El doloroso fallo de Gyan

Como en cada campeonato desde los ochenta, este Mundial se esperaba como la consagración del fútbol del África Negra. Esta vez con más razón, puesto que se jugaba en aquel continente. Entre los treinta y dos equipos participantes había cinco de la región: Sudáfrica, como local, más Nigeria, Camerún, Costa de Marfil y Ghana. Estas tres, con cierta tradición ya de éxitos internacionales. Con jugadores lujosos, con experiencia en los grandes clubes europeos.

Pero tampoco pudo ser esta vez. Para sorpresa general, solo una de las cuatro selecciones, Ghana, superó el grupo. Sudáfrica fracasó en el grupo del gran pinchazo de Francia, del que siguieron México y Uruguay. Al menos fue tercera, pero eso no es mucho para el país organizador. Costa de Marfil vio cómo en su grupo, muy fuerte, pasaban Portugal y Brasil y quedaban fuera ella y Corea del Norte. Nigeria, se vio apeada del suyo, junto con Grecia, por Argentina y Corea de Norte. Camerún fue cuarta del grupo en el que pasaron Holanda y Japón, mientras también caía Dinamarca. Solo sobrevivió Ghana, que se clasificó en su zona junto a Alemania, dejando atrás a Serbia y Australia.

Solo uno en octavos. Era muy poco, pero era algo. Toda el África Negra respaldó a Ghana en el partido de octavos, frente a EEUU, y el equipo africano gana con un gol de Gyan en el tercer minuto de la prórroga. Aquello de que el rival fuera Estados Unidos tuvo una significación especial, por lo que representa como país, más allá de sus valores futbolísticos. Asamoah Gyan es de golpe el hombre más popular del continente. Se recuerda que ya metió a Ghana con sus goles en el Mundial de Alemania, cuatro años antes, con solo 20 de edad. Se recuerda su carrera en Italia, Udinese, Módena y vuelta al Udinese. Se recuerda su grave lesión de rodilla, de la que ya se ha repuesto. Se recuerda su última gran temporada en el Rennes francés. Es el héroe del día. Ghana sigue, el África Negra sigue con él. Ahora se cruzará en cuartos con Uruguay. Gran tradición, pero un país de solo tres millones de habitantes. Y hace cuarenta años que no alcanza las semifinales…

El partido es movido, bonito. Ghana tiene el músculo, la carrera, la brillantez colorista de su juego. Uruguay es vieja ciencia que le permite salir de decisiones difíciles. Al final se llega con 1-1. Hay prórroga, emocionante, y en ella se nota que Ghana tiene más resto físico. Uruguay llega con el agua al cuello, se sacude balones en el área como puede. Hasta que en el 120’, el enésimo remate ya ha superado a Muslera, se va a colar cuando Luis Suárez, el feroz goleador que estaba ahí metido, en la raya, saca las manos para detener lo inevitable. Penalti y expulsión. Se marcha abatido, todo Uruguay está abatido. Ahora el balón está en el punto de penalti, para el lanzamiento de Asamoah Gyan, el héroe del continente.

Y ocurre lo inesperado: el violento disparo de Gyan pega en el larguero con una fuerza como para hacer caer todos los cuadros de todas las paredes del mundo. Pega en el larguero y vuelve al campo. No, no ha sido gol. Luis Suárez salta de alegría, su mano sobre la raya ha salvado a Uruguay. Ahora están las dos, Uruguay y Ghana, mano a mano ante la tanda de penaltis.

Tira primero Forlán y marca. Entonces, para el primero de Ghana, se adelanta ¡Gyan!, que con una presencia de ánimo envidiable la cuela por la escuadra. Tres minutos antes, ese penalti hubiera metido a Ghana en semifinales. Ahora vale mucho menos.

La tanda sigue. Al llegar al quinto tiro de Uruguay, está 3-2 para los uruguayos, que han fallado uno, los ghaneses, dos. Va el Loco Abreu, amaga un trallazo y le pega por debajo, suave, a lo Panenka. Gol. Uruguay festeja, Ghana está fuera. Gyan y toda el África Negra se acuestan con una dolorosa obsesión: ese balón que escogió el larguero en lugar de la red.

Al menos, el día siguiente, antes de dejar Sudáfrica, Mandela le recibe. A él y a todo el equipo. Y les felicita por llegar hasta donde han llegado.