Togo, la casa de los líos

Togo compareció en 2006 por primera vez en la Copa del Mundo. En realidad, los cuatro representantes africanos eran nuevos en el campeonato: Togo, Angola, Costa de Marfil y Ghana. Como siempre, se esperaba el estallido definitivo del fútbol de aquel continente, que ya venía dando avisos. Togo se había clasificado brillantemente, dejando atrás entre otras a la potente Senegal, cuartofinalista en 2002. Togo contaba con un delantero centro excepcional, Emmanuel Adebayor, que marcó once goles durante la liguilla de clasificación. Adebayor jugaba entonces para el Arsenal, era figura en la Premier, estaba en plenitud.

Pero con él empezaron los líos. Su relación con el seleccionador, el nigeriano Stephen Keshi, no era buena. Como suele ocurrir entre las grandes estrellas y los entrenadores, Adebayor no admitía de buen grado las consignas. El asunto hizo crisis en la Copa de África, en Egipto, donde Togo quedó muy mal y saltó Keshi, que se fue echando pestes. Le sustituyó el alemán Otto Pfister, un aventurero del fútbol, jugador medio o modesto que hizo carrera como seleccionador en muchos países del África negra.

Togo quedó encuadrada en un grupo con Corea del Sur, Suiza y Francia. Tenía otros buenos jugadores, además de la estrella Adebayor. Nueve jugaban en Francia, dos en Alemania, algunos otros repartidos por varias ligas europeas. Su apodo como equipo era «los Gavilanes». Pero llegó a Alemania entre grandes malestares, porque su Federación no había pagado las primas ofrecidas por lograr la clasificación ni quería negociar las primas por la participación, y los jugadores se mostraban dispuestos a hacer una huelga. Tres días antes del partido, Otto Pfister, enfrentado al secretario de la Federación, Assogavi Komlan, anuncia que dimite del cargo, en solidaridad con los jugadores. Komlan le llama borracho, a lo que él responde poniendo una querella. El equipo se entrena los dos días antes del partido con Kodjovi Mawuena, técnico de la Federación. Al fin, tras mediaciones y promesas, Otto Pfister accede a rectificar su postura de abandonar el equipo y se sienta en el banquillo, el primer día, ante Corea del Sur. La comunicación la hace enfáticamente su hijo, Mike, que es a la vez su agente: «Los jugadores insistieron en que regresara y eso ha sido decisivo», afirma.

El partido empieza bien para Togo, con gol de Kader. Pero en el 53’ resulta expulsado el capitán, Abalo, y el equipo lo acusará. Corea del Sur se va imponiendo y acaba por ganar 2-1. La derrota es esgrimida por Komlan como un argumento para echarse atrás de las promesas de la víspera y vuelve el lío. Los jugadores y Pfister se muestran ahora decididos a marcharse, a abandonar el campeonato, renunciando a sus partidos contra Suiza y Francia. A la FIFA se le ponen los pelos de punta, amenaza por voz de su director de comunicación, Markus Siegler, con graves consecuencias para el país si lo hacen. (Se entiende implícita la expulsión de la FIFA por un largo tiempo, o para los restos). El gobierno de Lomé manda un enviado, Messan Atolou, un hombre con más mano izquierda que Assogavi Komlan, cuya actitud le había quemado con Pfister y los jugadores.

Pero los jugadores quieren ya el dinero por delante. A última hora, la FIFA adelanta 4,5 millones de euros para salvar la situación, en la confianza de que los recuperará después. Los jugadores vuelan por fin, dos horas tarde, a Dortmund. Allí perderán, 2-0, con Suiza. A ello contribuyó no poco el árbitro paraguayo, Carlos Amarilla, que dejó pasar dos penaltis sobre Adebayor, uno con 0-0, otro con 1-0. Togo ya era un huésped molesto, está claro. También perderá el tercer partido, con Francia, este por 2-0. Regresan con tres derrotas, dejando tras de sí una polvareda sin precedentes.