Los principales partidos del Mundial de Alemania 2006 fueron ofrecidos en España por un canal joven, Cuatro, que buscaba en el campeonato su gran puesta de largo. Era de la misma raíz que Canal+, que se había distinguido por la calidad de sus transmisiones deportivas, contaba con la mejor gente posible para obtener el impacto que buscaba. Pero hizo algo más: contratar a Maradona como comentarista. Tras unas largas negociaciones, Maradona firmó su presencia como comentarista para el partido inaugural, todos los que jugara España, uno de cuartos, las dos semifinales, el tercer y cuarto puesto y la final. Resultaron nueve en total, porque España jugó cuatro.
Para Carlos Martínez y Julio Maldonado, los encargados de compartir las transmisiones con él (Carlos Martínez como narrador, Julio Maldonado Maldini como experto internacional) era un regalo: ¡compartir durante un mes vida y trabajo con Diego Armando Maradona! Grandes amantes del fútbol como son, aquello les pareció un sueño.
Pero trabajar con Maradona no era tan fácil. El primer problema llegó cuando supieron que de camino a Alemania había pasado por Italia, y que no le dejaban salir de allí. Maradona no tenía resueltos sus problemas con el fisco italiano y no le dejaban salir. Un acompañante de Maradona les llamó para pedirles apoyo. Los comentaristas avisaron a la dirección de la cadena, que se interesó por el asunto. Al fin pudo salir y llegar a tiempo.
Antes del partido inaugural, el primero que debían transmitir, Alemania-Costa Rica en el Allianz Arena, de Múnich, la FIFA organizó un acto emotivo, un desfile con los grandes jugadores de todos los equipos campeones. Ahí estaban Pelé, Beckenbauer, Charlton… Pero Maradona se negó a participar. No quería saber nada con la FIFA. El canal hubiera querido que participara, porque en un operativo así hay muchas ocasiones en las que hay que pedir favores a la FIFA ante emergencias que puedan surgir, con la línea, con los viajes, con los hoteles, con la llegada de una personalidad a un palco a la que se quiere tener acceso. No era bueno empezar el campeonato haciendo un desaire a la FIFA, pero no hubo manera de evitarlo.
El siguiente partido fue el España-Ucrania. Después se iba a jugar el Alemania-Polonia. Martínez y Maldini esperaron, como suelen, media hora en el campo tras la transmisión, para que se despejara el tráfico. Maradona se marchaba antes, para reunirse con dos amigos que le acompañaban siempre, a los que colaba en el campo. Cuando juzgaron pasado el tiempo suficiente salieron y, en efecto, estaba bastante despejado. Fueron a su hotel a disfrutar el Alemania-Polonia. Al pasar junto a la fan zone vieron un tumulto. Se acercaron a curiosear y vieron a Maradona en medio del tumulto. Quería ver el partido ahí. La gente le agobiaba y sus guardaespaldas le protegían con exceso de contundencia. Aquello era tremendo. Martínez y Maldini trataron de convencerle de que no era una buena idea tratar de ver el partido ahí, pero no tuvieron forma de convencerle:
—¡El fútbol es de la gente! ¡Yo quiero ver el fútbol con la gente, sentirlo como lo siente la gente!
Y le dieron por imposible. Allí quedó la gresca, en la que se mezclaba la adoración por el ídolo con la irritación contra sus guardaespaldas.
La contradicción estaba en que Maradona tenía que ser llevado cada día, con toda lógica, en coche con cristales tintados hasta la misma puerta de la zona VIP, porque se entendía que no podía transitar por los alrededores de un estadio. ¡Y se iba a ver un partido a la fan zone!
Mientras, transcurría el Mundial. La cabina de Cuatro era la atracción en cada campo, por Maradona, al que se acercaban a rendir pleitesía multitud de personajes del fútbol, muchos de ellos comentaristas como él: Wenger, Bilardo, Boniek, Gullit… El día de España-Francia subió como pudo Djibrill Cissé, con muletas, lesionado de importancia. Martínez y Maldini iban siempre de aquí para allá cargados de camisetas que les hacían llegar conocidos que querían una firma de Maradona sobre ellas. Entre que llegaba sobre la hora, se pasaba el descanso saludando, se marchaba corriendo al acabar, pasaron las de Caín para cumplir con tantas peticiones.
Le enamoraron Fábregas y Makelele. Llegó a temer a España como posible rival de Argentina, hasta el punto de que cuando al poco de empezar el España-Francia hubo un penalti a favor de España que lanzó Villa, se metió debajo de la mesa para no verlo. Era el partido de octavos de final. Villa marcó ese penalti, pero España acabaría perdiendo 3-1 y quedando fuera.
Un día, en Fráncfort, Martínez y Maldonado llegaron al hotel y notaron que no era todo lo lujoso como para que Maradona lo aceptara. Para ellos estaba bien, pero como a Maradona se le había garantizado alojamiento de primera categoría en todas las ciudades, decidieron por si acaso, y con la mejor intención, llamar a la cadena para que le buscaran otro. Así lo hicieron y le mandaron al mejor hotel de la ciudad. ¡Pero resulta que en ese hotel estaba Holanda, y que era la víspera de un Holanda-Argentina! Los muchos aficionados argentinos que pululaban por la calle se enteraron de que Maradona estaba en el hotel, y aquello fue un pandemónium. Holanda protestó. Hubo que hacer nuevas gestiones y con mucho tacto localizarle un tercer hotel, también de gran categoría.
Mientras él vivía así los partidos, sus amigos, de nombres Alejo y Alfredo, alborotaban de lo lindo en los palcos, a los que tenían entrada por exigencia del crack. Ningún respeto por el protocolo. Hasta que un día uno de ellos agitó tanto la bandera argentina que le dañó un ojo a la esposa de Blatter. Este dio orden de que no entraran más. Así que cuando llegó el día del Alemania-Argentina, de cuartos, llegaron y no les dejaron entrar. Maradona dijo que en ese caso tampoco entraría él. Y no entró. Se quedó sin ver el partido. Se fue al hotel a verlo con sus amigos.
Todo acabó felizmente. Tras la final perdida, los franceses se encontraron al equipo de Cuatro cenando en el mismo hotel. Los jugadores se revolucionaron al ver a Maradona, le regalaron sus camisetas, le pidieron fotos y autógrafos. Maradona se despidió feliz de los dos periodistas españoles, que también guardan el mejor recuerdo de él. Le gustaba el fútbol como nada, era muy reivindicativo, muy amigo de sus amigos y lo único que le ponía de verdad de mal humor era ver jugar mal un partido.
Para ellos fue una experiencia feliz, de la que guardan un grato recuerdo. Pero no sé si repetirían…