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ESA SA mañana cogí el metro en hora punta para dirigirme al trabajo. Es increíble la cantidad de gente que va en la línea morada, pensaba, todos los días me encontraba a un moreno de ojos claros que iba con su traje de rayas diplomáticas y su sonrisa puesta, mis ojos son canicas que chocan con los suyos. Qué bien le queda, pensaba; desde hace meses me pregunto por qué cuando me gusta alguien en un sitio así, como el metro o el autobús, es muy difícil conocerlo.

Nos pasamos horas mirándonos, cuando él baja la mirada, ataco yo; cuando yo miro hacia un lado, ataca él. Incluso a veces he cogido un libro de la estantería, que me haga parecer interesante, de esos que pesan un quintal, de Balzac o de Flauvert y que no se noten tanto mis manos moviéndose al son del Parkinson, pero lo peor es que no me controlo, que casi es mejor ir sin libro, porque una persona en movimiento continuo, mirando fijamente en ninguna dirección, no da mucha seguridad y menos algo de morbo. Te gustaría que el metro fuera más despacio, entonces te acuerdas de la canción de James Blunt You are beautiful, dice algo como que ella le sonrió en el metro, y ellos compartirán un momento que durará hasta el final.

En mi caso durará hasta Manoteras, que es donde se baja él, y yo me iré hacia mi aburrido trabajo. Un día saqué la cara por la puerta para ver sus espaldas y observar cómo caminaba, y él se giró; parece que algunas personas miran a través de su espalda. Sus andares eran extraños, parecía que se acababa de bajar de un caballo, aunque si pensaba que era un potro me animaba más, y la verdad es que tenía unas anchuras que me gustaban.

Jazmín, así le llamé, y no me digáis por qué, quizás porque me gusta su olor, aunque entre mis amigos está el chiste en el que le llaman Jaimino; siempre ridiculizan todo lo que me gusta, así que he decidido vivir lo nuestro en la más absoluta intimidad, y celebrar nuestros aniversarios de meses sin que él lo sepa tampoco. Ya no respetan ni cuando me gusta alguien.

Es fuerte, robusto, y tiene mucho encanto, parece buena persona, pero me dicen que es una opinión ya que no le conozco de nada, eso me cabrea un montón, porque yo siento que nos hablamos con la mirada, por ejemplo el martes con la mirada hablamos de la última película que vi en los Renoir; la verdad es que él tampoco se explayó mucho pero es que no es un chico de esos habladores, quizás por ello me gusta, pero ponía interés, lo puedo asegurar.

Hace tiempo leí la noticia de que un chico, diseñador gráfico, en una ciudad inglesa, que se quedó loco por una chica y al día siguiente dibujó su cara y creó un blog, para que alguien la encontrara. Esa noticia me hizo sonreír, porque siempre pienso en que alguien dibuje mi cara en un blog y la lance por un espacio virtual para que me busquen; pero lo más seguro es que me encuentren en un parque y que algún niño de alguna amiga me esté babeando encima, y pensarán que soy la madre de la criatura y se romperá nuestro primer encuentro.

Si es que las hay con suerte y estrelladas, y yo pertenezco al grupo de las segundas, eso sí, una estrellada divertida, porque podría ser del grupo de las estrelladas bordes, que ya encima no consigues ni una sonrisa de nadie. Al menos, a mí me las regalan las ancianas venerables y los niños de menos de cinco años, siempre hay que llevarse bien con esa especie porque algún día serán mayores de edad y yo podré cuidarlos. ¡Ven con mamá, que te va a dar la merienda!

Llegué a la oficina, allí me esperaba Tico como siempre hacía al entrar, el muy tonto, se ponía encima del patín y me daba la bienvenida, eso es porque nuestro jefe hasta media mañana no aparecía. Campábamos por la oficina a nuestras anchas, de un lado a otro, saltando entre las sillas. Todas las mañanas me preguntaba por mi fin de semana, que si había conocido a alguien, que si le podía presentar a alguna de mis amigas solteras pero es que ya apenas quedaban, esa parte me parece que a Tico le costaba entenderla, casi más que a mí, a no ser que quisiera alguna con algún niño y recién separada, pero eso para Tico era mucha responsabilidad.

Era uno de esos días aburridos, estaba picando datos y más datos; aprendimos todos juntos hace unos meses la técnica de «control C», «control V», y no paramos de copiar y pegar, parecemos sastres, pero somos una pandilla de amargados trabajadores pegados a un teclado y un ratón que lo único que da es tendinitis.

