Imagínese, si es que quiere imaginar el futuro, a un niño con su perro y sus amigos. Y un verano que no acaba nunca.

Y si quiere imaginar el futuro, imagínese una bota… no, mejor una zapatilla deportiva, con los cordones desatados, dando una patada a un guijarro; imagínese un palo con el que tocar cosas interesantes, un palo que tirar a un perro para que vaya a buscarlo, si así lo decide; imagínese un silbido poco melodioso que hace irreconocible alguna desafortunada canción popular; imagínese un perfil, medio ángel, medio demonio, todo humano…

Arrastrando los pies, esperanzado, hacia Tadfield…

… para siempre.