DIEZ MESES DESPUÉS

Era uno de aquellos escasos días de primavera sin nubes en Kitimat, cuando las aguas tenían un color azul cerúleo y el aire fresco el sabor del oxígeno puro. En las instalaciones de la antigua planta de captura de Terra Green, un pequeño grupo de autoridades y periodistas se había reunido para la ceremonia inaugural. Un hombre con rostro de querubín y vestido con un traje beis, el nuevo primer ministro de Recursos Naturales de Canadá, subió al estrado ante la concurrencia sentada.

—Damas y caballeros, es un gran placer declarar inaugurada la estación de fotosíntesis de Kitimat, la primera de estas características en el mundo. Como saben, el Ministerio de Recursos Naturales heredó estas instalaciones el año pasado, construidas para la captura de dióxido de carbono, en circunstancias menos que ideales. Pero me complace informar que estas instalaciones se han reconvertido con éxito en la primera planta de fotosíntesis artificial. La estación de fotosíntesis de Kitimat convertirá de manera segura y eficaz el dióxido de carbono en agua e hidrógeno, sin ningún riesgo para el medio ambiente. Una de las ventajas es que la instalación relacionará el gasoducto existente con Athabasca, para convertir casi el diez por ciento del dióxido de carbono generado por las refinerías de las arenas petrolíferas. Hoy tenemos aquí el prototipo de una nueva arma contra la polución atmosférica y, en última instancia, contra el calentamiento global.

Los presentes, entre los que se contaban muchos de los habitantes de Kitimat, aplaudieron con entusiasmo. El ministro les dedicó una amplia sonrisa antes de continuar.

—Como en cualquier empresa de importancia histórica, la conversión de estas instalaciones se consiguió gracias al trabajo de numerosas personas. También ha sido uno de los más fructíferos esfuerzos conjuntos que he presenciado. El espíritu emprendedor del Ministerio de Recursos Naturales, el Ministerio de Energía de Estados Unidos y la Universidad George Washington es una prueba de las grandes cosas que se pueden conseguir en pro del bien común. Me gustaría expresar un reconocimiento especial a los logros de la señorita Lisa Lane, a quien corresponden todos los méritos en el origen de estas instalaciones.

Sentada en primera fila, Lisa respondió a los saludos de la multitud ruborizándose.

—Hoy veo aquí importantes cambios para toda la humanidad y espero con ansia el amanecer de un nuevo mundo desde nuestros humildes principios en Kitimat. Gracias.

La multitud aplaudió de nuevo y luego escuchó los discursos de otros políticos antes de que se procediese a cortar la cinta inaugural. Cuando hubo terminado la ceremonia, el ministro se acercó a la primera fila, donde Pitt y Loren estaban sentados junto a Lisa.

—Señorita Lane, me alegra verla de nuevo —manifestó con afecto—. Este debe de ser para usted un día extraordinario.

—Desde luego que sí. Nunca habría imaginado que una planta de fotosíntesis artificial pudiese entrar en funcionamiento con tanta rapidez.

—Su presidente y nuestro nuevo primer ministro mostraron una gran voluntad para que las cosas no se retrasaran.

—Señor ministro, quiero presentarles a mi querida amiga la congresista Loren Smith y a su marido, Dirk Pitt.

—Es un placer conocerlos. Señor Pitt, fue usted quien recomendó la reconversión de la planta, ¿no es así?

—En realidad fue idea de mis hijos —respondió Pitt, que señaló a Dirk y Summer, que se dirigían hacia el bar—. A todos nos pareció que sería conveniente sacar algo positivo de uno de los pecados de Goyette.

El ministro se estremeció al escuchar ese nombre, pero no tardó en recuperar la sonrisa.

—Su descubrimiento ha resultado ser extraordinariamente beneficioso en varios frentes, señorita Lane. Ahora podremos ampliar las operaciones en las arenas petrolíferas de Athabasca a medida que se construyan nuevas instalaciones de fotosíntesis artificial para capturar las emisiones de los gases de efecto invernadero. Eso contribuirá en gran medida a reducir las necesidades de crudo en ambos países. En estos momentos mi prioridad es convencer al primer ministro para que autorice las partidas presupuestarias para construir otras veinte plantas. ¿Cómo van las cosas en Estados Unidos?

—Gracias a los esfuerzos de Loren y el vicepresidente, ya se dispone de la financiación para otras treinta plantas, con los planos autorizados para construir otras cincuenta más a lo largo de los próximos tres años. Hemos comenzado con las centrales eléctricas que utilizan carbón, las más contaminantes. Si todo va como esperamos, podremos utilizar carbón de una manera segura para el medio ambiente y garantizar la disponibilidad de energía para la industria durante décadas.

