La llegada del Ventura al puerto de Kitimat creó de inmediato un gran revuelo. La mayoría de los once mil habitantes de la ciudad conocían a los pescadores muertos; eran vecinos o amigos. Tan solo unos minutos más tarde de que Dirk amarrase el pesquero en el muelle de la Real Policía Montada de Canadá, la voz se corrió entre los habitantes. Familiares y amigos acudieron a toda prisa al muelle, pero los contuvo una barrera humana formada por un gigantesco agente de la Policía Montada.
Summer amarró la lancha de la NUMA a popa del Ventura, y se reunió con su hermano, seguida por las miradas curiosas de algunos de los presentes. Una ambulancia se acercó hasta la embarcación y los tres cadáveres fueron bajados en camillas cubiertas. Cerca de un maloliente puesto donde vendían cebo unos pocos metros más allá, Dirk y Summer relataron el macabro descubrimiento.
—¿Los tres estaban muertos cuando subió a bordo?
El tono monótono de la voz del inspector se ajustaba perfectamente con su rostro. El jefe de policía de Kitimat miraba fijamente a Dirk y a Summer con sus ojos grises; tenía una nariz respingona y una boca inexpresiva. Dirk lo había catalogado al momento como un hombre que no había conseguido ser abogado y que se veía atrapado en un trabajo que no satisfacía sus ambiciones.
—Sí —contestó Dirk—. Lo primero que hice fue buscarles el pulso, aunque era evidente por el color y la temperatura de la piel que habían muerto como mínimo un poco antes de que subiese a bordo.
—¿Movió los cuerpos?
—No. Solo los tapé con unas mantas cuando nos acercamos a puerto. Me pareció que debieron de morir justo donde habían caído.
El jefe de policía asintió con expresión neutra.
—¿Escucharon alguna llamada de auxilio en la radio antes de encontrarlos? ¿Había más embarcaciones en la zona?
—No escuchamos ninguna llamada en la radio —contestó Summer.
—La única embarcación que vi era un barco de crucero que navegaba por el Paso. Estaba a varias millas al norte de nosotros cuando encontramos el Ventura —añadió Dirk.
El inspector los miró durante un minuto que resultó incómodo para los mellizos, antes de cerrar la libreta en la que había tomado notas.
—¿Qué creen que ocurrió? —preguntó, con el entrecejo fruncido, el primer cambio en la expresión de su rostro.
—Yo dejaría que eso lo decidiesen los forenses —contestó Dirk—, aunque si me pide que adivine, diría que murieron por respirar monóxido de carbono. Quizá una fuga en el tubo de escape debajo de la timonera provocó que los gases se acumulasen en el interior.
—Los encontraron a todos juntos en el puente, así que cuadraría —manifestó el inspector—. ¿Nota algún malestar?
—Estoy bien. Abrí todas las ventanas, como medida de precaución.
—¿Pueden decirme algo más que pudiese ser de ayuda?
Dirk lo miró por un momento y asintió.
—Había un extraño mensaje al pie del timón.
El inspector volvió a fruncir el entrecejo.
—Muéstremelo.
Dirk acompañó al inspector y a Summer al Ventura y subieron al puente. Apuntó con el pie hacia la base de la columna del timón, cerca de la rueda. El inspector se puso de rodillas para mirar más de cerca, inquieto ante la posibilidad de haber pasado algo por alto en su primera investigación de la escena del crimen. Se veía una débil inscripción a lápiz en la columna, unos pocos centímetros por encima de la cubierta. Era un lugar en el que un hombre tumbado y que estuviera agonizando podría intentar dejar un último mensaje.
El inspector sacó una linterna y alumbró la inscripción. Una mano temblorosa había escrito G… SU. Recogió un lápiz amarillo que había rodado hasta el mamparo.
—La inscripción está cerca del cuerpo del patrón —dijo Dirk—. Quizá se desplomó y no pudo alcanzar la radio.
El inspector gruñó, todavía molesto por no haberlo visto antes.
—No significa gran cosa. Quizá ya estaba ahí. —Se volvió para mirar a Dirk y a Summer—. ¿Qué asunto los ha traído al estrecho de Hécate?
