La parte de la embarcación de Trevor que estaba a la vista aún humeaba cuando una grúa flotante, pedida en préstamo a la fundición de aluminio, la sacó del agua. La grúa la llevó hasta un astillero cercano y la dejó en una plataforma de cemento, donde permanecería hasta que los técnicos de la policía y los inspectores de seguros acabaran de revisarla. Después de que le curasen las heridas, Trevor respondió a las preguntas de la policía; luego, dedicó unos minutos a rebuscar entre los restos del casco antes de volver a la lancha de la NUMA. Dirk lo invitó a subir a bordo y le preguntó cuál había sido la actitud de la policía.
—El jefe no está dispuesto a aceptar que se trató de una bomba hasta que los investigadores no hayan hecho su trabajo —dijo Trevor.
—Las embarcaciones no estallan porque sí, y, desde luego, no de esa manera —señaló Dirk.
—Me preguntó si sospechaba de alguien, y le respondí que no.
—¿No crees que pueda ser de alguna ayuda? —preguntó Summer.
—Todavía no. No hay suficientes pruebas que permitan apuntar a algún sospechoso.
—Todos sabemos que alguien de la planta está detrás.
—En ese caso, necesitamos descubrir cuál es el misterio —afirmó Trevor. Miró a los mellizos—. Sé que vais cortos de tiempo, pero ¿podríais hacerme el favor de llevarme hasta la isla Gil antes de que os vayáis?
—La lancha está a punto, y nos encantará llevarte —contestó Dirk—. Suelta las amarras y zarparemos ahora mismo.
Hicieron el trayecto por el canal Douglas en relativo silencio; cada uno de ellos se preguntaba en qué tipo de peligro se habían metido. Al pasar por delante de las instalaciones de Terra Green, Dirk vio que el buque cisterna había abandonado el muelle cubierto. Aceleró al máximo, ansioso por llegar al lugar y ver qué había debajo de las aguas de la isla Gil.
Se encontraban muy cerca del lugar de destino cuando Summer se puso de pie para señalar a través de la ventana de la timonera. Vieron la silueta negra del buque cisterna, que pasaba por la siguiente curva; navegaba por el canal a baja velocidad.
—Fijaos qué hundido navega —dijo Dirk, al observar que el agua casi rozaba el tope de la línea de flotación.
—Tenías razón, Summer —comentó Trevor—. Estaba cargando dióxido de carbono licuado en la planta. No tiene el menor sentido.
La lancha de la NUMA adelantó al buque cisterna y no tardó en llegar a la parte abierta del estrecho. Dirk fue hacia el extremo sur y puso el motor al ralentí cuando estaba a la altura de la punta de la isla. Fue a popa y bajó un sonar por encima de la borda mientras Summer programaba una cuadrícula de búsqueda en el sistema de navegación. Al cabo de unos minutos estaban otra vez en marcha, para iniciar las idas y venidas a todo lo ancho del estrecho arrastrando el sonar.
Las imágenes en la pantalla mostraban un fondo rocoso y empinado que bajaba desde los quince metros cerca de la costa a casi los sesenta en el centro del estrecho. Dirk se ocupaba de bajar y subir el cable de arrastre del sonar como si fuese un «yoyó», para adaptarlo al cambio de profundidad. La primera hora de búsqueda no mostró nada de interés, solo un fondo uniforme cubierto de rocas y algún tronco hundido. Trevor no tardó en aburrirse de ver una y otra vez las mismas imágenes y dedicó su atención al buque cisterna. Había llegado por fin al estrecho, y navegaba al norte de ellos a la velocidad de un caracol. Acabó de pasar el extremo norte de la isla y desapareció de la vista.
—Me encantaría saber qué rumbo lleva —comentó Trevor.
—Cuando regresemos a Seattle, veré si con los recursos de nuestra agencia podemos averiguarlo —dijo Summer.
—Detestaría creer que esté vaciando todo ese dióxido de carbono en el mar.
—Es poco probable que se atrevan —señaló la joven—. Sería demasiado peligroso para la tripulación si cambia el viento.
—Supongo que tienes razón. De todos modos, aquí hay algo que no cuadra.
La voz de Dirk los interrumpió desde la timonera.
—Tengo algo.
Summer y Trevor asomaron la cabeza y miraron el monitor del sonar. En un lado de la pantalla aparecía una delgada línea que cruzaba el fondo.
—Puede ser una tubería —dijo Dirk—. Todo apunta a que es algo hecho por el hombre. Podremos ver un poco más en la siguiente pasada.
Tuvieron que esperar diez minutos, para dar la vuelta al extremo de la isla y volver hacia el estrecho en la siguiente pasada. La delgada línea cruzaba el monitor en dirección noroeste.
—Parece demasiado grande para ser un cable de comunicaciones —opinó Summer, con la mirada puesta en el monitor.
—Resulta difícil imaginar qué puede haber allí —señaló Trevor—. Aparte de unas chozas de cazadores y pescadores, la isla está deshabitada.
—Tiene que llevar a alguna parte —insistió Dirk—. Mientras no esté enterrada, podremos averiguar dónde.
Continuaron recorriendo la cuadrícula, pero lejos de resolver el misterio submarino se hizo aún más complicado. No tardaron en aparecer una segunda y una tercera línea, todas formando un ángulo convergente hacia el norte. Al final llegaron a la unión. Como una gigantesca mano de siete dedos, el sonar mostraba otras cuatro líneas que se unían a las demás. Al superponer las imágenes, vieron que todas las líneas se desplegaban en un tramo de unos quince metros, y luego acababan sin más. Una única línea más gruesa se extendía hacia el norte a partir de la unión, en paralelo a la costa. El sonar pudo rastrearla durante un corto tramo antes de que desapareciese de pronto en el sedimento cercano a la costa. Cuando llegaron al final de la cuadrícula, Dirk apagó el motor y recogió el sonar con la ayuda de Trevor.
