La más grande ocasión que vieron los siglos

Es domingo 11 de julio y el Soccer City de Johannesburgo se prepara para la final. Han llegado España y Holanda. España es campeona de Europa. España se ha clasificado para este campeonato con un impecable desempeño de diez victorias en diez partidos en la fase de grupo, ante Bosnia-Herzegovina, Turquía, Bélgica, Estonia y Armenia. Una vez aquí, en Sudáfrica, empezamos con tropiezo, derrota de 0-1 frente a Suiza. Luego, mejor: 2-0 a Honduras y 2-1 a Chile para ser campeones de grupo. Después, 1-0 en octavos sobre Portugal, 1-0 en cuartos de final sobre Paraguay, 1-0 otra vez sobre Alemania en semifinales. De gol en gol, pero jugando cada vez mejor. Un equipo creciente y ganador.

Holanda se clasificó para el Mundial con un pleno de ocho victorias en ocho partidos, frente a Noruega, Escocia, Macedonia e Islandia. En Sudáfrica ha ganado también todos sus partidos: a Dinamarca (2-0), Japón (1-0) y Camerún (2-1) en el grupo. En octavos a Eslovaquia (2-1), en cuartos a Brasil (2-1) y en semifinales a Uruguay (3-2). Ha demostrado una gran capacidad de gol, mayor que España, y un juego compacto. Tiene un jugador especial, el extremo Robben, un zurdo que actúa por la derecha. Su velocidad es incontrolable y tiene un gran tiro de izquierda. Individualista, su aportación es siempre personal. Muy perseguido por lesiones musculares, cuando está bien es temible. El delantero en punta es un fenómeno, Van Persie. Y Sneijder mueve muy bien los hilos del juego entre líneas. Por detrás de él, Van Bommel y De Jong son dos fortalezas. Un buen equipo, en suma. No se llega a la final de la Copa del Mundo así como así.

En España hay demanda de viajes, y eso que el paquete cuesta 2600 euros, las dos noches en el avión. Hay confianza. Alguien echa cuentas y nuestros jugadores suman 157 títulos importantes, nacionales, europeos o mundiales. A la cabeza, Xavi e Iniesta, con quince. Casillas tiene catorce. El seleccionador Del Bosque, siete. Es un grupo ganador, de ahí tanta confianza. Pero una imprevisión de la Federación nos ha dejado con pocas entradas. Algunos vuelos han de suspenderse. A la hora del partido se verán en el Soccer City muchas más camisetas naranjas que rojas.

Llega la hora. El árbitro va a ser el inglés Webb, un tipo calvo con cara de malas pulgas muy de la confianza de la FIFA, y eso que en la Premier no tiene gran predicamento. Los jugadores de aquel campeonato le han llegado a calificar como el peor de su liga. Webb ya nos ha arbitrado el primer partido, contra los suizos, y no nos gustó. Dejó ir dos penaltis en el área suiza, uno muy claro, y en el gol hubo fuera de juego, bien es verdad que difícil de ver. Además, toleró mucha dureza.

A las 20:30 horas saltan los dos equipos al campo con estas formaciones:

España: Casillas (capitán); Sergio Ramos, Piqué, Puyol, Capdevila; Xabi Alonso, Busquets; Pedro, Xavi, Iniesta; y Villa.

Holanda: Stekelenburg; Van der Wiel, Heitinga, Mathijsen, Van Bronckhorst (capitán); Van Bommel, De Jong; Robben, Sneijder, Kuyt; y Van Persie.

No hay sorpresas en las alineaciones. Del Bosque repite con Pedro. Nueve jugadores, todos menos Pedro e Iniesta, juegan su séptimo partido como titulares. Nueve mismos titulares en siete partidos. Eso demuestra, al final, estabilidad, a pesar de las dudas del segundo día.

En el palco están la reina, los príncipes, Nadal, Gasol… El rey no ha podido asistir porque una dolencia del pulmón desaconsejaba el vuelo. Y a jugar…

Y lo primero que se ve es que Holanda sale pegando y Webb lo consiente. Holanda, tan distante del elegante equipo que llegó años antes a dos finales consecutivas (1974 y 1978) para perder ambas ante el equipo de casa, se muestra como un equipo feroz, agresivo en el peor sentido de la palabra, decidido a embarrar la situación. Para escándalo de todos, Webb deja pasar sin tarjeta roja una patada de De Jong a Xabi Alonso en el plexo, con la planta del pie, los tacos por delante. Golpea con saña mientras Xabi Alonso está tocando el balón con la frente, dos palmos más arriba del pie del holandés. Webb está delante. Pita falta, pero lo deja en tarjeta amarilla. Era roja clara, roja o roja.

El listón está ahí, aunque luego tendrá que bajarlo. Holanda, se nota, quiere descentrar a España, cuyo gran mérito en el partido será evitarlo. Si no se juega al fútbol, si se va a la pelea, España saldrá perjudicada, porque es un equipo para el fútbol, no para la pelea. España ni se amilana ni renuncia a jugar. Lo hará poco a poco, según pueda, pero lo hará. El mejor fútbol fue suyo, aunque de nuevo con el defecto de poca llegada, poco remate.

