Después de ganar para España la Eurocopa de 2008, algo que se acogió con un júbilo inédito en el país, Luis Aragonés dejó la dirección del equipo. Lo había anunciado previamente, había dicho que tenía «fecha de caducidad», e incluso había sucesor ya firmado, Del Bosque. Su antiguo pupilo en el Madrid, Hierro, elevado a director técnico de la Federación, había instado esta contratación. Pero, aun estando todo previsto, y a pesar de la perfecta discreción de Del Bosque, que no apareció por la Eurocopa para no enturbiar, algo de malestar hubo en el relevo. La perfección del juego hizo que, para muchos, fuera deseable la continuidad de Luis Aragonés y este mismo se dejó querer enviando mensajes a través de su círculo más personal. Pero la Federación no quiso cambiar de idea.
Y entró Del Bosque, hombre del Real Madrid de toda la vida, hasta que en una mala digestión Florentino Pérez decidió prescindir de él, lo que le llevó a ir dando tumbos durante mucho tiempo. Jugador del Madrid desde juvenil, concluyó su carrera en el mismo club, como puro one club man a la británica. Luego entrenó en la cantera, de la que llegó a ser máximo responsable, hasta llegar al primer equipo, en el que entró en circunstancias difíciles. En tres años y medio ganó dos veces la Champions y dos la Liga. Tuvo después una mala experiencia en Turquía y eso era todo.
Llegó con dudas palpables. Luis había hecho un equipo muy sui generis. Artístico pero poco convencional. Sin extremos, con un solo medio centro, abundancia de mediocampistas de poca estatura, excelentes en el toque, inteligentísimos. Un equipo de autor, un modelo heterodoxo, pero que no solo había ganado, sino que había enamorado. Para el heredero era un problema, porque romper la continuidad era arriesgado, y tomar los riesgos de este modelo tan personal lo parecía más todavía. Del Bosque empezó probando con algún extremo (Capel el primer día) pero finalmente optó por el modelo de Luis, pero modificado: en lugar de un medio centro, dos. Donde jugó el brasileño Senna (que para el Mundial no llegó en condiciones) jugaron ahora el madridista Xabi Alonso (su suplente en la Eurocopa) y Sergio Busquets, excelente aparición en el Barça en ese tiempo. Se sacrificaba, sí, uno de los dos delanteros o alguno de los de la nubecilla de «tocones» en la que residía el encanto de la selección.
España hizo una gran fase de clasificación: diez victorias en diez partidos, ante Bosnia-Herzegovina, Turquía, Bélgica, Estonia y Armenia. 28-5 en goles. En el sorteo fuimos cabeza de serie y nos tocaron Suiza, Honduras y Chile. Hubo satisfacción, parecía un grupo fácil, sin desgaste. La preparación incluyó seis amistosos, contra Argentina, Austria, Francia, Arabia Saudí, Corea del Sur y Polonia, ganados también todos.
Hubo una paz nunca vista cuando dio la lista definitiva de veintitrés jugadores, tras manejar una lista de treinta. Los designados finalmente fueron estos:
Porteros: Casillas (Madrid), Víctor Valdés (Barça) y Reina (Liverpool).
Defensas: Sergio Ramos (Madrid), Arbeloa (Madrid), Puyol (Barça), Piqué (Barça) Marchena (Valencia), Albiol (Madrid) y Capdevila (Villarreal).
Centrocampistas: Xabi Alonso (Madrid), Sergio Busquets (Barcelona), Javi Martínez (Athletic), Silva (Valencia), Xavi Hernández (Barça), Cesc (Arsenal) e Iniesta (Barça).
Delanteros: Navas (Sevilla), Villa (Barcelona), Torres (Liverpool), Mata (Valencia), Pedro (Barça) y Llorente (Athletic).
La concentración fue, en un ambiente tranquilo, en Potchesftroom, un buen lugar en el nordeste del país, a distancia cómoda de Durban, Johannesburgo y Pretoria (sobre todo las dos últimas), donde habrían de jugarse los partidos del grupo. Todo sonreía a España cuando llegó el primer partido, aunque por dentro Del Bosque tenía una preocupación. Torres había sido convocado por su categoría, pero venía recuperándose de una lesión y no estaba todo lo fino que hubiera sido de desear. Tampoco Villa llegaba en su condición óptima. Pero el panorama de un grupo fácil, en el que pudieran coger la forma, suavizaba la cuestión. Iniesta estaba con molestias y era duda para el primer día, pero eso resultó menos grave.
