio: Y yo… Cómo estaba yo…?

Silvia: Tú estabas bien… Tus piernas rodeaban todo mi cuerpo, y seguías acariciándome sin parar. Entonces, muy lentamente…

Sergio: Sí…

Silvia: Me daba la vuelta…

Sergio: Y yo te besaba

Silvia: Me besabas.

Sergio: Y te acariciaba los pechos…

Silvia: Sí, me acariciabas y me besabas… Entonces…

Sergio: Síii… Dime, dime

Silvia: Tú no aguantabas más, estabas muy excitado… Me besabas, me besabas muy fuerte

Sergio: Estábamos los dos muy calientes…

Silvia: Y sin saber cómo… entrabas dentro de mí

Sergio: Buffff

Silvia: Y me he despertado con todo ese placer dentro de mí, y te lo tenía que contar

Sergio: Me ha encantado.

Silvia: Buenas noches y dulces sueños :-)

Silvia apaga el ordenador y no se puede creer que haya sido capaz de escribir todo eso. Las palabras le salían solas, sus manos volaban al mismo tiempo que su imaginación y parecía que el deseo de hacer el amor con Sergio la había poseído. Entonces se da cuenta de que sí, de que quiere que Sergio sea el primer chico con quien hacer el amor, pero una extraña sensación la invade por dentro. Tiene miedo y, a la vez, siente que ha perdido parte de su virginidad mientras escribía en el chat.

Por la noche, en casa de Estela

Estela llega a casa muy cansada, y un pelín decepcionada. Ha estado en un estreno lleno de famosos y no ha conocido a nadie. Félix apenas la ha saludado, y ningún fotógrafo se ha interesado por ella.

«Si hubiera ido con las Princess, seguro que nos lo habríamos pasado genial —piensa la chica—; pero claro, con el novio que tengo, que es un antisocial y un aburrido… La culpa es mía, por invitarlo».

Siente que no ha aprovechado la noche. Entonces piensa en una posible solución. Es la una de la madrugada, y la noche todavía no ha acabado. ¿Y si hace una locura? ¿Y si le manda un mensaje a Félix y se apunta al plan de éste? A lo mejor hay alguna fiesta después de la peli en algún local de moda, ¿no?

No se lo piensa ni un minuto y manda el mensaje:

Bella Durmiente

En línea

Cómo lo llevas? De fiesta en algún sitio guay?