—Pertenecemos a la NUMA. Estamos realizando un estudio sobre la calidad del fitoplancton a lo largo del Paso del Interior —explicó Summer—. Tomamos muestras del agua a petición del Ministerio de Pesca canadiense.
El inspector echó un vistazo a la embarcación de la NUMA y asintió.
—Tendré que pedirles que se queden en Kitimat un par de días, hasta que termine la investigación preliminar. Pueden dejar la embarcación amarrada aquí; este es un muelle municipal. Hay un motel a dos calles de aquí, si lo desean. ¿Podrían venir a mi despacho mañana por la tarde alrededor de las tres? Enviaré un coche para que los recoja.
—Nos encantará ayudarlo —manifestó Dirk secamente, un tanto molesto al ver que los trataba como presuntos sospechosos.
Acabada la entrevista, Dirk y Summer saltaron al muelle y se dirigieron hacia su embarcación. Alzaron la mirada cuando una lancha de fibra de vidrio casi idéntica a la suya llegó al muelle a gran velocidad. El piloto entró demasiado rápido, por lo que la proa golpeó con fuerza contra el muelle unos segundos después de apagar los motores. Un hombre alto con una camisa de franela salió de la timonera, cogió un cabo y saltó a tierra. Se apresuró a amarrar el cabo detrás de la embarcación de la NUMA, y echó a andar por el muelle; el ruido de sus botas al pisar los maderos sonó con fuerza. Mientras se aproximaba, Summer se fijó en sus facciones y en su pelo desgreñado, pero intuyó cierta gracia en sus grandes ojos oscuros.
—¿Son ustedes los que encontraron el Ventura? —preguntó a los hermanos con una mirada hostil. La voz era refinada y bien modulada, algo que a Summer le pareció un extraño contraste con el aspecto del hombre.
—Sí —respondió Dirk—. Yo lo traje a puerto.
El hombre asintió y luego continuó su marcha por el muelle. Se reunió con el inspector de policía en el momento en el que este desembarcaba. Summer observó cómo el hombre iniciaba una animada conversación con el inspector; sus voces fueron subiendo de volumen.
—No se puede decir que nos hayan dado la más cálida de las bienvenidas —murmuró Dirk, mientras subía a bordo—. ¿Es que aquí todos se comportan como osos malhumorados?
—Supongo que hemos traído demasiada tragedia a la tranquila Kitimat —opinó Summer.
Recogieron las muestras de agua, cerraron la timonera y se marcharon hacia la ciudad. Se dieron cuenta de que no era tan tranquila después de todo. Kitimat vivía una época de auge económico gracias al nuevo puerto de aguas profundas construido al sudeste del centro. La industria internacional había tomado buena nota de las ventajas que ofrecía al transporte marítimo y estaba convirtiendo a esa ciudad en el puerto más activo al norte de Vancouver. Una fundición de aluminio de la empresa Al-Con había sido recientemente ampliada con una inversión de mil millones de dólares, y también mostraban un vigoroso crecimiento las explotaciones madereras y el turismo.
Encontraron una mensajería por mar, desde donde enviaron las muestras de agua a un laboratorio de la NUMA en Seattle. Luego fueron a cenar. En el camino de vuelta al motel, dieron un rodeo hasta el muelle para recoger algunas cosas de la embarcación. En el puente, Summer se quedó mirando el Ventura, amarrado delante de ellos. La policía había acabado la investigación y el pesquero estaba vacío, envuelto por un silencioso manto de tragedia. Cuando Dirk subió a cubierta, advirtió la concentración de su hermana.
—No hay nada que pueda devolverles la vida —dijo—. Ha sido un día muy largo. Vayamos al motel. Es hora de dormir.
—Solo estaba pensando en aquel mensaje al pie del timón y lo que el patrón intentaba decir. Me pregunto si no sería alguna advertencia.
—Murieron casi en el acto. Ni siquiera sabemos si era un último mensaje.
Summer pensó de nuevo en la inscripción y sacudió la cabeza. Tenía algún significado, de eso estaba segura. Pero ahí se acababan las pistas. Sin embargo, se prometió a sí misma que acabaría descubriéndolo.