Subimos a treinta y dos equipos

El último Mundial del siglo pegó un estirón: se pasó de veinticuatro a treinta y dos equipos. Fue en Francia, tercer país que repetía, tras México (70 y 86) e Italia (34 y 90). Francia había organizado el del 38, último de la preguerra. Repetía a los sesenta años, pues, tras ganar a otras dos candidatas, Suiza y Marruecos. También hubo un salto de inscripciones en la fase de clasificación: fueron en principio 174, aunque finalmente renunciaron seis y se quedó en 168, lo que dio 643 partidos y más de quince millones de espectadores en los estadios. En parte se debió a la incorporación de más países del tercer mundo futbolístico, y en parte por la atomización de estados de la Europa comunista, que dieron lugar a nuevos países (o renacimiento de antiguos) con sus propias selecciones.

Se jugó en nueve ciudades, distribuidas por todo el hexágono: París (dos campos), Burdeos, Lens, Lyon, Marsella, Montpellier, Saint-Étienne, Toulouse y Nantes.

El cartel elegido fue diseñado por una estudiante de Bellas Artes, Natalie le Gall, de solo veintiséis años. La mascota se llamó Footix (de foot y Astérix), nombre que ganó a otras cuatro propuestas finalistas: Zimbo, Houpy, Raffy y Gallik. Se trataba de un gallo azul de cresta roja, línea disney, con el balón en el brazo derecho. El balón fue Adidas, siempre en la línea estética Tango. Se llamó Tricolore, porque era de fondo blanco y las triadas en azul, con unos pequeños detalles en rojo.

Participaron quince europeos (Francia estaba clasificada de oficio), cinco sudamericanos (Brasil, de oficio por ser la campeona vigente), cinco de África, tres de la CONCACAF y cuatro de Asia. Oceanía se quedó sin representante en la repesca, que Australia perdió frente a Irán.

Antes de comenzar el Mundial, Havelange dejó la presidencia en manos de Blatter, que aún continúa en el cargo. Havelange apoyó a Blatter en la elección, en la que tuvo como oponente al sueco Johansson.

Para este campeonato se decidió resolver los desempates por el denominado «gol de oro». Si un partido terminaba en empate, se daría por ganador al primer equipo que marcase en la prórroga. Si la prórroga acababa sin goles, se iría a la tanda de penaltis. Solo se dio un caso, en el Francia-Paraguay de octavos, en Lens. Lo marcó Blanc, en el 113’. Este fue el único Mundial con gol de oro. En el siguiente se volvería a las prórrogas completas, con o sin goles.

Hubo quince árbitros europeos (García Aranda por España), seis sudamericanos, cinco africanos, cuatro asiáticos, tres de la CONCACAF y un oceánico. Mostraron veintiuna tarjetas rojas, récord hasta la fecha, si bien hubo también más partidos para mostrarlas. También hubo récord de penaltis (diecisiete) y de empates (diecinueve).

Se jugó la primera fase por el sistema de liguillas de grupo, ocho grupos de cuatro, de los que los dos primeros pasaban a jugar eliminatorias directas. Se cruzaba el primero de cada grupo con el segundo de otro, según un orden preestablecido en el sorteo.

Se jugaron sesenta y cuatro partidos, con 171 goles, un promedio de 2,67. El máximo goleador fue Davor Suker, de Croacia, país escindido de la vieja Yugoslavia, debutante en el campeonato y que alcanzó las semifinales. La asistencia fue de 2 785 100 espectadores, 43 517 por partido. A pesar del aumento de partidos respecto al Mundial anterior, el de Estados Unidos, no se llegó al excepcional número de espectadores de aquella edición, sino que hubo 800 000 menos en total, 25 000 menos en la media por partido. Eso hizo más admirables aún los logros en este sentido del Mundial de Estados Unidos.