En el perfectamente caldeado puente de mando del Otok, Clay Zak, repantigado en una silla, se entretenía mirando cómo avanzaban entre la multitud de trozos de hielo. Había sido un acto impulsivo y peligroso capturar a los estadounidenses y también encerrarlos en la barcaza y llevárselos. Aún no tenía claro qué haría con los prisioneros, pero daba gracias por su buena fortuna. La tripulación del Polar Dawn había caído en sus manos y, con ella, la oportunidad de avivar el fuego de la disputa entre Canadá y Estados Unidos. El gobierno canadiense se enfurecería al creer que la tripulación había escapado gracias a una operación militar estadounidense que había cruzado sus fronteras. Zak se rió ante esa perspectiva, porque el primer ministro no permitiría a los estadounidenses que pusieran un pie en el Ártico canadiense durante mucho tiempo.
Era más de lo que Goyette habría esperado. El empresario le había hablado de las riquezas en el Ártico que estaban allí, esperando a ser tomadas, a medida que el calentamiento global continuaba derritiendo las barreras de acceso. Goyette ya había acertado con el yacimiento de gas natural de Melville Sound, pero también había petróleo. Según algunas estimaciones, el veinticinco por ciento de las reservas de crudo mundiales estaba atrapado debajo del Ártico. El rápido deshielo lo estaba haciendo ahora accesible a todos aquellos que lo habían anticipado.
El primero en hacerse con los derechos y explotar los recursos sería el que prosperaría, había dicho Goyette. Las grandes compañías petroleras y mineras estadounidenses ya habían comenzado a extender su influencia en la región. Goyette nunca podía esperar competir con ellas en pie de igualdad, pero si los apartaba del campo de juego, sería otra historia. Podría monopolizar enormes cantidades de recursos árticos, y en el proceso ganaría millones de millones.
«Serían ganancias aún mayores que con el rutenio», pensó Zak. Existía la posibilidad de ganar en los dos frentes. Encontrar el mineral sin interferencias estaba casi asegurado. Y eliminar la competencia estadounidense de las futuras exploraciones estaba al alcance de la mano. Goyette estaría en deuda con él, y sería una deuda muy grande.
Con una expresión de satisfacción, Zak miró de nuevo los trozos de hielo y esperó tranquilamente el momento de desembarcar en las islas Royal Geographical Society.