—Son casi las siete —avisó Summer—. Tendremos que volver antes de una hora si queremos evitar recorrer el canal en la oscuridad.
—Sobra tiempo para una rápida inmersión —dijo Dirk—. Podría ser nuestra única oportunidad.
Nadie se opuso. Dirk se vistió con el traje de neopreno mientras Summer llevaba la embarcación al punto marcado donde convergían las siete líneas.
—La profundidad es de treinta y un metros —avisó—. Ten cuidado, porque en el radar aparece una embarcación de gran tamaño que viene hacia aquí, a unas quince millas al norte. —Miró a Trevor—. ¿No me habías dicho que aquí no hay tráfico de cruceros durante la semana?
Trevor la miró desconcertado.
—Es lo que tengo entendido. Siguen un programa muy rígido. Tal vez sea un carguero retrasado.
Dirk asomó la cabeza para mirar la pantalla del radar.
—Tendré tiempo para echar una buena ojeada antes de que se acerque demasiado.
Summer colocó la lancha de proa a la corriente y Trevor echó el ancla. Dirk se acomodó la botella de aire, se abrochó el cinturón de lastre y se dejó caer de espalda por la borda.
Cayó en el agua con la marea casi baja y se tranquilizó al ver que la corriente era mínima. Nadó hasta la proa, para bajar hasta el fondo guiándose con la cadena del ancla.
Las frías aguas verdes poco a poco se tragaron la luz de la superficie y lo obligaron a encender la pequeña linterna sujeta a la capucha. El fondo ocre salpicado de estrellas de mar y erizos apareció en la penumbra. Confirmó que la profundidad era de treinta y un metros y ajustó el chaleco de flotabilidad. Luego soltó la cadena y nadó en un amplio círculo hasta encontrar el objeto captado por el sonar.
Era un tubo de metal oscuro que cruzaba el fondo hasta más allá de su campo visual. Tenía unos quince centímetros de diámetro y era obvio que lo habían colocado hacía poco, porque no había algas ni incrustaciones en la pulida superficie.
Volvió hasta el ancla y la arrastró para pasarla por encima del tubo, donde la sujetó con unas cuantas piedras. Luego siguió el tubo por una suave pendiente hacia aguas profundas hasta que encontró el extremo abierto, unos veinte metros más allá. Un pequeño cráter se había abierto en el fondo alrededor de la abertura, y Dirk observó la ausencia de cualquier tipo de vida marina en derredor.
Siguió el tubo en la dirección opuesta, donde la profundidad era menor, hasta que encontró la unión. En realidad eran tres juntas soldadas para formar un colector que alimentaba a las seis tuberías desplegadas a cada lado, más una tubería al final. Un tubo más grueso, de unos veinticinco centímetros, alimentaba el colector y se dirigía hacia la isla Gil. Dirk nadó a lo largo del tubo principal durante un centenar de metros hasta que se desviaba en un ángulo de noventa grados hacia el norte, a una profundidad de diez metros. Continuó recorriéndolo y vio que estaba parcialmente enterrado en una trinchera de sedimentos, lo que había impedido que el sonar lo detectase. Siguió la tubería varios minutos más antes de decidir abandonar la investigación y volver a la superficie, ya que el suministro de aire comenzaba a disminuir. Acababa de dar la vuelta cuando de pronto detectó un rumor subacuático. Era un sonido profundo, pero en el agua no podía definir de qué dirección venía. Continuó a lo largo de la tubería y vio que la arena comenzaba a desprenderse de los costados. Apoyó la mano enguantada en el tubo y notó una fuerte vibración. Dominado por un súbito temor, comenzó a nadar a toda prisa hacia el colector.
En cubierta, Summer consultó su reloj y vio que Dirk llevaba casi media hora sumergido. Se volvió hacia Trevor, que la miraba con admiración desde la borda.
—Desearía que pudiéramos quedarnos más tiempo —dijo la muchacha como si le hubiese leído el pensamiento.
—Yo también. He recordado que tengo que viajar a Vancouver para presentar el informe de lo ocurrido y ver si me entregan otra embarcación. Me llevará unos días, quizá algunos más si puedo alargarlo —añadió con una sonrisa—. ¿Hay alguna posibilidad de que pueda ir a verte a Seattle?
—Me enfadaría si no lo hicieses —respondió ella, sonriendo—. Solo es un viaje de tres horas en tren.
Trevor iba a responder cuando advirtió algo en el agua, por encima del hombro de Summer. Vio unas burbujas a unos veinte metros de la lancha. Se levantó para mirar mejor cuando Summer le señaló otra zona de burbujas a una corta distancia de la popa. Juntos, miraron alrededor de la nave y vieron una media docena de erupciones.
Las burbujas se extendieron como una tempestad que despedía nubecillas blancas. El vapor creció deprisa a medida que unas grandes nubes blancas emergían de las profundidades para extenderse a través de la superficie. En cuestión de segundos, las nubes habían formado una muralla alrededor de la lancha, con Summer y Trevor atrapados en el centro. Cuando el vapor empezó a acercarse, Trevor exclamó asustado:
—¡Es el aliento del diablo!