España, 0 - Suiza, 1
El miércoles 16 de junio nos estrenamos en Durban ante Suiza, número 24 en el ránking Mundial que encabeza España. Del Bosque tira de un equipo de tiqui-taca, aunque con el dos por uno en la media. La alineación es esta:
Casillas (capitán); Sergio Ramos, Puyol, Piqué, Capdevila; Busquets, Xabi Alonso; Silva, Xavi, Iniesta; Villa.
Y la cosa se tuerce. España domina, tiene la posesión, pero no llega. No ve a Villa, Villa no tiene la electricidad que le caracteriza, entramos poco en el área. Algún penalti nos hacen, que no se pita. Suiza (inventora del verrou al fin y al cabo, tantos años ha) se empotra atrás. Encima, en el 52’, cuando estábamos empezando a impacientarnos, un saque largo del portero, dos rebotes, el balón que pega en un par de culos (hay un fuera de juego entre los rebotes, difícil de ver) y gol afortunado de Gelson. Perdemos 1-0. En el 61’, Del Bosque retoca el once: salen Navas y Torres por Busquets y Silva. El equipo cambia de pauta, ahora se trata de balones a Navas para que escape y centre. No resulta. En el 77’ entra Pedro por Iniesta, más pólvora, menos juego. Falta suerte en el apretón final. Hemos perdido.
Nadie ha ganado la Copa del Mundo después de perder el primer partido, se nos recuerda.
En realidad, ese día acusamos el corto estado de forma de Villa y Torres pero, sobre todo, agotamos la mala suerte. Pero las reacciones fueron muy negativas en algunos ámbitos. Maradona proclamó a España «campeona del mundo de fútbol sin porterías», y Luis Aragonés, que llevaba sin hacer declaraciones a la prensa desde la Eurocopa (aunque había acudido como comentarista de Telecinco a la Confecup el verano anterior) tiene un desahogo ventajista. Estaba allí, contratado por Al Jazeera, y esta vez sí se dejó interpelar por los periodistas, ante los que hizo una declaración muy negativa. «Esto se veía venir», fue el resumen, y habló de vaguedades como «gestión de juego» y cosas así. Pero no, no se veía venir, o al menos nadie lo había anunciado.
España, 2 - Honduras, 0
Los días siguientes se pasan mal. Se sufre por la decepción, por el equipo, por las dudas, por la polémica. Culpa del doble pivote, que lima el tiqui-taca, para algunos. Culpa del tiquitaca, modelo siempre bajo sospecha, para otros. El tiqui-taca, al fin y al cabo un modelo afinado por Luis, carne del Atlético, y explotado por el Barça, siempre fue mirado con desconfianza por los madridistas. Y por los que gustan de un fútbol más rápido. Del Bosque templa gaitas: «No hay una España de Luis Aragonés y una España de Del Bosque, solo hay una España». Y dice: «No daremos bandazos». Pero lo da. En la alineación que sale el lunes 21, en Johannesburgo, no hay más rastro de la nubecilla de «tocones» que Xavi Hernández. Salta Iniesta, al que las molestias le fueron a más en el partido de Suiza. Salta Silva, víctima de la derrota. No entra Cesc, que es del grupo. Juegan estos: Casillas (capitán); Sergio Ramos, Puyol, Piqué, Capdevila; Xabi Alonso, Xavi Hernández, Busquets; Navas, Torres y Villa.
Un equipo en un modelo convencional, con hechuras de 4-3-3, servido por buenos jugadores. Hace un partido sin estilo, nada bueno, pero esta vez gana. En el 17’, Villa recibe un balón largo, hace dos buenos recortes y coloca el balón en la escuadra. 1-0. Es una medicina. En el 52’, cuando Honduras ataca, hay una salida rápida de Navas, que acaba entregando a Villa, situado en la medialuna; el delantero dispara, el balón toca en Guevara, se eleva sobre el portero y cae a su espalda. 2-0. España tiene incluso la oportunidad de ponerse 3-0, con un penalti, pero a Villa se le escapa el hat-trick. A partido resuelto, Del Bosque va metiendo a Cesc por Xavi (66’), Mata por Torres (70’) y Arbeloa por Sergio Ramos (76’). España acaba en confusión, jugando mal. Queda una sensación agridulce: se ha ganado, pero jugando de una forma poco convincente y ante un rival tenido por menos.
