MESA DE LOS PECADOS CAPITALES

EL BOSCO

Sala 56a. Cat. P2822. Finales del siglo XV. Óleo sobre tabla. 120 cm × 150 cm.

Muestra las tentaciones a las que está sometida el alma, dispuestas en las siete secciones de un tondo que giran en torno a una imagen de Cristo que, según afirman los expertos, simboliza el ojo de Dios; se exhibe en la singular mesa del centro de la sala 56a. Cuando el visitante deambula alrededor de esta tabla de chopo, se está poniendo en marcha un curioso y ancestral resorte de iluminación y meditación. El maestro Fovel le explicó a Javier Sierra que esta obra temprana del Bosco tuvo como destino las estancias privadas de Felipe II y que, probablemente, él mismo la utilizó para meditar sobre las tentaciones de la vida mundana. De hecho, en tiempos recientes Juan Rof Carballo (1905-1994), padre de la medicina psicosomática, creyó ver en ella una especie de «mandala occidental» que encierra una significación secretísima. De algún modo —explica Rof—, esta mesa es «premonitoria de nuestra época». Una obra pergeñada por el Bosco para estimular el nacimiento de un «hombre nuevo».

Interpretaciones metafísicas al margen, no cabe duda de que nos hallamos ante una obra apocalíptica inspirada en el Deuteronomio, de donde se extraen los textos de las dos filacterias que flanquean al «gran ojo». Textos que traslucen la decepción del Creador para con los humanos. «Es un pueblo sin raciocinio ni prudencia. Ojalá fueran sabios y comprendieran y se prepararan para el fin». (Dt. 32, 28-29). «Apartaré de ellos mi rostro y observaré su fin». (Dt. 32, 20).

La lectura de dichas sentencias predispone de un modo especial a contemplar el resto de imágenes de esta «sala de la muerte».