El único rato divertido es cuando nos lanzamos mails entre nosotros gastándonos bromas. El otro día me hice una cuenta nueva de correo en la que me llamaba Clara Campoamor y le puse en el mensaje:

«Hola Tico, me gustó hablar contigo anoche, te iré a buscar hoy cuando salgas del trabajo.»

Tico siempre está metido en líos así, se puso blanco como la pared, ya que había quedado con Elena a la salida del trabajo por lo que no sabía dónde esconderse, tenía cara de alelado mirando a la pared mientras pensaba quién sería de todas Clara y cómo llevaría a cabo la estrategia para no perder comba con ninguna.

Y es que Tico es así, cuantas más mujeres mejor, siempre dice que sus amigos son unos pringados por haberse casado con una cuando él puede tener a todas. Pero la verdad es que no le veo tan feliz como dice, creo que todo es pura fachada. Le gasté una broma y se lo dije, le sentó tan mal que se levantó y me cogió en volandas como un saco de patatas y me subió a una estantería, le dije que era una broma, que me perdonara, pero ahí me pasé toda la mañana hasta que llamaron a la puerta, y casi nos caemos por recolocarnos; es lo malo de ser pequeñita, que me pueden zarandear como quieren. Era nuestro jefe que hacía la entrada en la oficina con la cara rancia y mustia de esas que pone cuando no quiere ni que le hablen.

Hola Berta:

Sabes que sigo con las clases de guitarra flamenca y que aprendo todos los días a través de YouTube. Hay dos cosas que echo de menos de España, una es la fiesta y otra eres tú, darling. Me ha salido trabajo en Madrid, voy a trabajar en un centro dando clases de inglés; mi idea es pasarme un tiempo en Madrid, conociendo su cultura, sus gentes, viajar por España y estar contigo. Voy a compartir piso con dos mejicanos en la zona de Tribunal, ya me dirás qué tal es esa zona.

Lo vamos a pasar genial. ¡Ándale!, ¿a vos le gusta la idea? Espero que sí. Te quiero en mis clases de inglés, te vendrán bien. ¡Ah!, voy a por plata para comprarme la Vespa. La próxima semana empiezan las clases y vuelo a Madrid.

See you soon! Frankie.

Después de leerlo, miré a Tico, pensaba que era una broma de él, en revancha a la mía, pero me juró que no tenía ni idea, y él era sincero. Debía ser verdad, porque escribía igual que él, como siempre estaba con argentinos, mejicanos…, su español a veces era de risa, porque podías escuchar un castellano antiguo, como decir cosas en argentino, era muy gracioso, un Quijote actual.

No me lo podía creer, Frankie en Madrid conmigo, la verdad que por una parte me encantaba la idea, poder salir con alguien cercano a mis cosas, bueno para ser sinceros, mucho no era, ya que Frankie vivía todo como si tuviera la edad de un niño, todo en su vida era fiestas, chicas, y Vespa. Pero ahora mismo no me podía quejar, la asociación Ácido Fólico estaba acorralándome y la verdad es que hablar de algo de música, viajes, y cine no me vendría mal. Sobre todo de música, ya que Frankie era pinchadiscos, bueno si me oyese decir esta palabra me mataría, porque él siempre quiere que le llamen DJFrankie. Su música es genial, es una combinación de motown con reggae mezclado con música africana. Le contesté que me hacía muchísima ilusión y que por supuesto me apuntaría a sus clases. Así también le ayudaría a él, ya que le pagarían por alumno.

Ese día salí de la oficina y fui a ver a una de mis amigas, por supuesto, no quedé en una cafetería, sino que quedé con ella en una arboleda con un montón de juegos. ¡Ah! y con la pala y el cubo.

Uno cuando va a un parque se queda perpleja, está el niño llamado Gastón de familia hiperpija que le llevan al parque como un figurín de película, su pelo lleno de colonia, sus tirabuzones rubios, que para mí que algunos lo tiñen con cerveza o camomila, aquel líquido que te dejaba el pelo con un color extraño del color de la paja; lo sé también porque de pequeña hice la prueba y acabé como un miembro del grupo de los New Kids on the Block.

Su madre apenas quiere que juegue con los demás niños, y está el hijo de mi amiga, Mateo, un niño con el pelo revuelto, a mí me recuerda a El Príncipe Destronado, siempre está dejando sus juguetes a todos los niños. Allí te das cuenta de que todos los juguetes andan marcados con iniciales, me explican que es algo importante, porque a veces subes del parque con tanques y coches ajenos.

