Francia estropea lo del 98

Si el Mundial de 1998 fue un abrazo de Francia consigo misma, un reconocimiento de su realidad multicultural, el de 2010 resultó todo lo contrario. En pocos años, Francia pudo comprobar cómo si los éxitos en fútbol pueden unir, los fracasos pueden igualmente desunir. Francia regresó de Sudáfrica no solo derrotada, que en deporte puede ocurrir, sino también desunida y fracasada.

Uruguay, México y Sudáfrica eran sus rivales. No parecía demasiado para una Francia que tenía a Henry, a Ribéry, a Anelka, a Malouda, a Gourcuff… Pero lo que no tenía era un ambiente feliz, sino todo lo contrario. Capillitas, caprichos, malas caras y un entrenador falto absolutamente de tacto, Doménech, antiguo defensa lateral en la Francia, hombre áspero y poco hábil.

Los jugadores ya reaccionaron mal cuando la ministra francesa de Deportes, Roselyne Bachelot, criticó el excesivo lujo del lugar de concentración. «Yo no hubiera elegido este hotel. Les pido decencia a las autoridades del fútbol. Estamos en tiempos de crisis.» Los jugadores se sintieron ofendidos y lo hicieron saber. Después de eso, jugaron su primer partido, un 0-0 con Uruguay en el que no se vio nada en el equipo, que cargó con serias críticas. Y al día siguiente se negaron a verse con la ministra, que pretendió tener un encuentro con ellos. En lugar de eso, de la concentración surgieron comentarios sobre el planteamiento, que reflejaban que unos se habían sentido bien y otros mal. Malouda y Henry, por ejemplo, se sentían perjudicados por el estilo de juego. Abidal les respaldaba. Evra se declaraba encantado. Por otra parte, se hacía fuerte hincapié en la desconexión entre Gourcuff y Anelka, mediapunta y delantero centro respectivamente. De parte del entorno de Doménech, acusan a Zidane de incitar el motín.

Francia pierde el segundo partido, 2-0, con México, y entonces es peor. Jean-Pierre Escalettes, presidente de la Federación, expulsa a Anelka, porque ha insultado gravemente al seleccionador, Doménech, en respuesta a una reconvención que le había hecho. Los jugadores se niegan a entrenar un día, en protesta por la expulsión. L’Équipe, el prestigiosísimo deportivo francés, saca en portada a toda página lo que Anelka le dijo a Doménech: «Va te faire enculer, sal fils de pute!» («vete a tomar por culo, sucio hijo de puta»). Hay un editorial terrible: «Estos jugadores no merecen las lágrimas ni el enfado de la gente. Sería dar demasiado a unos hombres que no saben regalar nada. (…) Tenemos que reírnos de nuestros pilares (Ribéry, Gallas, Anelka) que se creen más que el resto. Es necesario analizar el papel de Doménech, ahogado en su ego pero superado por el ego de sus jugadores. Hay que aprovechar la ocasión para educar a nuestros hijos y relativizar ante ellos la importancia de las cosas del deporte… Empieza a salir la verdad sobre el comportamiento de esos raperos de los suburbios, que han apartado a Gourcuff, un francés de clase media-alta de un pueblo de Bretaña».

Esto último es una bomba: los raperos de los suburbios que han apartado a un muchacho de clase alta, francés de origen. Francia se hallaba entonces en pleno debate del «comunitarismo», el derecho a las distintas comunidades de origen a mantener sus diferencias, esas diferencias parecían estallar ahora en la selección de fútbol, al fin y al cabo uno de los símbolos más destacados del país.

En el grupo muchos se dan por aludidos en lo de «raperos de los suburbios» y acusan frontalmente a Gourcuff de ser el topo de L’Équipe. Los patrocinadores huyen de la situación. Crédit Agricole suspende su campaña, basada en les bleus y lo mismo hace la cadena de comida rápida Quick, aunque no puede retirar a tiempo los cientos de vallas que invaden el país con la imagen de Anelka alzando una hamburguesa sobre la cabeza, como si fuera la Copa del Mundo. El director general de la empresa energética GDF Suez, también patrocinadora del equipo nacional, hace declaraciones poniendo el grito en el cielo: «Estamos indignados, esto es increíble».

Así se llega al tercer partido, otra derrota, esta por 2-1, ante Sudáfrica. En Francia nadie lo lamenta: «El Mundial perdió a sus bufones», es uno de los titulares del día siguiente, y quizá no el más duro. La gente estaba deseando que acabara la pesadilla. Mientras, se agitaba en el país un complicado debate sobre el «comunitarismo».

Aún hubo un epílogo negativo. Al regreso del grupo, Sarkozy recibió el día 24 de junio a Thierry Henry en el Palacio del Elíseo. El mismo día había una manifestación en la ciudad por el retraso de la edad de jubilación y los sindicatos se quejaron de no ser recibidos, y sí uno de los malcriados futbolistas que habían avergonzado a la nación. También ese día suspendió Sarkozy un encuentro con una ONG para tratar temas sobre la inminente reunión del G-20. La reunión de Sarkozy y Henry duró hora y media, y el Elíseo no hizo ningún comunicado. Por su parte, Roselyne Bachelot, la ministra de Deportes, exigió la dimisión de Jean-Pierre Escalettes al frente de la Federación, cosa que ocurriría. Eso creó fricciones con Blatter, dado lo celosa que es la FIFA de la independencia del poder futbolístico respecto del político.

Francia, por cierto, había ido a ese Mundial por un gol marcado con la mano por Henry a Irlanda. Mejor si el árbitro lo hubiera anulado. El gran efecto de 1998 se esfumó por completo en 2010.