CAPÍTULO 35

Summer estaba esperando en el muelle cuando vio que la embarcación de Trevor entraba en el puerto. Vestía un ajustado suéter color azafrán que acentuaba el brillo de sus cabellos rojos, que le caían sueltos por debajo de los hombros. La mirada de sus ojos grises se suavizó mientras la lancha se acercaba al muelle y Trevor se asomaba por la puerta de la timonera para saludarla.

—¿Va en mi dirección, marinero? —preguntó la muchacha con una amplia sonrisa.

—Si no iba, ahora voy —respondió él. Miró a Summer con abierta admiración y le tendió la mano para ayudarla a subir a bordo—. ¿Dónde está Dirk?

—Todavía le duele la cabeza, así que se ha tomado un par de aspirinas y se ha acostado de nuevo.

Trevor apartó la embarcación del muelle y pasó frente a los amarres municipales antes de virar hacia la bocana del puerto. De haber mirado hacia el pequeño aparcamiento de tierra junto al muelle quizá habría visto que un hombre vestido con elegancia sentado en un jeep marrón los observaba.

—¿Acabaste la inspección de esta mañana? —preguntó Summer cuando pasaban junto a un barco maderero cargado hasta los topes.

—Sí. La fundición de aluminio ha solicitado permiso para hacer una pequeña ampliación de la zona de carga. No es más que un simple requisito que se necesita: hay que realizar un informe del impacto medioambiental. —Le dirigió una sonrisa un tanto socarrona—. Me tranquilizó no encontrar a la policía esperándome en la lancha esta mañana.

—Dudo que alguien te viese en las instalaciones de Terra Green. Dirk y yo somos quienes corremos el mayor riesgo de acabar fotografiados en un cartel de se busca en la oficina de correos de Kitimat —dijo ella, con una risa nerviosa.

—Estoy seguro de que los guardias de la planta no presentarán una denuncia a la policía. Después de todo, creen que son responsables del asesinato de Dirk.

—A menos que una cámara de vigilancia te viese rescatándolo con vida del agua.

—Si es así, tendremos problemas. —Se volvió para mirar a Summer, con preocupación en el rostro—. Quizá sería una buena idea que tú y Dirk no os dejéis ver mucho por la ciudad. Una pelirroja alta y hermosa tiende a destacar en Kitimat.

En vez de ruborizarse, Summer se acercó a Trevor y lo miró a los ojos. Él soltó el timón y le rodeó la cintura con los brazos, apretándola contra su cuerpo. Le devolvió la mirada y después la besó larga y apasionadamente.

—No quiero que te ocurra nada —susurró.

El piloto de un pequeño barco de carga que pasaba en dirección opuesta fue testigo del abrazo e hizo sonar la bocina para saludar a la pareja. Trevor levantó una mano para corresponder al saludo y se puso otra vez al timón. Navegaron a buena velocidad por el canal Douglas, sin apartar en ningún momento el brazo que rodeaba con fuerza la cintura de avispa de la joven.

La embarcación turquesa de la NUMA seguía amarrada donde la habían dejado. Summer puso inmediatamente el motor en marcha. Las dos lanchas jugaron a disputar una carrera en el trayecto de regreso a Kitimat; pasaron lejos de la planta de Terra Green sin incidentes. Acababan de amarrar en el muelle municipal cuando apareció Dirk. Caminaba a paso lento y llevaba una gorra de béisbol para disimular el vendaje.

—¿Qué tal la cabeza? —preguntó Trevor.

—Mejor. El martilleo ha pasado de tener la fuerza de la dinamita a la de un martillo neumático. Aunque las campanas continúan repicando alto y claro.

Summer acabó de amarrar la lancha de la NUMA y se acercó a los dos hombres con una abultada caja en la mano.

—¿Estáis preparados para trabajar? —preguntó.

—¿Las muestras de agua? —preguntó Trevor.

—Así es —respondió ella.

Levantó la caja que contenía el analizador de agua de la piscina municipal de Kitimat y subió a la lancha de Trevor para ayudarlo con las muestras recogidas la noche anterior. Dirk y Trevor se sentaron en la borda mientras Summer abría el equipo y comenzaba a comprobar la acidez de las muestras.

—Esta tiene un pH de 8.1 —anunció cuando acabó de analizar la primera muestra—. La acidez está un poco por encima de los niveles de las aguas que la rodean, pero no es significativo.

Acabó con sus muestras de agua y a continuación analizó las recogidas por Trevor. Los resultados mostraron unas variaciones apenas apreciables. Tras comprobar la acidez de la última muestra, una expresión de derrota cruzó su rostro.

—Una vez más, el nivel de acidez es de 8.1. Por extraño que resulte, el agua alrededor de la planta de Terra Green no muestra ninguna lectura que se aparte de los índices normales.

—Esto parece echar por tierra nuestra teoría de que la planta está vertiendo dióxido de carbono.

—Una estrella de oro para Mitchell Goyette —manifestó Dirk en tono sarcástico.

—No dejo de preguntarme por aquel buque cisterna —dijo Summer.

Trevor le dirigió una mirada de curiosidad.

—Nos pillaron y no pudimos comprobarlo, pero Dirk y yo creemos que el barco estaba cargando dióxido de carbono en vez de descargarlo.

—No tiene mucho sentido, a menos que lo estén transportando a otra planta o lo viertan en el mar.

—Antes de perseguir a ese barco por medio mundo, creo que deberíamos echar otra ojeada donde medimos la acidez extrema —opinó Summer—, y ese lugar es el estrecho de Hécate. Tenemos el equipo necesario para investigar —añadió señalando con un gesto la lancha de la NUMA.

—Así es —asintió Dirk—. Tenemos que investigar el fondo marino frente a la isla Gil. La respuesta tiene que estar allí.

—¿Podéis quedaros y realizar la investigación? —preguntó Trevor, ilusionado.

Dirk miró a su hermana.

—Recibí una llamada de la oficina de Seattle. Necesitarán la lancha este fin de semana para unos trabajos en Puget Sound. Podemos quedarnos dos días más, pero luego tendremos que marcharnos.

—Nos dará tiempo para recorrer buena parte de territorio frente a la isla —dijo Summer—. Habrá que salir mañana muy temprano. ¿Podrás venir con nosotros, Trevor? —Esta vez fue ella quien le dirigió la mirada cargada de ilusión.

—No me lo perdería por nada del mundo —afirmó Trevor, muy alegre.

En el momento en el que salían del muelle, el jeep marrón, con una pegatina de una agencia de alquiler de coches en la parte trasera, arrancó y circuló a poca velocidad por la carretera. El conductor se detuvo durante unos momentos en un claro, donde podía ver sin obstáculos el muelle principal y la bahía. Sentado al volante, Clay Zak miró a través del parabrisas y observó las dos embarcaciones al final del muelle, amarradas la una detrás de la otra. Asintió para sí mismo y luego continuó la marcha.