Es toda una experiencia, ves a padres impresionantes y encima verles con un niño de la mano incrementa su sexapil. Mateo quería ir al tobogán, pero no sabéis qué odisea, coger sitio en la escalera, de locos…, los niños suben como desaforados, y al estar en el comité de madres sentadas en el parque, ves lo que es la lucha por la supervivencia, parece que van a «batallar» con las peores armas del enemigo. Una ha dado una idea para que si el niño se despierta a mitad de la noche, te des cuenta y puedas darle el pecho sin que pase la hora, que consiste en atarse un pañuelo a la mano del niño sujetando nuestro tobillo, y así si se mueve, tu tobillo lo hará al unísono.

Todas miran como si alguien hubiera inventado el fuego. Es maravilloso, yo pienso otra vez en patentarlo, creo que hay cosas que son tan nuevas para mí que no puedo dejar de escuchar. Y cuando mejor me lo estoy pasando y cuando por fin voy a contar que Frankie viene a vivir a la ciudad, todas las madres recogen de forma compulsiva sus juguetes en el parque y salen como si tuvieran un petardo en el trasero; en un momento el parque se queda vacío: es la hora de los baños. Recuerdas que estaban ahí contigo, disfrutando de la brisa veraniega, pero ahora solo quedas tú, con un polvo revuelto en tus zapatos y unas madres desaforadas a las que ves a lo lejos ya con sus carritos y huyendo para poner en remojo a sus niños.

Coges también tu bolso y corres detrás de ellas, para ayudarlas a subir las escaleras de casa, eso de que todavía no se haya inventado la dichosa rampa hace que tus riñones lleguen a casa más doloridos, pero estás contenta, has podido compartir a tu amiga sin hablar, porque ya no tienes temas de los de antes. Pero a tu amiga casada le encanta estar con la soltera, le gustará cómo cuento miserias. Mi vida es como la de casada pero últimamente con poco sexo, vamos, que me parezco a una de ellas.

Y es que a medida que una va creciendo se vuelve mucho más exigente, antes me acuerdo que ibas a la playa un verano y te encantaba el chico a lo Don Johnson con la camiseta blanca de tirantes que marcaba sus bíceps y que… y que no tenía nada en el cerebro. Esos que veías por la mañana en la piscina tomando el sol y que solo por un bañador no podías saber si era hortera, el riesgo era cuando quedabas con él por la noche, y entonces te dabas cuenta de que te habías citado con Louis de Funès, el famoso actor francés, con un tatuaje de una rosa del tamaño de un iceberg en su antebrazo, incluso venía hasta el tallo con el ramaje. Luego me volví mucho más selectiva, claro que en el mercado solo encuentras a muchos padres, no hay abastecimiento. Hace tiempo recuerdo que un curandero en la India me dijo:

—Para calmar tu ansiedad, tendrás que practicar mucho sexo o hacer mucha natación. —Yo le respondí:

—Me compraré un bono de diez baños. —Y me eché a reír. Fue el mismo que me animó a practicar yoga, una filosofía para conectar mi cuerpo con mi alma.

Voy dos veces por semana a clases de yoga, empecé hace siete años, y lo recomiendo de cabeza si no puedes controlar los pensamientos negativos. Un día fui al psicólogo para que me curara de estos pensamientos negativos y ver la vida de otro color.

Así que mi psicóloga me recomendó a Sireiwain, una mujer india que había vivido durante muchos años en Dallas dando clases de kundalini, cuyo líder espiritual era Yogi Bhajan. La primera vez que oí ese nombre me entró la risa, exactamente no sabía que había ramificaciones en el yoga, y este me sonaba como muy musical, me recordaba también al osito Yogui de cuando era pequeña.

Hace siete años, el yoga cambió parte de mí. Había hecho durante años natación, era una mujer hiperactiva que llenaba su vida con deporte. Y esta parte del yoga me sonaba como a estar muy estática, a no hacer nada, pero cómo cambia todo cuando lo conocemos. Cuando llamé a la puerta me abrió Rhain, un hombre corpulento, rechoncho, de cara bonachona, con un turbante en la cabeza que se dio a conocer como el marido de Sireiwain.

Cuando vienes de la gran ciudad, miras aquello como si te metieras en una secta. Él amablemente me dijo:

—¿Qué es lo que te ha traído a nosotros? —Yo pensé por dentro: La psicóloga Virginia Morgan, pero a una no le gusta decir que ha ido al psicólogo porque parece que tiene problemas. A veces he creído que muchas personas hacen psicología para curarse ellos mismos, yo he pensado muchas veces en hacer la carrera y que mi terapia me saliera más barata. Él siguió con el interrogatorio:

—¿Qué esperas encontrar? —Contesté directamente:

—Paz interior. —Una frase casi de libro que le hizo sonreír. Me dijo dónde estaba el vestuario, y yo salí con una camiseta roja, de un rojo tan chillón como el pañuelo que se utiliza para correr en San Fermín.

