Ronaldo, en la cima del mundo

Brasil-Alemania, una gran final para la primera Copa del Mundo celebrada en Asia. Los equipos más representativos del fútbol de los continentes americano y europeo, los que se habían repartido el poder hasta ese momento, y se lo siguen repartiendo. Brasil venía de perder la final anterior, en Francia, pero acumulaba cuatro títulos. Su modelo había variado algo, ya no era el «jogo bonito» de los tiempos románticos. Hacía tiempo, desde la caída inesperada en España ante Italia, que se había vuelto más prudente y blindaba su medio campo con dos jugadores de contención. Pero seguía teniendo artistas en la parte de arriba, y siempre utilizaba laterales atacantes.

A este Mundial llegó tras clasificarse en su grupo sudamericano con menos claridad que otras veces: solo fue tercera, con nueve victorias, tres empates y seis derrotas. Pero para cuando llegó a Extremo Oriente ya había recuperado en plenitud a su mejor jugador, Ronaldo, el delantero centro que tras pasar por el Barça procedente del PSV Eindhoven se fue al Inter de Milán, donde sufrió una lesión grave, reproducida al poco de su reaparición. Rotura del tendón rotuliano. Jugador simpático y querido, toda la afición Mundial lamentó aquello. Se temía que se hubiese perdido para siempre. Pero para el Mundial ya estaba en plenitud. Brasil ganó sus tres partidos del grupo: a Turquía (2-1), China (4-0) y Costa Rica (5-2). En octavos ganó a Bélgica (2-0). En cuartos, a Inglaterra (2-1). En semifinales, de nuevo a Turquía (1-0). En todos los partidos excepto Inglaterra marcó Ronaldo, al menos un gol. Estaba en forma, y con él Rivaldo, Ronaldinho y Roberto Carlos, entre otros.

Alemania, curiosamente, había tenido que entrar en el Mundial por la repesca, raro en ella. Quedó segunda tras Inglaterra (aunque con los mismos puntos) de su grupo, en el que quedaron por detrás Finlandia, Grecia y Albania. En la repesca se deshizo de Ucrania (1-1 y 4-1). Cayó en el Grupo E, donde comenzó por acribillar a Arabia (8-0). Empató con Eire (1-1) y ganó a Camerún (2-0) el día de las dieciséis tarjetas de López Nieto. En octavos, apurada victoria (1-0) sobre Paraguay, con gol de Neuville (nacido suizo) en el 88’. En cuartos, nuevos apuros ante Estados Unidos, con victoria por 1-0 y una jugada discutida, un gol fantasma en la puerta de Kahn con mano de Frings. El balón no entró y la mano posiblemente fuera involuntaria, pero aquello dio que hablar. En semifinales, otra vez 1- 0, ahora frente a Corea del Sur. Llegaba a la final, pues, con un aire menos convincente que Brasil. Pero tenía el poder natural de Alemania, su resistencia natural a la derrota, un gran portero en Kahn, el poder goleador de Klose y un Ballack en gran estado de forma, cubriendo todo el campo y llegando a gol.

La fecha es el 30 de junio, y el escenario, el estadio Yokohama. Los equipos salen así:

Brasil: Marcos; Cafú (capitán), Roque Júnior, Lucio, Edmilson, Roberto Carlos; Gilberto Silva, Kléberson; Ronaldinho, Ronaldo y Rivaldo.

Alemania: Kahn (capitán); Frings, Ramelow, Linke, Metzelder; Schneider, Hamann, Jeremies, Bode; Neuville y Klose.

Arbitra Collina, italiano, el mejor del mundo.

Brasil juega a la suya: bloqueando el medio centro con dos trabajadores, prudente, pero soltando los laterales de cuando en cuando, muy rápidos y peligrosos ambos, Cafú y Roberto Carlos, indiscutibles en sus puestos en cualquier selección Mundial que se hiciera en la época. Arriba tiene dos maravillas técnicas, Rivaldo y Ronaldinho, acompañando a Ronaldo. Alemania muestra su estilo constante de siempre, hecho de aceptable técnica en todos, equipo junto, fuerte, insistente, sin distracciones. Pero llega poco. Llega más Brasil, que pese a eso al descanso todavía no ha marcado.

El primer gol llegará en el 67’, en un raro fallo de Kahn, aunque no solo de él. Hamann se enreda cerca de su área, Ronaldo le quita el balón y se lo cede a Rivaldo, que dispara cruzado a la izquierda del meta; este rechaza mal, y hacia delante, y Ronaldo aparece y le fulmina. 1-0. Rudi Völler, seleccionador alemán, mete dos cambios rápidos, Bierhoff por Klose en el 74’ y Gerald Asamoah por Jeremies en el 77’. Pero no le sirve. En el 79’, gran jugada de Brasil: Kléberson se va por la derecha, centra, Rivaldo deja pasar el balón y Ronaldo, desde el borde del área, lo ajusta por bajo al palo izquierdo de Kahn, que da la impresión de haber podido hacer más. 2-0. Los dos goles han entrado por el mismo sitio, la base del palo izquierdo de Kahn, ambos marcados por Ronaldo, uno de cerca, otro de lejos. Ronaldo ha ganado a Kahn. La final se presentía (y se presentó en parte) como un duelo entre ambos y ganó Ronaldo. Ganó Brasil.

Ya no hay tiempo. Scolari hace ahora dos cambios, para entretener y para hacerles a dos suplentes el guiño de permitirles jugar en la final. Entra Juninho Paulista por Ronaldinho en el 85’ y Denilson por Ronaldo en el 90’. Cuando se va este, todo el estadio rompe en una gran ovación.

El fútbol había recuperado a un grande. Brasil había recuperado la Copa.

Pero, cosas de la FIFA y de Adidas, se elige a Oliver Kahn mejor jugador del torneo. Al hombre que, tras un buen torneo, había sido causante de que su equipo perdiera la final. El mejor fue Ronaldo, que se marchó con ocho goles marcados en siete partidos.