El mismo Del Bosque aparece preocupado en la sala de prensa. «Si seguimos así lo pasaremos mal ante Chile», dice, y se queja de las ocasiones falladas. Luis asoma otra vez: «No me deja nada tranquilo el juego de España». A esas alturas, nadie estaba tranquilo. No nos gustó ni perder jugando bien ni ganar jugando mal. Sobre todo queda la impresión de que Del Bosque ha abjurado formalmente del tiqui-taca, lo que duele a los partidarios de ese estilo, entre los que me contaba yo.
España, 2 - Chile, 1
Viernes 25, Pretoria. Tercer partido, a todo o nada. Chile llega con dos victorias, nosotros con una, lo mismo que Suiza, que juega con Honduras, a su vez con dos derrotas. El empate nos puede dejar fuera. Hay que ganar o ganar. Las vísperas no han sido tan atormentadas, después de todo. Se anuncia el regreso de Iniesta, que es la portada de la víspera. Con él y Xavi juntos hay garantía de mejor juego. Llega la hora y Del Bosque elige a: Casillas (capitán); Sergio Ramos, Piqué, Puyol, Capdevila; Xabi Alonso, Busquets; Iniesta, Xavi Hernández, Villa; y Torres.
Es más parecido al equipo de Luis, salvo por el doble pivote, que Del Bosque defiende. Por un lado, dice que no es doble pivote, que Xabi Alonso sube. Por otro, que Sergio Busquets es un jugador impecable. «Cuando yo era jugador, me hubiera gustado ser como él». En lo segundo tenía razón: Busquets no merecía críticas, sino halagos. En lo primero, no. Aquello era doble pivote. Bien o mal traído, necesario o no, pero lo era. En ese sentido vulneraba la ortodoxia del tiqui-taca.
Esta vez la primera moneda al aire, que tantos partidos define, cayó de cara. En el 24’, cuando empezaban a definirse definitivamente las líneas del partido, el meta Bravo, que juega muy bien con el pie, se confía, envía un balón donde no debe y este le llega de vuelta a Villa, que desde lejos y muy escorado a la izquierda aprovecha que Bravo no está y marca con un disparo difícil y preciso. 1-0. Gran maniobra de Villa, pero favorecida por el error de Bravo. España se serena e intenta imponer su juego. Chile, de la mano de Bielsa, es un rival difícil. Pero ahí está Iniesta, que en el 37’ saca de ningún sitio el 2-0, con un impecable pase a la red. Gol de superclase. Todo parece resuelto en el descanso, y realmente lo está. Aun cuando en el 47’, nada más volver del descanso, Millar hace el 2-1 un poco de rebote. Pero España está segura y ahora, sí, juega un rato largo realmente bien, con posesión, control y seguridad. En su estilo. Más cuando en el 55’ entra Cesc por Torres, que sigue sin estar a punto. Luego, en el 72’, entrará Javi Martínez por Xabi Alonso, en busca de un poquito más de seguridad. Pero no hace falta. Corre que hay empate en el Suiza-Honduras y eso clasifica a Chile. Incluso si hay gol de Suiza a última hora se clasificará Chile. El final del partido discurre en una especie de pacto de no agresión que deja cierta sensación ominosa. Pero España ha ganado, ha pasado; la derrota ante Suiza está lavada. España pasa como campeona de grupo y en el último partido ha recuperado las mejores sensaciones. Luis Aragonés arrastra un poquito los pies todavía: «España ha mejorado un poquito, nada más».
Ahora espera Portugal. Con Cristiano Ronaldo a la cabeza.