—También es muy importante el acuerdo firmado con los chinos —intervino Loren—. Han prometido construir setenta y cinco plantas durante los próximos ocho años.

—Una excelente noticia, dado que los chinos son ahora los mayores productores de gases de efecto invernadero. Ha sido fundamental que la tecnología pueda extenderse con tanta facilidad —manifestó el ministro.

—Junto con una abundante provisión del catalizador necesario para que el proceso funcione —añadió Lisa—. Si la NUMA que dirige el señor Pitt no hubiese encontrado rutenio frente a la costa de Alaska, nada de esto habría sido posible.

—Un golpe de suerte —admitió Pitt—. Nuestras operaciones de minería submarina están en marcha y, hasta el momento, todo va sobre ruedas. Esperamos disponer de mineral suficiente para abastecer a miles de plantas como esta en todo el mundo.

—Entonces podemos esperar con ilusión un posible final del calentamiento global en el transcurso de nuestras vidas. Un logro notable —afirmó el ministro, antes de que uno de sus ayudantes lo llamara a un aparte.

—Todo apunta a que tus días de anonimato científico han terminado —dijo Loren a Lisa.

—Todo esto es muy emocionante, pero la verdad es que preferiría estar en el laboratorio. Hay muchas mejoras que pueden hacerse, y aún no hemos acabado de perfeccionar una eficaz conversión en hidrógeno. Por fortuna, en la universidad me han proporcionado un laboratorio con todo lo que se pueda desear. Ahora solo necesito encontrar a un buen ayudante.

—¿Bob ha sido acusado formalmente? —preguntó Loren.

—Así es. Tenía más de doscientos mil dólares en diversas cuentas que lo relacionan con Goyette. Me cuesta creer que un amigo me haya traicionado.

—Como se demostró con Goyette, la codicia sin límites siempre acaba por pillarte.

De pronto, apareció un grupo de periodistas que rodearon a Lisa para hacerle infinidad de preguntas sobre las instalaciones y su descubrimiento científico. Pitt y Loren se alejaron para dar un paseo. Pitt se había recuperado totalmente de las heridas y disfrutaba de aquella ocasión para estirar las piernas.

—Todo esto es muy hermoso —comentó Loren—. Tendríamos que quedarnos un par de días más.

—Olvidas tus sesiones de comité de la semana que viene. Además, debo volver a Washington para reunirme con Al y Jack. El próximo mes comenzaremos con las pruebas de un nuevo sumergible en el Mediterráneo y hay que tenerlo todo a punto.

—Veo que ya tenéis en marcha el próximo proyecto.

Pitt se limitó a asentir, con un brillo en sus ojos verdes.

—Como alguien dijo una vez, lo llevo en la sangre.

Dejaron atrás las instalaciones y llegaron a la orilla.

—Sabes, en esta tecnología hay una vertiente que nadie ha mencionado —señaló Loren—. Si algún día se consiguen invertir las consecuencias del calentamiento global, es probable que el Paso del Noroeste se hiele de nuevo de forma permanente.

Pitt miró hacia el canal.

—Creo que Franklin estaría de acuerdo conmigo; es como debería ser.

Al otro lado de las instalaciones, una lancha blanca navegó por el canal hasta el muelle. El tripulante la amarró detrás de una embarcación alquilada por los periodistas. Trevor Miller saltó a tierra y observó a la multitud que ocupaba el patio antes de ver a una mujer alta con una larga cabellera pelirroja. Cogió una cerveza de la bandeja de uno de los camareros y fue hacia donde Dirk y Summer se reían de algo cerca de la antigua garita de los guardias.

—¿Te importa si te robo a tu hermana? —preguntó a Dirk.

Summer se volvió hacia él con una expresión de alivio y se apresuró a besarlo.

—Llegas tarde —le reprochó.

—Tenía que llenar el depósito de mi nueva lancha —se justificó Trevor.

Dirk lo miró con una amplia sonrisa.

—Adelante, llévatela. Quédate con ella todo el tiempo que quieras.

Trevor llevó a Summer a la lancha y soltó la amarra. Puso en marcha el motor, se apartó del muelle y al cabo de unos instantes navegaba a gran velocidad por el canal Douglas. Llevó la embarcación hasta el estrecho de Hécate antes de apagar el motor y dejarla a la deriva; el cielo comenzaba a oscurecerse. Rodeó la cintura de Summer con un brazo y juntos fueron a popa, para mirar hacia la isla Gil. Contemplaron el agua en calma durante mucho rato.

—Parece que las mejores y las peores cosas de mi vida han ocurrido aquí —le susurró Trevor al oído.

Summer deslizó un brazo alrededor de la cintura de su amante y lo apretó contra su cuerpo, embelesados por el espectáculo del sol rojizo que se escondía lentamente en el horizonte.

FIN