López Nieto estableció el récord de tarjetas

El 11 de junio Senegal y Uruguay se enfrentaron en el tercer partido del grupo A, en Suwon, Corea del Sur. Fue un partido tremendo. Al descanso llegaron los senegaleses 3-0, en la segunda mitad los uruguayos alcanzaron el empate a tres. Un gol más y hubieran pasado ellos, en lugar de los africanos. Y lo tuvo cerca, pero en los últimos instantes Morales cabeceó fuera a puerta vacía. Pero el partido quedó sobre todo por la dureza extrema, que llevó al árbitro holandés Jan Wegereef a mostrar doce tarjetas, siete a senegaleses y cinco a uruguayos. No repitió ninguno, de modo que sorprendentemente acabaron con once los dos equipos.

Aquellas doce tarjetas eran un nuevo récord en la historia de la Copa del Mundo. Pero iba a durar muy poco, solo unas horas. En el mismo día, pero en horario de noche, lo iba a batir el español López Nieto, en el Camerún-Alemania, que cerraba el grupo E (junto al Arabia Saudí-Eire) y que ganó Alemania por 2-0. Ese resultado dejaba fuera a Camerún.

López Nieto puso de salida el listón muy alto, con tarjetas rápidas a Foe y Jancker, una por bando, en los minutos 8 y 9. Al descanso llegaron también amonestados Hamann, Kahn, Ballack, Song y Tchato, y expulsado Ramelow, con doble tarjeta, la segunda en el 40’. En el segundo tiempo, siguió con Geremi, Olembe, Ziege, Frings y Lauren, más la expulsión por dos tarjetas en el 77’ de Suffo. En total fueron dieciséis tarjetas amarillas y ninguna roja directa, aunque sí dos rojas por sendos casos de acumulación. Perfectamente equitativas, eso sí.

Aquello provocó estupefacción. Las doce del Uruguay-Senegal de unas horas antes pasaron inmediatamente al olvido. En Alemania, que estaba en un posible cruce con España (que al final no se produjo) porque esas tarjetas le provocaron tres suspensiones, se insinuó que López Nieto habría actuado así para limpiar el camino de España. Por su parte, en Camerún le acusaron de «provocar una lluvia indiscriminada de tarjetas». Al terminar el partido declaró: «En el momento en que se puso el balón en juego, vi que la actitud de los futbolistas no era normal, porque en el minuto uno ya había pique entre los jugadores. Pierluigi Collina me dijo en el descanso: “Antonio, esto es terrible”. No es agradable terminar un partido con dieciséis amarillas y dos rojas, pero es menos agradable que digan que amonesté por unas cosas y no por otras, que no fui equitativo.» La FIFA elogió su labor en un comunicado, pero le prohibió hablar del asunto y no le incluyó en el paquete de árbitros que seguían adelante.

Antonio López Nieto fue un buen árbitro, pero con cierta tendencia a descoserse. En España también tiene el récord de tarjetas, con dieciséis amarillas y dos rojas en un Athletic-Atlético. Su promedio de tarjetas, cercano al 6, era el mayor. La media nacional era 4,5. Cuando llegó el Mundial 2002 le quedaba un año para el retiro, y la Federación decidió premiar su carrera con su designación para el Mundial, pese al riesgo de que se disparase en algún encuentro, como ocurrió. Su problema era que con demasiada frecuencia se sentía irritado con los jugadores, volcaba contra ellos una mirada de fuego, parecía sentirse rodeado de enemigos que le querían engañar. Cosa que en muchos casos sería cierta, muchos jugadores no colaboran, sino lo contrario, pero en su caso era patente que eso derivaba a veces en zozobra y desvaríos.

Un mes después le tocó dar una charla a sus compañeros sobre el Mundial, en la reunión anual que estos tienen. Fue en Santander. Habló con mucho desprecio de la forma en que la FIFA llevaba las cuestiones arbitrales: «La FIFA no sabe lo que quiere con el arbitraje —dijo—. La verdad es que no veo un criterio claro. Ahora resulta que la próxima solución es el juez de gol, lo cual es volver a los años treinta. Yo recuerdo una foto de Zamora con un juez con una gorrilla detrás. Además, el nivel de las reuniones técnicas que hemos tenido ha sido muy bajo. Fueron casi una reunión de amigos.»

Algún tiempo después hablé con él de eso. Insistía en que todas y cada una de las tarjetas fueron justas y necesarias. Pero la observación del fútbol nos explica que en las tarjetas hay un margen de discrecionalidad del árbitro que debe saber manejar. En una entrevista en El País, cuatro años más tarde, insistió en que pudo haber mostrado más tarjetas. A su juicio, el partido se crispó cuando, al poco de empezar, un camerunés cayó al suelo, dañado y Alemania no echó el balón fuera, sino que desarrolló un ataque que por poco termina en gol. Incluso afirma que sus liniers, uno brasileño y el otro de las Maldivas, le incitaron varias veces a sacar tarjetas. Contra su insistencia en tantas ocasiones de que se quedó corto, confiesa que con los asistentes españoles con los que solía actuar seguramente hubiera tenido menos necesidad de tarjetas. Deslizaba una leve queja sobre la insistencia del linier brasileño para que amonestara a Kahn y a Song después de un roce entre ambos. «Quizás hubiera podido resolverlo con una bronca», confiesa.

También cuenta que esa noche cenó con Pierluigi Collina, que hizo de cuarto árbitro en el partido, y tuvo que redactar el acta. Como era tan amplia, bromearon sobre la larga tarea que le había dejado y López Nieto, en compensación, le invitó a cenar. En la cena, Collina le dijo: «Oye, Antonio, has pitado muy bien, pero quizás has estado muy rígido en la aplicación del reglamento. Dada tu habilidad, me ha sorprendido un poco.»

Pero es que López Nieto era así: un buen árbitro que de cuando en cuando se descosía, porque entre los jugadores se sentía como en territorio comanche. Y ese día se descosió.