Él suavemente me dijo, que sería importante ir con colores claros, tipo blanco, para adentrarme en la filosofía espiritual. Por dentro ya estaba pensando que me querían liar e incluso elegir mi ropa. Mis mallas eran como de danza, tan ajustadas, que marcaban mi culo a lo Jennifer López, pero bueno allí no creo que nadie me mirara, estábamos todos demasiado preocupados en nuestros problemas existenciales para pensar en mi trasero, me dije yo por dentro.

Cuando entré en la clase, me sentí como cuando llegué nueva al colegio en sexto de EGB, todos me miraban, bueno perdón, todas, porque allí no había ni un solo hombre, así que si vais con la idea de ligar a yoga, elegir mejor karate.

Todos me sonrieron, el humo del incienso se me metía por la nariz, y me dejaba tonta. Ahora quizás ya sé cómo uno llega al tercer nirvana. Sonreí. Sireiwain me preguntó mi nombre, la verdad es que por unos momentos pensé en añadir a Berta «th», para que diera un aire más indio, pero al final lo dije sin edulcorar. Me fijé que todos estaban sentados en «postura fácil», así se llama la postura que se utiliza para empezar, es la postura india de toda la vida.

—Las manos juntas para comenzar —dijo la profesora. Allí todos estaban sentados en quietud, y todos al unísono gritaron: Ong Na Mo (esto significa exactamente «infinita consciencia creativa»), en ese momento fue cuando supe que estaba en una secta y me asusté.

Lo veía todo tan diferente a mi modo de vida, que me chocaba todo. Y luego se seguía impostando el siguiente mantra Guru Dev Namo (que significa «yo hago un llamado a la sabiduría humana»).

Se abrió la puerta y entró un chico muy mono, entonces pensé: Gracias Dios mío, no me has abandonado, fue como la llamada de la selva, mis plegarias han sido escuchadas, mascullé por dentro. Él me sonrió, cogió una esterilla para tumbarse y una de las mantas agujereadas y con olor a polvo que encontró en la estantería. En ese momento yo pensaba quién se abría tumbado en la misma. Empecé a relajarme cuando observé que había tablas de ejercicios a lo Eva Nasarre, con expiraciones e inspiraciones. Pensé que nunca volvería a hacer el clavo, y resulta que otra vez estaba de moda. Había que prestar sobre todo atención a la respiración. Según la profesora este mantra o canción nos une con nuestro ser, y nos hace ser más fuertes.

Sireiwain me dijo que respiraba mal y que por eso me ahogaba en la vida, que tenía que respirar como los cantantes, o mejor dicho como los bebés. Vamos, que los niños de la asociación salían a todas horas y por todos los lados. Por eso desde entonces, siempre estoy mirando cunas para que me enseñen a respirar. Hay que llenarse de aire como un globo, inspirar por la nariz e inflar el estómago, y hacer lo contrario después. Recuerdo que nos dijo que había otra respiración que era la respiración de fuego, que era realizar movimientos constantes y hacer respiraciones muy seguidas y cortas. Cuando oí al muchacho hacer ese tipo de respiración, no pude evitar pensar si así serían sus jadeos. Si es que una no puede estar tan viva y tener tanto tiempo sin practicar sexo…

Desde siempre me ha pasado que después de una ruptura, no me apetece que me toquen, así que ya parecía que me empezaba a curar un poco, porque al menos mi imaginación volaba de nuevo. La profesora nos dijo que el siguiente ejercicio sería posicionar las manos en las rodillas y hacer movimientos abriéndonos lo más posible, este ejercicio liberaba la energía en la parte baja de la columna, masajeaba los órganos internos y beneficiaba la digestión.

Después de cada ejercicio, había dos minutos de descanso con las palmas hacia arriba mirando al techo, no podía evitar abrir un ojo y ver el torso de aquel chico tumbado con su camiseta blanca sin planchar en el suelo. Pensaba como cuando ves una película, que de pronto una persona sueña algo y las imágenes salen en la pantalla y tienes que recordar que es un sueño. La voz de Sireiwain nos despertó y nos animó al siguiente ejercicio, que era ponernos mirando frente a frente a nuestro compañero y cogiéndonos de los antebrazos y tirar uno hacia el otro. Comenzaba a gustarme el yoga. Creo que es una de las disciplinas más completas que hay, y creo que la respiración de fuego está muy conseguida, porque te pones como una moto de carreras, pensé yo con una sonrisa.