España, 1 - Portugal, 0
El 29 de junio, el día que se cumplen dos años justos de la victoria en la Eurocopa, España se enfrenta a Portugal en Ciudad del Cabo. El Mundial entra en su fase decisiva, el día anterior Brasil ha impresionado al barrer cómodamente, con un severo 3-0 a Chile. Pero no es hora de pensar en eso, sino en lo que hay enfrente: Portugal. Del Bosque repite de salida los once que ganaron a Chile: Casillas (capitán); Sergio Ramos, Puyol, Piqué, Capdevila; Xabi Alonso, Busquets; Iniesta, Xavi, Villa; y Torres.
Y ahora, sí. España hace un partido limpio, pleno, convincente si no fuera porque no supo rentabilizar de forma suficiente tanta superioridad en goles. Pero mandó en el partido de cabo a rabo, no tuvo dificultades, se las creó al rival. Cristiano, muy temido en la víspera, no estuvo bien. Por aquel tiempo Cristiano acusaba excesiva presión cuando se enfrentaba a partidos decisivos, y eso le pasó una vez más. Por su parte, en España lo más débil volvió a ser Torres, que seguía sin encontrarse. Del Bosque le sustituyó por Llorente en el 58’ y llegó el gol, otra vez Villa, al que Iniesta, en la media luna, mete un pase preciso con el exterior del pie; el delantero remata, rechaza el meta portugués pero el balón le vuelve y remacha. 1-0. Bastará. España va a seguir dominando, mejora con Llorente, que fija a los centrales y da una variante más para los balones por alto. Muy al final hay dos cambios, para que el grupo sienta que participa. Entra Pedro en el 88’, por Villa, y Marchena, en el 93’+, por Xabi Alonso.
De repente, todo se ve claro. El grupo ha resistido, la derrota y las dudas quedan lejos, estamos a tres partidos del título, Villa es máximo goleador empatado con Higuaín y Vittek (este ya no está en carrera), se nos respeta, nos respetamos. Aún falta afinar a Torres, pero Llorente ha pasado la prueba. Atrás el equipo es imponente. Echando cuentas, salen 117 acciones ofensivas, dieciocho remates a puerta. Un solo gol parece poco premio a eso, pero vale. Hasta Luis se va entregando. «España es la del segundo tiempo», dice. En el cruce aparece Paraguay, que suena a fácil. Aunque no lo será, como veremos luego…
España, 1 - Paraguay, 0
El partido de cuartos es esperado con felicidad en el cuartel español. La única discusión ante el partido es si Torres o Llorente, y Del Bosque la zanja pronto: jugará Torres. Es su delantero y está trabajando en su puesta a punto. En Paraguay el partido levanta una ola de entusiasmo. Larissa Riquelme, una conocida modelo del país de formas imponentes (cuyas fotos con ajustada camiseta de colores de la bandera paraguaya han creado furor), anuncia que se desnudará para todos si Paraguay gana. Chilavert, siempre polémico, que ya no está en el equipo pero se hace oír, carga contra la designación del árbitro, el guatemalteco Carlos Batres. En Paraguay se le achacan fechorías en el Mundial anterior, con ocasión del Alemania-Paraguay.
La cita es el 3 de julio en Johannesburgo. El estadio, Ellis Park, fue el escenario de la película Invictus. A Paraguay la entrena Gerardo Tata Martino, que más adelante llegará a España, a hacerse cargo del Barça. Nos hace un elogio: «España te obliga a jugar como ella quiere», dice. Del Bosque a su vez ha afirmado: «Queremos pasar con buen juego, no de cualquier forma». Por tercer partido consecutivo salen los mismos: Casillas (capitán); Sergio Ramos, Piqué, Puyol, Capdevila; Xabi Alonso, Busquets; Iniesta, Xavi, Villa; y Torres.
Fue un partido difícil y emocionantísimo. Tremendo. Paraguay planteó muchas más dificultades de las previstas, aisló a Villa, compactó su sistema, se desplegó con peligro. El primer tiempo fue más bien de ellos y Batres confirmó los temores de Chilavert al ver fuera de juego en un gol de Valdez al que le faltaban centímetros para serlo. Al descanso, empate a cero e inquietud. Pronto Del Bosque comprende que Torres no está y en el 56’ le sustituye, pero esta vez no por Llorente, sino por Cesc, en busca de más juego. Acierta. Pero al poco de entrar él hay un minuto loco. Primero, penalti de Piqué a Cardozo que lanza este y Casillas detiene, confirmando su condición de hombre prodigio. A la vuelta de esta jugada, penalti sobre Villa. Este lo lanza Xabi Alonso, que marca. Pero Batres lo hace repetir (ahora Chilavert estará contento), porque han entrado españoles en el área. Toma Xabi Alonso, tira otra vez y rechaza Villar, que inmediatamente vuelve a hacer penalti cuando Xabi Alonso recoge el balón; pero este lo deja ir Batres, que pierde la ocasión de establecer un récord de tres penaltis pitados en minuto y medio.
