Beckham cae en la trampa de Simeone

Argentina e Inglaterra se cruzaron en octavos de final, en un partido que se cargó de morbo. Seguían en la mente de todos la guerra de las Malvinas y los dos goles de Maradona en México’86, uno de ellos con la mano y el otro «volcando un camión de ingleses», como se dijo en su día. La expectativa del enfrentamiento fue comidilla desde el sorteo, porque Inglaterra cayó en el grupo G y Argentina en el grupo H. Tras la primera fase, esos grupos iban a cruzarse, en aspa. Si uno era primero de su grupo y el otro segundo, se cruzarían en octavos. Y pasó. Argentina fue primera de su grupo, tras ganar a Japón, Jamaica y Croacia. Inglaterra se quedó segunda en el suyo, porque ganó a Túnez y Colombia, pero perdió con Rumanía. Así que entraron en colisión. Y eso que Túnez estuvo a punto de evitarlo, porque el último día faltó poco para que ganara a Rumanía. Los rumanos, felices por la victoria sobre Inglaterra, se tiñeron todos de rubio, como habían anunciado la víspera, festejaron más de la cuenta y salieron con el equipo reserva. Con el partido en marcha, y con el marcador en contra, sacaron a Popescu, Ilie y Moldovan y consiguieron empatar, con lo que salvaron el primer puesto y evitaron el cruce con Argentina. Así que todo desembocó en el intrigante cruce en cuartos entre Inglaterra y Argentina, que parecía predestinado.

El partido tenía que disputarse en Saint-Étienne y las vísperas estuvieron cargadas de morbo. La policía francesa extremó sus precauciones, ante el miedo de que se produjeran enfrentamientos entre hooligans y aficionados argentinos. De estos había muchos menos, en lógica, por la distancia, pero se sabía que había algunos miembros de «barras bravas». La situación se puede decir que estuvo bajo control salvo por un incidente la víspera entre hinchas ingleses y miembros de la comunidad magrebí de Saint-Étienne. La policía practicó diez detenciones.

Beckham era entonces un joven prometedor, o quizá ya algo más. Titular en el Manchester United, había ido a la selección, pero no jugó en el primer partido, y en el segundo solo salió con el partido en marcha, por Paul Ince. Para el tercer partido, el seleccionador, Hoddle, rectificó y le alineó como titular ante Colombia. Y también a Owen, igualmente un joven prometedor. Beckham era una celebridad precoz, su estilo ya había llamado la atención, era novio ya entonces de Victoria Adams, una de las cinco componentes del célebre grupo Spice Girls. Dotada de un gran instinto publicitario, estaba haciendo ya del jugador un icono de modernidad.

Por su parte, Argentina tenía un equipo «europeo», ya sin Maradona. Un equipo de fuerza, en el que destacaba el feroz goleador Batistuta. El entrenador era Passarella. El capitán era Simeone, duro luchador del medio campo y también jugador de calidad.

El partido empezó como un trueno: hubo dos penaltis transformados en nueve minutos, uno para cada equipo. En el 16’, Owen marcó un gol precioso: recogió el balón de espuela en el medio campo, dejó atrás a Chamot, luego encaró a Ayala, del que también se fue, y marcó por la escuadra. Un golazo. Sin llegar al de Maradona doce años antes, pero una maniobra artística para recordar. Y justo antes del descanso, Argentina empató en un tiro libre, jugada de pizarra. Zanetti se colocó junto a la barrera inglesa, como para tapar al portero. Pero el saque le fue a él, que a media vuelta marcó. Ese gol lo trajo Simeone al Atlético en su exitosa etapa de entrenador.

Pero la jugada más comentada del partido se produjo al inicio de la segunda parte. Simeone, que le había estado haciendo un marcaje muy duro a Beckham, le derribó una vez más. Beckham, desde el suelo, lanzó una patada a Simeone de la que este se dolió. El árbitro, el danés Nielsen, expulsó directamente a Beckham. Era la primera expulsión de un jugador inglés en la historia de la Copa del Mundo.

El partido acabó como estaba en ese momento, 2-2, prórroga incluida. Argentina no supo hacer pesar su superioridad numérica. Se llegó a la tanda de penaltis, que ganaron los argentinos, que solo fallaron un penalti mientras que su meta, Roa, detuvo dos y acabó convertido en el héroe del partido. (Carlos Roa jugó en el Mallorca. Más adelante fue notoria su negativa a jugar los sábados en atención a su firme militancia en la Iglesia Adventista del Séptimo Día, lo que fue causa de una retirada temporal).

El villano, claro, fue Beckham. Las críticas contra él fueron feroces. Por su reacción de chiquillo, que dejó al equipo con diez y una sensación de poca entereza y hombría que contrastaba mucho con lo que se espera en Inglaterra de un futbolista. Beckham ya era visto con recelo, por sus juegos de peinado, su novia, a la que ya llamaban la posh, «la pija», por su actividad publicitaria, que ya asomaba. Durante la temporada siguiente y algún tiempo más, Beckham fue abucheado frecuentemente en todos los campos de la Premier.

Ocho meses después de la jugada, Simeone alardeó de que teatralizó mucho, de que exageró el daño, que en realidad no existió: «Demostré picaresca e inteligencia. Me dejé caer y conseguí que el árbitro le sacara la roja inmediatamente. Beckham no me dio un golpe violento, fue un gesto instintivo. Pero el árbitro tal vez castigó su intención».

No sería la única expulsión de Beckham con Inglaterra. Así como en Francia’98 se había convertido en el primer jugador inglés expulsado en la Copa del Mundo, también sería, siete años después, el primer capitán de Inglaterra expulsado en un campo de juego, al tiempo que se convertía en el primer jugador de la selección inglesa en ser expulsado dos veces. Fue en un partido de clasificación para el Mundial 2006, contra Austria. El español Medina Cantalejo le sacó dos tarjetas amarillas en un minuto y le mandó a la caseta. Llevaba entonces 85 partidos con la selección.