Por aquel entonces, me di cuenta de que el final de yoga kundalini era uno de los momentos más relajantes del día, durante quince minutos nos tumbábamos en el suelo mirando hacia arriba con los ojos cerrados y pensando que unos duendes deshacían nudos que teníamos en el cuerpo mientras que unas raíces salían del mismo y se amarraban a la tierra. No me digáis cómo me pude imaginar esto, pero sé que no quería volver, que allí donde me encontraba era feliz.

El día terminó con una canción que dice así: «Que el eterno sol te ilumine, que el amor te rodee, y la luz pura interior guie tu camino, sat nam.»

En ese momento había voces horribles, uno chillaba, el otro estaba en trance y yo me quedé helada. Mi compañero tenía una voz tan estridente cantando, que es como si le hubieran pisado la pata izquierda y fuese un canario. Pensé que no volvería nunca, cuando me encontré afuera con Rhain y vi que se reía de la cara de susto que ponía yo.

Y me dijo:

—Date un tiempo, no todo en esta vida, es llegar a la Saucha con los asanas, te ayudará, estoy seguro. —Su voz tranquilizadora y las ganas que ponían todos en mí hicieron que no les defraudara y que volviera a intentarlo a la semana siguiente. Empezó así, hoy ya llevo siete años metida en esto, de entonces quedamos Sireiwain y yo. Aquel chico que entró en clase, tuve un medio affaire con él, digo medio porque no llegué a disfrutarlo del todo; él me ayudó a sacarme de la cabeza a Rubén, un chico catalán que conocí en Malta y que solo se entusiasmó por mí un día y medio.

Después de una clase, bajé al vestuario a cambiarme, allí todo el mundo se cambia delante de todos, pero yo sigo siendo pudorosa, así que abrí la puerta y él entró detrás de mí. Se quitó la camiseta mientras me hablaba de sus clases de esgrima, de pronto la luz se apagó, y fuimos los dos a encenderla, cuando mis manos se posaron encima del interruptor y no hablo del de la luz, hubo chispas que hicieron eclosionar la habitación.

Él me tumbó en un banco estrecho, abrí las puertas, y sintiendo el «mantra» más cósmico que nunca pude sentir, me dejé llevar. Recuerdo que él me dijo:

—Relájate que voy a darte sexo tántrico. —Y me enseñó a presionar el perineo con el índice y el pulgar, continuó diciéndome:

—El viaje es todo, y una vez alcanzada la meta el viaje ha finalizado. —Yo gritaba:

—¡¡Viajeros al tren!! —Y hacía hasta el ruido del tren. Nos volvimos tan locos que acabamos en el suelo con todo el cuerpo lleno de moratones. No dio tiempo ni para el cigarro de después, entre otras cosas porque lo estoy dejando.

Al salir de allí, me recompuse como pude. Rhain me sonrió y nos dijo:

—Chicos, sed buenos este fin de semana, que ya habéis sido malos aquí dentro.

Soñaba con volver a esa clase de nuevo, quería revolcarme al final de ella, pero cuando un día le cogí por el cuello para volver a viajar, me dijo esto:

—Estoy en celibato profundo durante seis meses, como soja y no puedo apenas mirar a una mujer. —Sentí como un hierro candente me subía por el estómago y llegaba a quemar mi paladar.

Pegué tal portazo que retumbó en todo el edificio. Mis piernas se doblaron y bajaron por delante de mi cuerpo. La palabra enfurecida se quedaba corta para describir como me sentía. El sexo tántrico se paró en mi mejor edad. Durante días nuestras miradas jugaban al escondite inglés, él buscaba compasión y yo apaciguar mi deseo. La clase se convirtió en mi muro de lamentaciones.

Durante esos seis meses no aparecí por clase. Y me fui a Pilates que dicen que era la cuna del deporte, y que quedaría como Jane Fonda. El pilates a mí personalmente no me vino bien, no me relajaba tanto, y sobre todo consiguió que me diera un pinzamiento en la espalda, por lo que durante un tiempo parecía que jamás me iba a poner recta, iba como aquel personaje de la televisión, un tal «Pozí», doblada.

Cuando pasó un tiempo, volví a mis clases de yoga, que me han ayudado mucho, siendo una persona nerviosa como soy, a lograr controlar mi cuerpo y sobre todo mi mente.

Pero el yoga últimamente no puede con la sobredosis de ácido fólico.