Pero España sale de la tormenta fortalecida. Cesc por Torres ha mejorado el equipo. El partido se va inclinando a favor nuestro y en el 83’ llega el feliz gol de Villa, en una acción que habla de que la suerte está con nosotros: su tiro pega en un palo, recorre la raya, va hasta el otro y entra. 1-0. Aún habrá algunas cargas de Paraguay, equipo bravo donde los haya, y una doble intervención feliz de Casillas en el descuento. Pero hemos pasado. Estamos en semifinales. Desde 1950 no se colaba España entre los cuatro últimos supervivientes del Mundial.
En semifinales nos espera Alemania, que en cuartos ha desmantelado a Argentina con un resonante 4-0. Impresiona, pero casi se agradece que le hayan tapado la boca de una vez a Maradona, que la tenía tomada con nosotros.
España, 1 - Alemania, 0
La cita es en Durban, el 7 de julio, San Fermín, en cierto modo fiesta nacional. (La Reina acudirá al partido con un pañuelo rojo al cuello). Nadal nos ameniza la espera ganando Wimbledon. El ambiente en la concentración es de serenidad relajada. En España, la gente está esperanzada y agradecida. El equipo ha hecho un largo viaje hasta aquí: ha perdido, ha dudado, ha ganado jugando mal, ha ganado jugando regular, ha ganado jugando bien, ha ganado sufriendo… Las apuestas nos dan como levemente favoritos ante los alemanes. Se habla, ¿Torres sí o Torres no? Pero ya no se discute, se piensa que lo que decida Del Bosque estará bien. Y llegado el día del partido, lo que decide es que Torres, no, pero la sorpresa es que su puesto no lo ocupa Llorente, sino el extremo Pedro. El equipo sale, pues, así: Casillas (capitán); Sergio Ramos, Puyol, Piqué, Capdevila; Xabi Alonso, Busquets; Pedro, Xavi, Iniesta; y Villa.
Y esta vez no quedan dudas: España está ahí, en la plenitud de juego de un modelo diferente y una generación en su edad perfecta. El partido es un derroche de buen juego, un espectáculo grato que nos hace sentirnos orgullosos. Los altivos alemanes de tantas y tantas otras veces bajan la cabeza, como la bajaron dos años antes, en la final. Aquella vez el gol lo marcó Torres, esta lo hace Puyol, en un córner que él y Xavi trajeron del Barça y que salió perfecto: saque preciso de Xavi, pantalla de Piqué y cabezazo con la frente y el alma de Puyol. Curioso: el fútbol más exquisito nunca visto materializó la victoria a través de un gol de raza, de rabia, de esos que sacuden viejos recuerdos del macizo de la afición. Fue en el 73’. 1-0 y bastó, como las estocadas en su sitio. España mereció más, desde luego, merodeó el gol continuamente.
Del Bosque acertó con Pedro. Entró en el toque, frenó las eventuales subidas de Lahm, lo hizo todo bien. Pero Del Bosque no quiso dejar de tener el detalle con Torres de hacerle salir a disfrutar los últimos minutos, desde el 82’, por Villa. El mismo detalle tendría con Silva (en el 85’, por Pedro) y con Marchena (en el 93’+, por Xabi Alonso).
¡España a la final! El país se vuelve loco de alegría, con la sensación de que ya solo queda cobrar un billete de lotería premiado. La Reina baja al vestuario, con su pañuelo rojo al cuello, a felicitar a los jugadores a los que pilla en deshabillé. Los chicos agradecen el gesto, la ven sencilla, próxima, cariñosa. Se sienten felices, saben que nos están haciendo felices a todos.