Don Juan caminó despacio en torno mío. Parecía deliberar si decirme algo o no. Dos veces se detuvo y pareció cambiar de idea.
—El que regreses o no carece por entero de importancia —dijo al fin—. De todos modos ya tienes la necesidad de vivir como guerrero. Siempre has sabido cómo hacerlo; ahora estás simplemente en la posición de tener que usar algo que antes desechabas. Pero tuviste que luchar por este conocimiento; no te lo dieron así nomás, no te lo pasaron así nomás. Tuviste que sacártelo a golpes. Sin embargo, eres todavía un ser luminoso. Todavía vas a morir como todos los demás. Una vez te dije que no hay nada que cambiar en un huevo luminoso.
Calló un momento. Supe que me miraba, pero esquivé sus ojos.
—Nada ha cambiado realmente en ti —dijo.