El partido transcurre así. Poco a poco, va flotando el mejor juego de España, pero siempre ante la fuerte pared que opone Holanda ante su portería, con Van Bommel y De Jong, durísimos, protegiendo una defensa igualmente dura. La falta de deportividad es notable. Con ocasión de una detención de juego para atender a un español, Van Bommel devuelve la pelota… con un cañonazo desde lejos que Casillas saca apuradamente a córner, con las yemas de los dedos. Siempre me pregunté qué hubiera hecho Holanda caso de haber conseguido gol. ¿Lo hubieran devuelto? Un día se lo pregunté a Casillas:

—No creo. Lo hubieran considerado un accidente.

Pero no entró. Ni entró ese ni ninguno de los dos contraataques rápidos de Robben, que pusieron el corazón de España en un puño. La primera vez se fue solo, corrió treinta metros con ventaja, hubo tiempo para hacerse cruces. Se plantó ante Casillas con toda la ventaja, pero este desvió con el pie derecho mientras se vencía a la izquierda. Fue una ocasión clarísima. La jugada se repetiría más tarde, aunque esta vez con Puyol muy cerca, persiguiendo a Robben. Puyol hizo una de viejo sabio: medio me caigo, medio no me caigo, medio me agarro a ti, medio me suelto… Con eso perdió algo de su relación con el balón Robben y Casillas se echó valiente a sus pies y se lo quitó. De las dos jugadas, sobre todo de la primera, salió Casillas ratificadísimo como el rey del mano a mano. Y como ángel de la guarda de España.

El partido, intenso y bravo, discurrió sin goles hasta el final. Del Bosque metió en el 59’ a Navas, por Pedro, en busca de más desborde, porque Holanda no se abría. Van Marwijk refresca a Holanda con Elia por Kuyt, en el 70’. Holanda se mete cada diez minutos diez metros más atrás. Al borde de la prórroga, en el 86’, Del Bosque refuerza la apuesta ofensiva, con Cesc por Xabi Alonso. Se llega a la prórroga. La dureza del partido ha dejado una larga cosecha de tarjetas: Van Persie, Puyol, Van Bommel, Sergio Ramos, De Jong, Van Bronckhorst, Heitinga, Capdevila y Robben. España no se ha acobardado, también ha enseñado las uñas.

La prórroga ya es francamente de España y Van Marwijk trata de meter una baza de orden e inspiración atacante al sacar en el 98’ a Van der Vaart por el feroz De Jong. Y en el 104’ retira a Gio, con treinta y cuatro años y tarjeta, y que lo está pasando muy mal con Navas, para que entre Braafheid. En el 109’, Webb expulsa a Heitinga por una segunda tarjeta, que debería haber llegado mucho antes. Las cosas se ponen mejor para España.

Así se llega a la segunda mitad de la prórroga. En el 105’ entra Torres por Villa, que no puede más, para jugar el último cuarto de hora. Once contra diez, España ya es dueña definitiva del campo y del balón. Holanda se empotra, pensando en los penaltis. Siguen los palos. Van der Wiel se lleva otra tarjeta…

Y en el 116’ llega el gol de todos los tiempos. El que se elevará por encima del de Zarra en 1950, el de Marcelino en 1964, el de Torres en 2008. La jugada se inicia precisamente en Torres, se prolonga por Cesc y el balón acaba en el área, a pies de Iniesta, que controla y, con el balón a dos palmos del suelo, le pega de pleno empeine, cruzando frente a Stekelenburg. «No me salió tan colocado como pretendí, pero sí fuerte», confesaría luego el goleador con sencillez.

Iniesta se quita la camiseta, muestra debajo otra, blanca, con el nombre de Jarque, el jugador del Espanyol muerto un año antes de forma súbita e inexplicable. Es un gesto hermoso para el gol más hermoso e importante de nuestra historia. En un córner se forma una piña jubilosa de jugadores azules. Del Bosque va hacia allá, se preocupa, lo confesará luego. Le viene a la cabeza la idea de que cuando vuelvan a su campo no estén todo lo atentos que deben y en los cuatro minutos que restan por jugarse todo se venga abajo. Pero no, no pasará. Los jugadores vuelven ordenadamente, Iniesta se lleva su tarjeta por quitarse la camiseta y hasta el final, todos exhaustos, no habrá sino dos nuevas tarjetas, para Mathijsen y para Xavi. Por fin llega el final.

En la noche de Sudáfrica, España es campeona del mundo. Casillas eleva la Copa del Mundo ante más de mil millones de telespectadores de todo el mundo rodeado de la tropilla jubilosa de campeones, ante la que marca un curioso contraste la gran bufanda blanca de Sepp Blatter, el presidente de la FIFA.

Luego Casillas coronará la noche con un beso de película a su novia, Sara Carbonero, reportera de televisión en el campeonato, hecho que había provocado no pocas habladurías. Un beso en directo, espontáneo, antes las cámaras, imagen que estará presente en todos los telediarios del mundo, expresión final de la felicidad de un país que esa noche se sintió en la cima del mundo.

Y cerró el capítulo la bonita dedicatoria de Del Bosque:

—Este triunfo va dedicado a la gran familia del fútbol español.