Si en 2002 el Mundial viajó a Asia, en 2010 viajó a África. La FIFA, como se ha visto en el apartado consiguiente, ya hubiera visto con buenos ojos que la del 2006, que se llevó Alemania, se hubiera disputado en África. En esta ocasión se dispuso así, y según la doctrina de la rotación de continentes se decidió que solo se admitirían candidaturas africanas. Marruecos, que ya había optado en las tres candidaturas anteriores, se postuló de nuevo. Junto a ella, Egipto, Túnez, Libia, Nigeria… y Sudáfrica. Nigeria abandonó sin llegar a presentar candidatura oficialmente. La Libia de Gadafi anunció que no permitiría que Israel jugara en su suelo, lo que en la práctica la descartaba; se habló de la posibilidad de una candidatura conjunta Libia-Túnez, y también de que Túnez sí admitiera a Israel en su suelo, caso de clasificarse, pero no resultó convincente. La carrera quedó entre Egipto y Marruecos, países de lejana tradición futbolística, y Sudáfrica, subida a la ola de la reconciliación con el mundo tras la superación del apartheid y del buen desarrollo en su país del Mundial de Rugby de 1995.
La votación tuvo lugar el 15 de mayo de 2004 en Zúrich, y en última ronda ganó Sudáfrica por 14-10. Por cuarta vez consecutiva, Marruecos se quedaba a las puertas.
El Mundial se disputó entre el 11 de junio y el 11 de julio, en nueve ciudades: Johannesburgo (dos estadios), Ciudad del Cabo, Puerto Elizabeth, Rustenburg, Bloemfontein, Durban, Nelspruit, Polokwane y Pretoria. De los diez estadios, la mitad eran de nueva construcción, los demás, remodelados. El presupuesto se multiplicó por 3,5, las obras se retrasaron, hubo un serio movimiento internacional de desconfianza. Se habló de Australia, España y Estados Unidos como posibilidades de recambio, o incluso de adelantar la concesión de Brasil, designada para 2014, a 2012. Pero para entonces, y a partir del Mundial de Francia’98, la FIFA ya tenía una especie de red: un año antes de cada Mundial se celebraba en el mismo país la Copa de las Confederaciones, que servía de ensayo. Aunque había cosas por terminar, la Copa de las Confederaciones se celebró en las fechas previstas, en el invierno austral de 2009, y se dio por bueno el ensayo y se decidió que no habría cambio de sede. Allí tuvimos la primera noticia de las vuvuzelas, unas largas y ruidosas trompetas que forman parte en aquel país del ambiente futbolero, y que habrían de martirizar a los aficionados de otras latitudes, no acostumbrados a eso.
La mascota se llamó Zakumi, un leopardo antropomórfico de pelo verde, vestido con los colores de la selección sudafricana. El balón se llamó Jabulani («cebra», en el idioma zulú) y llevaba once colores, que representaban tanto los once jugadores de todo equipo de fútbol como las 11 lenguas de Sudáfrica, y sus respectivas comunidades. El de la final, el mismo pero en una versión dorada, se llamó Jo Bulani. El Mundial estuvo acompañado por una canción oficial, Waka-waka, que se hizo extraordinariamente popular, en especial en la interpretación de la colombiana Shakira, que entró en relaciones con Piqué poco antes de este campeonato.
Se disputó por el mismo modelo que los anteriores: ocho grupos de cuatro equipos y los dos primeros, cruzándose en aspa, primero con segundo, pasaban a octavos y ya se seguía por eliminatorias directas, a un partido, con prórroga y penaltis si hubiere necesidad.
Para las zonas clasificatorias se inscribieron 204 de las 208 asociaciones inscritas en la FIFA, siete más que al campeonato anterior. Sudáfrica fue el único país clasificado de oficio, como organizador. El campeón ya no tenía plaza fija, desde el campeonato anterior. Participaron trece equipos europeos, cinco de África, cinco de Sudamérica, cuatro de Asia, tres de la CONCACAF y dos de Oceanía.
Se jugaron en total sesenta y cuatro partidos, como en las ediciones anteriores, con 145 goles, un promedio de 2,27 por partido. Máximos goleadores fueron el alemán Thomas Müller, el español David Villa, el holandés Wesley Sneijder y el uruguayo Diego Forlán. Se concedió la Bota de Oro al primero de ellos, porque jugó menos minutos y también había dado más asistencias que los otros. Müller también fue declarado mejor jugador joven. Mejor jugador fue declarado el uruguayo Forlán. España, además del título, se llevó el premio al juego limpio, por sus solo ocho tarjetas en la competición, y su capitán, Casillas, fue proclamado mejor portero del torneo, con solo dos goles encajados. Se eligió un mejor once de la competición en el que hubo cinco españoles. Fue este: Casillas; Maicon (Brasil), Puyol, Sergio Ramos, Lahm (Alemania); Schweinsteiger (Alemania), Xavi, Sneijder (Holanda), Iniesta; Villa y Forlán (Uruguay).