CAPÍTULO 63

—Se llama Narwhal. Es canadiense.

Zak cogió los prismáticos de las manos del capitán y miró. Mientras observaba el barco de investigación científica leyó el nombre en letras blancas pintadas en la popa. También vio un sumergible amarillo en la cubierta de popa con el nombre de NUMA pintado en un costado. En su rostro apareció una expresión contrariada al ver la bandera con la hoja de arce que ondeaba en lo alto del mástil.

—Una jugada atrevida, señor Pitt —murmuró—. Ese no es un barco canadiense, capitán. Es un barco de investigación científica estadounidense que pertenece a la NUMA.

—¿Cómo puede haber llegado hasta aquí un barco de investigación científica estadounidense?

Zak sacudió la cabeza.

—Al parecer, valiéndose de un engaño. No tengo ninguna duda de que están aquí por el rutenio. Esos idiotas deben de creer que lo encontrarán debajo del agua.

Observó al barco de la NUMA hasta que desapareció de la vista mientras continuaban su viaje al norte.

—Mantenga este rumbo hasta que estemos fuera del alcance del radar, y espere un par de horas. Después, vuelva atrás hasta que aparezca de nuevo en la pantalla. Si se mueve, sígalo. —Miró el reloj del puente—. Volveré poco antes de medianoche con nuestra siguiente jugada.

Zak bajó por la escalerilla hasta su camarote, con la intención de echar una cabezada. Sin embargo, el fracaso lo irritaba. Los análisis de los minerales que contenían las rocas recogidas en la costa norte no habían encontrado rutenio, y ahora aparecía de repente ese barco de la NUMA. Cogió una botella de bourbon y se sirvió una copa, pero se derramó un poco cuando el barco roló de pronto. Unas cuantas gotas cayeron sobre el mapa inuit, que había dejado sobre la mesita de noche. Recogió el mapa y lo sostuvo en alto mientras un reguero de alcohol corría por la página. El líquido dividió la isla como si fuera un río marrón, de tal modo que parecían dos islas separadas. Zak miró el mapa durante un largo rato; luego fue rápidamente a buscar la imagen de satélite de todo el archipiélago. Al comparar las imágenes de la isla del Oeste, había observado que las costas sur y oeste eran iguales, pero no ocurría lo mismo con la costa oriental. Movió el mapa inuit, para comparar la silueta con la imagen correspondiente a la isla del Este. Las costas orientales encajaban a la perfección, pero allí acababan las similitudes.

—Eres un idiota —exclamó en voz alta—. Estabas buscando en el lugar equivocado.

Tenía la respuesta ante sus narices. La angosta vía de agua que separaba las islas del Oeste y del Este estaba helada ciento cincuenta años atrás. En realidad, el mapa inuit representaba las dos islas, dibujadas como una única masa de tierra. Por tanto, la posición de la fuente de rutenio estaba casi dos millas más al este de lo que había calculado.

Se acostó en la litera y terminó su copa, mucho más animado. Aún no estaba todo perdido, porque la mina de rutenio debía estar allí. Tenía que estarlo. Satisfecho con ese descubrimiento, pensó en problemas más inmediatos. Primero, se dijo, debía decidir qué hacía con Pitt y el barco de la NUMA.